Un té de abuelita que tomé para calmar esta sed,
un poco de canelita, leche y chocolate fue lo que agregué,
un poco de azúcar, dulzura y frescura es lo que faltaba
lo puse al fuego para calentar este ambiente,
el frio me agobiaba, no lo odio, pero tenerlo presente
tan constantemente está agobiándome
me arruga mis manos, mi piel se seca
y si toco mi oreja siento que se va a caer.
Pensé que una ranita podía calmar mi dolor,
aquel si no sana hoy sanará mañana
se oía como un alivio amargo.
Solo digo que una sopa puede calmar mi resfriado,
pero una rodilla raspada necesita más que esperanza,
nunca dijeron que una crema podía ser milagrosa,
lo creía y se cumplía, pero una vez perdió efecto
saque la mentira, una de jengibre y limón
que raspa tu lengua como la piña y su corazón.
Tan dulce al principio y picosa al final que no te deja probar más.