Un Toque Dulce.

Capítulo 1. Primer encuentro.

Kate.

–¡Papá! ¡Ven a desayunar o se te hará tarde! –grité por segunda ocasión, moviendo la comida que tenía en la estufa.

–Tranquila, ya no grites, ya estoy aquí –dijo papá, sentándose en la mesa.

En ese momento, apagué el fuego de la estufa, echando los huevos revueltos que había terminado de cocinar en un plato, llevándolo frente a papá, junto con un té negro recién hecho y jugo de naranja.

» ¿Qué tanto haces que no vienes a la mesa?

–Tu almuerzo, porque no va a guardarse solo.

–Listilla –murmuró, comenzando a comer.

Seguí guardando el almuerzo de papá, asegurándome de que todo quedará bien tapado, porque no quería que se cayera durante el trayecto o algo así. Cuando terminé, lo guardé todo en una pequeña lonchera, limpiando mis manos del delantal, para acompañarlo a desayunar.

–Hoy no harás horas extras, ¿o sí? –pregunté, tomando un poco de jugo.

–No, pero tal vez mañana sí, las finanzas no se hacen solas.

–Es bueno saberlo –comenté, tomando una servilleta, para limpiar un lado de su boca, que estaba algo sucio, haciendo que riera.

–¿En qué momento cambiamos de roles?

–En el momento en que te quedaste viendo hasta tarde una serie de acción.

–Era demasiado interesante, tenía que saber el final.

–Sí, y por ello me tocó levantarme más temprano, para asegurarme de que no vas a llegar tarde.

–Prometo que mañana me levantaré más temprano, lo juro.

–Eso espero, sino, vas a llegar tarde como hoy –dije, señalando el reloj en la pared.

–¡Demonios! –exclamó, terminándose rápidamente el desayuno.

Afortunadamente, ya se había terminado el té, sólo faltaba su jugo, que lo bebió de un golpe, corriendo hacia su habitación, supongo que por su maletín. Me levanté de la mesa, tomando la pequeña lonchera, caminando hacia la puerta, donde agarré el abrigo del perchero, para ayudarle a colocárselo.

» Lo siento, cariño, no va a volver a pasar.

–No hasta que encuentres otra serie de tu agrado. Déjalo para tus fines de semana o días libres, por favor.

–Sí, mi niña. Ten un dulce día, te amo –se despidió, dándome un beso en la frente, haciéndome sonreír.

–También te amo, ten buen día –contesté, viéndolo irse con prisa.

Suspiré, cerrando la puerta, mientras me reía un poco. Papá suele ser algo torpe, pero es tierno y lindo, me alegra que así sea, luego de todo lo que ha sucedido. Bueno, ahora que hay tiempo, comencemos por el inicio. Mi nombre es Kathleen Turner, aunque muchos me llaman Kate. Tengo 25 años, soy hija única y sí, aún vivo con mi padre.

Soy una chica de piel clara, con pecas alrededor de la nariz y en mejillas, pecas que amó con todo el corazón. Mi cabello es largo, ondulado y pelirrojo, gracias a mamá. Mis ojos son marrones claro, gracias por papá. No soy delgada, pero tampoco robusta, estoy en una especie de término medio, al igual que mi altura, porque no llego al metro setenta. Detesto hacer ejercicio y adoro comer.

Mis padres se conocieron en España, donde nací, pero, debo decir que mi mezcla es una locura. Papá es turco nacido en Estados Unidos, pero que vivió en España un tiempo, donde conoció a mamá. Mamá es española, sin embargo, tuvo que venir a vivir a Corea del Sur, porque la contrataron como chef de un restaurante de prestigio. Obvio, papá vino con ella, y así como habló español y turco con fluidez, también coreano.

Lo sé, es demasiado loco todo esto, pero es demasiado genial, no conozco a nadie que tenga dos nacionalidades así de interesantes como las mías. La razón por la que aún vivo con papá, o porque regresé a vivir con papá luego de dos años de vivir en mi departamento, donde se suponía que estaba siendo independiente, fue por mamá. Mamá fue diagnosticada con cáncer, así que me decidí a cuidarla, pero hace un año no logró superar la batalla, así que falleció, pero se fue en sus términos, como una ganadora.

No me pesó dejar mi departamento para cuidar a mamá, debo decir, que tampoco nos faltó tiempo juntas, pero no niego que hubiera deseado más tiempo. Papá no lo admite, pero aun resiente la perdida, así que aquí me quedé, haciéndole compañía, hasta que se sienta lo suficientemente listo para avanzar el solo, por supuesto, con mi compañía. Mi familia no es adinerada, pero tampoco pasamos carencias, pues me dieron lo necesario para hacerme de una carrera, eligiendo gastronomía.

Creo que mi amor hacia la cocina fue por mamá, porque ella hacía unos platillos tan deliciosos. Cuando anuncié que eso iba a estudiar, mi mamá gritó de alegría, creí que, porque iba a seguir con la herencia, pero fue porque ganó una apuesta con papá, lo que me hizo reír. No dudaron en apoyarme, y eso me hizo llorar de alegría. No negaré que tengo una buena sazón para la cocina, pero mi verdadera especialidad, son los postres.

Los postres tienen un poder oculto, porque cuando los comes, de inmediato eres feliz. Me gusta ver a la gente feliz, con enormes sonrisas o soltando grandes carcajadas, que disfruten de la vida, y la comida es un buen medio para ello. Cuando me gradué, tuve la oportunidad de irme al extranjero a aprender más de este arte culinario, pero, decidí quedarme y comenzar desde abajo, y así, aprender más de la comida casera.



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En el texto hay: esperanzas, amor, bts

Editado: 02.02.2021

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