La Clínica de Daniel si bien no era de las más grandes, tenía bastante prestigio y allí concurría gente muy adinerada a realizarse cirugías de todo tipo. Él estaba considerado un excelente cirujano en las altas esferas sociales. De buena posición económica, rondaba los 63 años de edad y ya estaba pensando en retirarse, pero por el miedo a encontrarse sin tener nada para hacer, lo postergaba. Casado hacía más de 30 años con la misma mujer, Daniel siempre se había caracterizado por ser un hombre honesto y dedicado por entero a su profesión que amaba.
Si Daniel hacía un balance de su vida, tanto laboral como afectiva, estaba conforme y se daba por satisfecho. La Clínica venía trabajando muy bien, incluso desde que se había decidido abrirla hacía 12 años, impulsado por colegas y amigos y con el apoyo de su familia.