Tomo otro trago amargo, arrugo la nariz al sentir el escozor en mi garganta, rio como paranoica, le subo a la música mientras canto a todo pulmón.
-Que mejor para las penas que un tequila para mi corazón- murmuro completamente borracha. Cierro mis ojos por un momento, recordando aquel beso, y en cómo me hizo sentir. Bebo de nuevo- ahóguense mariposas, emborráchense y déjenme en paz.
Miro de nuevo la foto, ambos sonreímos en ella, se puede notar a leguas la felicidad que ambos emergemos, pero de que equivalía todo esto sí a la final nada resultaría. Pero por lo menos alegre sus días antes de que se case.
Espero que este bien, y que por lo menos encuentre la felicidad…
MARIANO.
Estoy sentado en la orilla de mi cama. Tengo el móvil en mis manos, llevo horas mirándolo como un completo tonto, pero mi mayor deseo es llamarla y decirle lo mucho que la quiero. Quizás sea pronto, demasiado pronto como para sentir sentimientos por la pequeña chica de verde mirada, esa que te saca una sonrisa con cualquier palabra, la que te da consejos y hace que cada día sea tan perfecto y diferente, la chica que adora las pequeñas cosas, esas las que no tienen muy poco valor pero es una maravilla misteriosa. La que lee como si su vida dependiese de eso. Una chica de corazón noble, la pequeña mujer de lentes que no le importa el dinero a tan solo un te quiero o un buenas tardes por los ciudadanos. Como no podría enamorarme de alguien así, como no pude darme de cuenta de lo equivocado que estaba sobre el mundo, pero ya es demasiado tarde para arrepentirme.
Mañana seria el día de mi boda, viviría infeliz por el resto de mi vida, me casaría con la mujer equivocada, aquella que no le importa más que lo que tengo guardado en mi billetera, la que no tiene ningún interés en el amor y la felicidad, no lo valía, pero eso fue lo que yo mismo elegí.
Si la hermosa criatura come libros estuviese en el lugar de mi prometida, fuese el hombre más feliz del mundo, la quería para mí, la deseaba, la extrañaba cada instante, se convirtió en mi mayor adicción, y “Dios”, aquel beso fue mi perdición.
Me levanto con rapidez de la cama, y me coloco los zapatos para después salir disparado del departamento. La buscare, necesito aunque sea despedirme de ella, quería verla por última vez antes que mi vida se arruine por completo.
Me subo a mi auto y me dirijo a su departamento, queda un poco fuera del centro, por lo que duro más o menos una hora para llegar allí, apenas bajo bloqueo el auto, subo las escaleras y camino por los pasillos buscando la puerta número 13, cuando la encuentro toco tres veces. Del otro lado se escucha una música que no logro saber su nombre, toco de nuevo y al minuto abren.
Frente a mi aparece ella, en un corto shorck purpura satinado junto una franelilla. Trago grueso, y enfoco mis ojos en su rostro, ese que me ve sorprendido, sus ojos están rojos, su cabello hecho una maraña, y una botella en su mano.
-¿Qué haces aquí?
-Vine… vine a verte, no quería que quedáramos así- respondo nervioso.
-No debiste haber venido, ahora vete- su voz sale ronca, un poco entrecortada.
-Sé que fui imbécil, pero ella fue la que me be…
-No necesito que me des explicaciones Mariano, no es necesario, a parte no soy nada tuyo como para que me las des y me interese.
-Es que no puedo evitarlo- respondo desesperado, la recorro con la mirada una vez más, despertando en mi ese sentimiento vicioso.
-¿Qué es lo que no puedes evitar?- pregunta obstinadamente con el ceño fruncido.
-¡Esto!- me abalanzó sobre ella como un tigre al asecho de su presa, la tomo del rostro y estampo mis labios en los suyos. La beso con pasión, dejándonos envolver en ese paradigma deseoso y adictivo. La tomo en brazos, sus piernas se enrollan en mi cintura, con una mano cierro la puerta del departamento y pego la espalda de Violeta en la madera.
-Mariano…- jadea levemente, beso su cuello, toco su cuerpo, disfruto de cada retorsión que hace su cuerpo cuando toco una parte sensible. Su boca sabe a tequila y una extraña mezcla de menta con fresa. Sumerjo mi mano bajo su franela y tomo uno de sus pequeños peños, apretándolos levemente, ambos gemimos.
Pego mi frente a la suya antes de murmurar aquellas pregunta que me ha estado rondando apenas mis labios entraron en contacto con los suyos- dame una noche, dime que me dejaras estar aquí contigo, dime que me dejaras experimentar cada parte de tu cuerpo a pesar de que esto quizás sea una despedida- su agua marinas esmeraldas me miran con ese extraño brillo.
-Me tienes ahora puedes hacer lo quieras, yo no me negare…
Y eso era lo único que quería escuchar, ambos terminamos en la cama, hechos un manojo de locura y placer. Y por primera vez experimente lo que se siente estar con tu alma gemela, aquella que te complementa, esa cuya sonrisa es el cielo, y su voz, delicada como una pluma de pavo real es como el alivio a un corazón que no supo amar.
***
Miro por última vez el cuerpo de la mujer que duerme boca abajo en la pequeña pero cómoda cama. Su espalda desnuda brillaba por los rallos del sol que se filtran por la ventana. Verla allí, dejar es como si me estuviese arrancando una parte de mí, pero no tengo opción, ella se merece un hombre que pueda quererla sin que tenga nada que lo obstaculice.