“Conociéndolo”
Si el amor golpeara tu frente ahora mismo,
¿qué le dirías?
No pensé, mucho menos imaginé, que mis demonios se calmarían estando lejos de mi casa y que a la vez empeorarían al punto de estar a nada de dejarme consumir por cada uno de ellos. Empecé con la mejor actitud y con algo de miedo también, por suerte coincidir con personas increíbles me permitió disfrutar los primeros días, y secuencialmente, las semanas, los meses, incluso llegué a disfrutar quejarme por la cantidad de estrés, solo porque ellos me entendían a la perfección.
En mis planes no estaba conocerlo, recuerdo perfectamente su sonrisa de lado y el brillo de sus ojos. Llegar a su “refugio” me hizo sentir segura, protegida, por primera vez en mucho tiempo. Era un amigo, no lo vi con otros ojos al principio. Pasar tiempo con él y sus amigos era reír hasta no poder más, olvidar las penas, las preocupaciones.
Ocurrieron cosas feas, desagradables, y ellos se volvieron mi refugio, ante todo. Grave error de mi parte, sin embargo, nunca me di cuenta de que esto ocurría hasta que fue demasiado tarde para mí.
De alguna manera, obtuve su número de teléfono, hablábamos acerca de trivialidades. No me desenvolvía con naturalidad, no pensaba ni actuaba, era un punto medio y raro a la vez.
Recuerdo sorprenderme a mí misma queriendo saber más de él, pero sin llegar a sentirme atraída por completo hacia su ser. En ocasiones, los demás me preguntaban si él me gustaba y yo lo negaba porque eso no sucedía.
¿Amaba hablar con él? Por supuesto que sí. ¿Me divertía con él? ¡Claro! Pero no llegaba a gustarme, no de la manera en que los demás creían que lo hacía. O quizás, solamente quizás, yo me negaba a la posibilidad de que él me gustara, tal vez por miedo o por un poco de orgullo, incluso podría haber sido por llevar la contraria a quienes decían que sí me gustaba.
Recuerdo con exactitud el día que me di cuenta que tenía sentimientos encontrados por él. Tarde mucho en empezar a admitirlo, y si bien lo reconocía en mi interior, aún no externalizaba esos sentimientos. Sentía miedo al rechazo, miedo a ser juzgada, aparentemente mi pasado me había dejado más huellas, cicatrices, marcas, como le quieran decir, de las que imaginaba.