Jin.
–Wow, esto sí que es intenso –murmuró JungKook, sin dejar de mirar la pantalla de la computadora de Anya –. ¿De verdad todos esos son documentos falsificados?
–No se nota, ¿verdad? –le respondió Anya, con una leve sonrisa –. Hay que admitir que es un trabajo bien hecho, podría pasar como real, pero logramos descubrirlo a tiempo y frenar sus planes.
–Es increíble ver hasta dónde llega la avaricia de las personas, parecen que ni siquiera poseen una pizca de empatía o compasión por lo que hacen –comentó Hobi, que estaba con nosotros.
–Es más increíble el hecho de que esta clase de personas están más cerca de lo que imaginamos –murmuré cansado por todo lo que estaba pasando –. ¿Qué es lo que va a pasar ahora?
–Pues Hyun ya tiene la declaración completa del obsesivo, la lista de los locales que iba a usar para sus fraudes y los nombres de los principales creadores de todo esto. Con ayuda de esto que lograste hallar, tiene las suficientes pruebas para girar una orden de aprehensión.
–Excelente trabajo, han logrado capturar a otros tipos malos –felicitó JungKook, aplaudiendo un poco –. ¿Sabes que es lo más genial de esto, nena?
–Dímelo, porque a pesar de que soy muy genial, aun no puedo leer la mente –lo alentó, sonriendo con diversión.
–Que ahora no saliste herida de ningún modo, eso me alegra mucho –Anya soltó una carcajada, cerrando la laptop.
–Tienes razón, esta vez no hubo tanta guerra. Ahora, debo ir a ver a Hyun, para darle esto que ya está “organizado”. ¿Me acompañas?
–Sí, pero te esperaré en el auto.
–Como gustes –murmuró, levantándose y mirándome –. Tengo algo que darte antes de irme.
–¿Qué cosa?
–La localización exacta de Honey –respondió, paralizándome un poco –. Debo confesar que su destino no me sorprendió mucho, es demasiado sencillo y astuto, claro, si quiere despistar fácilmente a las personas –confesó, dándome una hoja doblada en cuatro –. Todos los datos están ahí, si necesitas algo más, sólo llámame.
–G-gracias –suspiré, tomando la hoja con manos levemente temblorosas.
–No fue nada. Nos vemos luego –se despidió, saliendo con JungKook de la sala.
Suspiré al ver que se iban, mirando la hoja de papel que sostenía en mis manos como si fuera alguna clase de cosa valiosa que podría romperse con el menos de los movimientos. La sostenía con miedo, ni siquiera sé porque, tal vez porque no quería saber dónde estaba, porque aún no se atrapan a los maleantes que podrían hacerle daño, porque podía ser peligroso verla ahora, no lo sé, son demasiadas cosas.
–¿No vas a leerlo? –preguntó Hobi curioso.
–No lo sé, estoy un poco asustado –respondí.
–¿De lo que diga o lo que vas a hacer cuando te enteres?
–Puede que ambas.
–Está bien. No te sientas presionado, lo sabrás cuando de verdad lo desees –me consoló, palmeando levemente mi hombro –. Pero, ¿no le vas a avisar a su papá?
–Sí, pero lo haré cuando sepa que han metido a esos tipos a la cárcel. No sabemos si conocen el paradero de Kate, podrían herirla.
–Oh, cierto, cierto. Mejor prevenir eso –coincidió, pero luego, pareció un poco pensativo –. ¿Sabes? Ahora que lo pienso, ella no tomó las decisiones incorrectas, de hecho, tomó las que fueron correctas y adecuadas en su momento.
–¿De qué hablas? –pregunté, confundido y curioso de su razonamiento.
–Sólo mírate. Estas dispuesto a “ocultarle” cierta información a su padre, que tiene derecho de saber, porque te preocupa ponerla en riesgo su seguridad –señaló, sorprendiéndome por las similitudes de las situaciones.
–No lo había pensado de ese modo –murmuré, apretando un poco los labios.
–Puede que ya te lo hayan dicho, pero conocemos a Kate, sería incapaz de hacerle daño a alguien porque si, además, de que jamás deja las cosas a medias. La que es más capaz de irse sin dejar ninguna clase de explicación o pista es Anya, pero no Kate, ella no lo haría nada más porque se le antojó –analizó, cruzando los brazos a la altura de su pecho.
»Todos queremos saber las razones exactas por las que se fue, todos queremos saber la historia real de los sucesos que vivió, y mientras más averiguamos, más convencido estoy de que ella lo hizo por cuidar por nosotros que por ella misma, sin lugar a dudas, esa fue su preocupación inicial.
–Sí, pero olvidas algo importante –le recordé, llamando su atención.
–¿Qué cosa?
–La confianza. Se supone que confiábamos lo suficiente el uno en el otro para decirnos las cosas. Pensé que ella sentía la suficiente confianza en mí para contarme sus problemas, y aun me duele ver que no fue de ese modo.
–No podemos juzgar sin conocer toda la historia.
–Ya sé, pero eso no quiere decir que duela menos –lo contrarié, frunciendo el ceño –. Tal vez al final entienda sus razones, puede que encuentre un punto medio donde no voy a juzgarla, pero, ¿qué hago ahora que me siento triste y herido?