La otra noche te esperé
Bajo la lluvia dos horas
Mil horas
Como un perro
Y cuando llegaste me miraste
Y me dijiste ''loco,
Estás mojado, ya no te quiero''
Mil Horas - Andrés Calamaro
1
Calix
Veo a una chica apuntando a Josh directamente a la nuca con una pistola ¿Quién es...?
Ah, es Keira (la hermana menor de Sapphira, aclaro)
Ruedo los ojos y me giro para caminar hacia Keira y Thompson con expresión divertida. Me detengo a un metro de ellos.
— ¿Qué tal, Keira? —saludo.
— ¿A esta loca también la conocés? Demonios, quiero matarte, Zwei —suelta Thompson, pero lo ignoro.
— Ni un paso más, Calix, o disparo —amenaza Keira.
— ¿En serio? Esa pistola no tiene balas, Keira.
Obtengo lo que quería, que se enoje. Una Keira enojada es una Keira que no controla ni calcula lo que hace, es más propensa a equivocarse.
— ¿Y quién dijo que no tiene balas? —contraataca.
— Dispará al aire —indico, y lo hace tras dudar unos segundos. Obvio, siempre va a tener una bala real, para amenazar—. Siempre va a tener una bala de verdad, pero tu hermana no confía lo suficiente en vos como para darte una pistola con más de una bala de metal. Si te quedan balas en esa pistola, son todas de salva.
Keira y Sapphira son extremadamente predecibles.
— Mentira, es mentira —murmura.
— Disparale —insto y veo que Thompson abre mucho los ojos—, a ver si te quedan balas.
— ¡¿Qué carajos hacés, Calix?! —grita.
— Confiá en mí, Thompson.
— ¿Que confíe...? ¡Ni siquiera sé tu segundo nombre! ¡No te conozco!
— No se necesita conocer a una persona para confiar.
— Disparen —escucho que dice en ucraniano y empiezo a buscar con la mirada hasta que veo, en el edificio de enfrente, un francotirador, carajo—. El que tengo agarrado.
Antes que dispare, me muevo rápidamente y empujo a Thompson hacia atrás justo cuando Keira lo suelta.
Casi al instante en que lo empujo, un latigazo de dolor recorre mi brazo, pero lo ignoro al mirar a Keira.
— ¿Cómo está tu hijo? —ella se tensa notablemente por la mención— Tiene...4 años, según mis cálculos. Era un desastre en matemáticas así que no te fíes de ellos.
— Bien, él está bien —responde temerosa.
— Ah, me alegro. No te gustaría que le haga lo mismo que a tu hermano, ¿cierto? —amenazo con semblante juguetón.
Yo no sería capaz de hacerle eso a un menor, pero eso ella no lo sabe, hay que aprovecharse de la situación.
Aprovecha el bug.
Ella abre mucho los ojos y traga saliva— Por favor, no.
— Que no vuelvan a disparar —ordeno adoptando un semblante más serio.
Keira duda unos segundos antes de prender su intercomunicador.
— Bajen las armas...sí, completamente segura.
Dirijo la mirada al francotirador y veo que retira el fusil.
— Nos vemos, Keira —despido.
Ella se da vuelta y se va rápidamente. Una vez que está fuera de mi campo de visión, sigo caminando tranquilamente hacia mi casa. Levanto un brazo para pasarme la mano por el pelo cuando la tela de mi camiseta roza mi herida y provoca que un ardor se extienda por mi brazo, el cual bajo con una mueca de dolor. Dirijo una mano a la herida y veo mis dedos. Bueno, sangra.
Vaya, que sorpresa, esperate que me sorprendo.
Un segundo...mi...¡mi chaqueta! Joder. Me la saco rápidamente, quedando con la camiseta manga larga negra ceñida y veo el jodido agujero que dejó la maldita bala en mi chaqueta. Gruño y examino mi camiseta.
— ¿Te tocó? —pregunta Thompson.
— Algo -respondo.
— A ver —se acerca rápidamente—. Vamos con Gael.
Gael es el doctor o algo así del grupo, es un máster con las heridas.
— No —espeto.
— Vamos con Gael.
— No, estoy bien.
No estoy bien, duele bastante, pero sé curar una gran variedad de heridas gracias a Gael.
— ¿Te gustaría que Athan se entere de lo que hiciste a ese chico? —conmina Thompson.
Idiota.
— No sabés lo que le hice, así que no trates de amenazarme.
— Pero imagino que no sabe que le hiciste algo.
Carajo.
— Si venís conmigo, no te pongas a joder —digo—. Y es la última vez que usás eso en mi contra, de lo contrario lo próximo que vas a hacer es sentir como se parte tu jodida mandíbula.
Camino rápidamente hasta mi casa con Thomson bastante atrás. Cuando llego, abro mi auto y entro en él para sacarlo de la cochera. Una vez que Thompson sube al auto, abro mi ventana y apoyo mi codo en ella para descansar la cabeza sobre mi mano.
Empieza a sonar Mil Horas de Andrés Calamaro (ese tipo es un genio) y pego un acelerón. En 5 minutos llegamos a la casa de Gael, bajamos del auto. Cuando toco el timbre, abre Gael con una cerveza en la mano y su ligeramente largo cabello castaño completamente despeinado.
— Chicos, ¿Qué...? —trata de preguntar pero paso por su lado y me siento en una de las sillas del comedor—. Ya vengo —avisa antes de desaparecer por el pasillo y volver con un botiquín de primeros auxilios. No tardo en deducir que Thompson le contó lo que pasó.
Él se sienta en una silla a mi lado, abre el botiquín, saca un par de guantes de látex y se los pone.
— ¿Es necesario tanto cuidado? —indaga Thompson.
— Mejor prevenir...—me mira— Voy a necesitar que te saques la camiseta.
Con una mano y de un tirón me la saco.
¿Pero qué...?
¿Desde cuándo tengo brazos y abdomen tan tonificados? Está bien que hago ejercicio pero tampoco para tanto.
La modestia en persona, señoras y señores.
Editado: 19.11.2021