Un rayo de esperanza

18. ¿Divorcio?

En noviembre de 1997 Mónica y yo empezamos los trámites del divorcio. 17 años de matrimonio y 28 de convivencia estaban en juego, casi en su recta final. Esto, sin duda, estaba afectando a todos. Los niños empezaron a tener problemas en la escuela: Manuel, que era el mejor de su clase, llegó una vez con dos materias reprobadas. Mariana y Milena dejaron de interesarse en el ballet y el piano, sus respectivas pasiones. Y Mohammed era acosado por sus compañeros de clase constantemente.

En el año 2000, sólo era cuestión de poner nuestras firmas para que el divorcio fuera oficial. Aún así, decidimos hablar del asunto para saber si era ésto lo que en verdad queríamos:

-Hola, Mónica-empecé.

-Oh, hola, Tyler-respondió.

Se hizo un silencio corto pero muy incómodo.

-¿Es esto lo que en verdad queremos?-me atreví, finalmente, a preguntar.

-Mmm...-Mónica dudó un rato-. No me gustaría, la verdad.

Suspiré de alivio, aunque aún me sentía triste.

-A mí tampoco, Mónica-tomé su mano.

Ella me apretó la mano con ternura.

-Tyler, aún te amo. Lo siento mucho, de verdad-empezó a decir-. No soportaba estar sola, me hacía falta tu amor.

-A mi también-bajé la mirada-. No quiero perderte, Mónica.

-Estoy muy arrepentida de lo que hice, Tyler. Fui una estúpida-respondió. Sus ojos empezaban a llorar-. Tampoco quiero perderte. Hace más de 30 años que te conozco. Sería triste que todo terminara así.

-Lo sé-dije-, además, esto también le está afectando mucho a los niños. Yo también estoy arrepentido de haberte sido infiel. Por el bien de todos, creo que es mejor acabar esto de una buena vez.

-¿A qué te referís?-preguntó, confundida.

-¿No sería mejor que dejemos esto atrás, y volvamos a empezar?-comenté-. Por el bien de nuestros hijos, nuestros padres y el de nosotros. Tú empezaste a cambiarme, al conocerte, hace ya 32 años. Fue en 1968, ¿recuerdas?

-Jajaja, claro que recuerdo. Vos eras un chico tímido y asustadizo. A veces me pregunto qué sería de vos si la señorita Thompson no me hubiera ubicado junto a vos.

-Jajaja-también me reí-tienes razón. Es que me apartaban por ser supuestamente comunista, ya sabes, porque mis padres son de la antigua Yugoslavia.

-Sí, la izquierda siempre ha sido muy mal vista por estos lados.

-Por eso me sorprendió que empatizaras tanto conmigo. Al principio desconfié porque nunca me había sucedido, y, ya sabes... Además que éramos teóricamente incompatibles, porque tú eras la más popular, y yo, pues... Ya sabes. Nadie quería estar cerca del yugoslavo.

-Menos yo. Yo rompí ese esquema-dijo orgullosa.

-Entonces, ¿qué dices, volvemos a empezar?-pregunté, ansioso.

-¡No se diga más!-exclamó.

Nos levantamos de nuestras sillas y nos abrazamos. Luego se lo comunicamos a los niños y a nuestros padres.

-¡Viva!-gritaba Manuel.

-¡Mis papis se quedarán juntos, sí!-decía Mariana.

-Mis papis se quedan porque se aman!-dijo Milena. Me pareció lo más tierno.

-¡Somos felices de nuevo!-dijo Mohammed.

-¿Qué pasa, por qué tanto escándalo?-preguntaron mis padres mientras bajaban las escaleras.

Sonreí de oreja a oreja.

-Mamá, papá, lo hemos decidido. Mónica y yo nos reconciliamos. ¡No nos divorciaremos!

-¡Qué bueno!-gritaron los dos, entre sorprendidos y alegres.

Más tarde, los padres de Mónica también fueron avisados de la noticia.

Para celebrarlo, empacamos nuestras cosas y nos fuimos de vacaciones, primero a Edmonton, donde estuvimos la mitad del tiempo, luego fuimos a Halifax, y antes de regresar, dimos un paseo por Montréal.

La historia había terminado con un final feliz. Pero suele pasar con frecuencia, que esos finales felices, sólo ocultan un dolor mayor, que vendrá más adelante.

 



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En el texto hay: esperanza, amor, xenofobia

Editado: 25.08.2019

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