El día señalado llegó. Todos estaban muy nerviosos, incluido Alberto que como era de esperarse, estuvo de acuerdo con Susana en todo y ya tenía los papeles prontos gracias a sus contactos. Susana y Andrea tenían todo planificado. Cuando Daniel terminara la cirugía se iría a su oficina a tomar un café como siempre, dejando que ellas finalizaran el trabajo con la paciente. En cuanto Daniel cayera dormido por los efectos del sedante en el café que ya estaba preparado, Alberto vendría por el bebé para llevarlo de inmediato al hospital. De todas formas, habían preparado la sala de enfermería para atenderlo por si algo salía mal. Muy a su pesar, Susana no tuvo forma de conseguir una incubadora portátil, lo que la preocupaba mucho ya que el bebé no superaba los seis meses de gestación.
A la hora marcada, con la paciente ya en el quirófano, Andrea preparaba la anestesia mientras Susana terminaba de acomodar todo. Cuando Daniel entró decidido a comenzar la cesárea, ya todo estaba preparado. Cuando la operación llegó al punto que debía retirar al bebé del vientre materno, Daniel vaciló un segundo pero lo retiró enseguida, entregándoselo a Andrea quien lo llevó de inmediato a la enfermería para limpiarlo y vestirlo lo más rápido posible para que Daniel no sospechara. Pensó que era una bendición que el niño fuera bastante grande ya que le daba mayores posibilidades de vida. Aunque creyó que no había demorado tanto, a Daniel le pareció demasiado tiempo. El acuerdo era colocar al bebé en una bolsa y dejarlo en el depósito de los desechos tóxicos para luego deshacerse del feto junto con la placenta y restos de la cirugía.
En cuanto terminó con la intervención, Daniel se preparaba para ir a su oficina por un café como siempre lo hacía. Lo que Susana y Andrea no tuvieron en cuenta fue el llanto del bebé, que llamó la atención de Daniel justo antes de que entrara en su oficina. No podía creer lo que veía cuando encontró al bebé en la enfermería. Susana estaba terminando de organizar los instrumentos apresuradamente mientras Andrea acomodaba la paciente que todavía dormía, en la sala contigua, cuando entró Daniel con la cara desencajada.
Cuando Alberto llegó a la Clínica no entendía por qué Daniel no estaba dormido como lo habían planeado. Al principio pensó lo peor pero Susana le explicó enseguida lo que había pasado.
Hablando de café, Daniel te recomiendo que tires el café de tu oficina, ¡puede que te caiga mal! –exclamó Susana sonriendo en complicidad con Andrea.