Un Pasado Para Daril

Ni leer ni escribir

Daril mantenía su decisión de contratar algunas criadas y un jardinero, por eso en la verja de entrada había colgado un anuncio. Habían pasado varios días y nadie había mostrado interés, por eso se sorprendió una tarde, después de oír los furiosos ladridos de los perros, el hallarse frente a una muchacha de su misma edad que portaba una maleta.

            Su semblante era bastante especial, ya que destacaba su pelo color panocha recogido en una apretada trenza y la faz repleta de pequitas sobre una piel excesivamente blanca. Al ver quien le abría frunció el ceño, extrañada de no estar ante una criada de uniforme.

      - Buenas tardes, ¿hablo con la dueña de la casa?- su acento era extraño, no era de allí.

             - Sí, yo misma.- la muchacha se extrañó, ya que se imaginaba una persona más mayor, pero continuó:

           - He visto el letrero y he decidido probar suerte, ya sé que es un poco tarde, pero estuve buscando empleo por toooda la ciudad y como no encontré nada, pues...- paró de hablar un poquito nerviosa, la verdad es que le costó decidirse a entrar en aquella casona, ella era de familia humilde y le daba cierto reparo, ignoraba si la recibirían como a un bicho raro, siendo aquella gente de buena posición, pero había recorrido muchas millas en barco y no quería dejarse intimidar. Daril por el contrario se hizo a un lado y le dijo con una sonrisa:

      - Pasa y sé bienvenida, ¿cómo te llamas?

            - Me llamo Caroline O' Connor y vine hace dos días, me hospedo en una pensión cerca de aquí y llevo estos dos días buscando empleo.- se miró los pies, calzados con unos botines gastados- ¡madre mía! Tengo los pies que me duelen mucho...- entonces hizo un respingo, dándose cuenta que quizás a aquella señorita que le abría no le gustarían sus modales, pero no pareció darse cuenta, porque cerró la puerta tras de sí y le insistió que pasara al interior.

      - Sí, yo también hace tan solo unas semanas que vivo aquí.- le dijo Daril acompañándola hasta las escaleras, contenta porque aquella casualidad las uniese, seguro que le caería bien aquella chica tan poco corriente.

      - Entonces... ¿ya estoy contratada? - Daril asintió- es que... creía que primero me preguntaría algo sobre mis credenciales, se dice así, ¿no? Y estaríamos mucho tiempo hablando, usted preguntándome y yo respondiendo hasta que se convenciera.

      - Bueno, no estoy acostumbrada a esas cuestiones, sé que es algo precipitado pero no dispongo de nadie más que me ayude. Es cierto que estarás unos días de prueba, pero creo que nos vamos a llevar bien.- la chica se encogió de hombros subiendo detrás de ella las escaleras. Daril le miró la maleta y ésta, adivinando lo que debería pensar, le dijo con reparo:

      - No traigo nada más.- Daril por un momento tuvo un “deja vú”, recordó su primer día allí, con la Sra. Hudson acompañándola hasta su habitación.

      - Bueno, no importa. Es aquí, al final del pasillo, hay tantas habitaciones, todas iguales que da igual una que otra. Entraron en la estancia y Carol miró por la ventana que daba a la parte trasera del jardín.

      - Uaaau... es grande, pero está un poquito abandonado, ¿no? Quiero decir...

      - Tienes razón, intento ocuparme yo misma de las plantas, pero se nota que hace tiempo que nadie lo cuida debidamente, otra de mis prioridades es contratar un jardinero. ¿De dónde eres, Carol? Veo por tu acento que no eres americana.

      - Es verdad, soy del norte de Irlanda.- allí no hay mucho trabajo y gasté todos mis ahorros en el viaje en barco hasta aquí.

      - Ah, Irlanda, un bello país...- murmuró ella inconscientemente.

      - ¿Ha estado allí? - Daril de nuevo había hablado demasiado, sin duda no había estado, pero los reportajes de viajes eran de las pocas cosas que le gustaban de la tele.

      - Bueno, un primo lejano estuvo y me dijo que era fantástico.- improvisó.

      - Ah, comprendo, esto... ¿dónde está mi uniforme de trabajo?- Daril se quedó pensativa, no había pensado en ello.

      - Pues no lo sé, cuando llegué no había nadie y la señora que estaba guardando la casa no me lo dijo, pero vamos a la cocina, seguramente allí encontraremos algo.

            Bajaron hasta la despensa y ahí, en unos colgadores, había algunos uniformes y sus cofias. Daril escogió uno y se lo tendió:

      - Pruébate este, no creo que te vaya grande.

           

       La dejó arreglando sus cosas y fue ella misma a comprar algo para la cena. Una vez en la calle, vio como un grupo de cinco niños de diversas edades, vestidos pobremente, miraban con ojos golosos el escaparate de una panadería. Ella entró y se dispusieron a dejarle paso.

      - ¿Conoce usted a esos niños?- le preguntó a la vendedora.

      - Sí señorita, son los hermanos Harrilson, viven no muy lejos de aquí en una destartalada casa, son ocho hermanos y malviven como pueden con sus padres.

      - ¿Y no trabajan para darles de comer? Parece que no hayan probado bocado desde hace días.




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