Un Vaquero Enamorado

/5/Hola

Andrew. 

— Hijo prepárate iremos a la propiedad de los Estévez.— 

— No se supone que irías con el viejo Cahill. 

— Si, ahí nos encontraremos en un rato. Los dos estamos interesados en la propiedad. 

— Pensé que hoy le entregaría la yegua a su hija. 

— Y así lo hará. Ellos irán a caballo. 

— Supongo que tendré que ayudarle a Dan a ensillar los caballos. 

— Solo iremos tu y yo. Puede hacerlo el solo. 


Isabella. 

— La gente opina que estoy loco. —habla mi padre. 

— ¿Porque opinan eso? 

— Se supone que hace tres semanas daría una fiesta de bienvenida para mí hija, pero no la di. 

— Sabes que no soy muy dada a las fiestas. Pero...podemos pasearnos por todo el pueblo y me presentas como la mujer más importante de tu vida.— observo como se pone de pie y me ofrece su mano, lo imitó sin decir nada. 

— Toma ese sombrero. No, no, no mejor ve a mi habitación. Busca en mi clóset un sombrero que perteneció a tu madre. 

— ¿Puedo tomar cualquiera?— Di que sí, Di que sí. 

— Son parte de tu herencia hija toma lo que gustes. Tu madre estará orgullosa que uses un artículo que ella misma diseñó. 

— ¿Mamá diseñaba sombreros?— Eso no lo sabía, de hecho tengo muy pocos recuerdos de ella. 

— Si. Pero solo hizo unos pocos los cuales son tuyos a partir de ahora.— Beso la mejilla de papá y subo corriendo las escaleras. No me detengo hasta llegar al clóset, qué un día mamá también uso. 

Mi padre mantiene los pocos artículos de mamá en un cajón en específico. Así que no pierdo tiempo buscando. Abro el cajón y cinturones, sombreros, joyas y otras cosas me dan la bienvenida. Tomo el sombrero negro el que tiene una piedra azul al frente, definitivamente es hermoso. 

Al llegar a la planta baja papá sigue en el mismo lugar donde lo deje.  

— Veo que escogiste el que era el favorito  de tu madre. 

— La verdad solo tome el primero que vi. 

— Al menos no eres tan indecisa como lo era tu madre.— niego con una gran sonrisa en mi rostro. 

— Estoy lista padre, ¿iremos al pueblo? 

— No. Antes te quiero mostrar algo.— tomamos la dirección hacia la puerta trasera de la casa. Cuando salimos al exterior nos dirigimos hacia las caballerizas.— Tengo una sorpresa para ti. 

— Espero que me la des ahora, por qué no podre aguantar mucho  tiempo con la incertidumbre.— de ante mano sé que no me dirá hasta que no sea el momento adecuado. 

— Pronto lo sabrás mi amor.— Respiro profundo, cuando quiere puede ser una tumba y una muy sellada. 

— Espero te guste.— Dice mientras con su dedo señala tras mi espalda, doy la vuelta y mis ojos ven a un hermoso semental. 

— ¡¡Oh Dios un caballo!!  ¡¡¡ Es...es hermoso!!!  

— Es una yegua. 

— El sexo no importa, es...hermosa. ¡¡¡Gracias!!! ¡¡¡Gracias papá!!!.—Exclamo eufórica.— Eres el mejor. 

— Ya...ya, mejor ve pensando que nombre le pondrás. 

— No sé, tendré que pensarlo. Por qué el nombre que elija será para siempre. 

— Sabes esta se la compre a un buen amigo. 

— ¿Que amigo? 

— A los Herderson. 

— Los del Rancho Strong. 

— Si, el hijo de mi amigo me ayudó a escogerla.— Me informa despreocupado.— Ok. Monta a tu nueva adquisición, que tenemos que ir a echarle un ojo a unas tierras al linde de las nuestras. 

— ¿Piensas comprarlas? 

— Si. Pero todo dependerá si llegamos a un buen acuerdo con los Herderson que también están interesados en estás. 

— Tendrás que dar una buena oferta si te quieres quedar con la propiedad papá.— Solo veo como papá se está riendo de lo que acabo de decir. 

— Ya veremos...ya veremos. 

— ¿Papá no era más sencillo ir en auto? 

— Quiero que conozcas como la palma de tu mano, la tierra en la que naciste y heredarás en un futuro. Vamos muchachos tenemos que regresar antes de la comida.. 
— Tienes razón padre.— tardamos como cuarenta minutos en llegar hasta el lugar. 

Definitivamente ahora entiendo por qué mi papá quiere comprar este lugar. Es precioso. 

— Padre el lugar es hermoso, aunque la casa se ve un poco vieja. 

— Si la compro tendremos que demoler todo. Sabes aún tiene una cocina a leña.— Eso si que es antiguo. 

— Quiero una fotografía de eso. 

La casa está a un soplido de caerse en pedazos. Según lo que mi padre me contó el dueño la abandonó cuando murió su esposa, no se preocupó por darle mantenimiento cada cierto tiempo. Hasta hace poco su hijo le pidió que la vendiera y así no tener nada que lo ate con el pasado.  

Estaba por salir por la puerta de la cocina, cuando tropiezo con un cuerpo estoy por maldecir cuando una voz llama mi atención.  

— Mira a quien tenemos aquí. Si es la reina la que decidió bajar a saludar a los plebeyos y aparte invade propiedad privada— No voy a caer en su juego. 

— Hola.— respondo.— Permiso. 

— Tienes prisa reina. 

— ¿Qué haces tú aquí Drew? 

— Vine a ver la propiedad con mi pa... Con mi patrón. 

— Oh... Se me había olvidado que el señor Herderson es tu jefe. ¿Vino el hijo de tu patrón? 

— ¿Lo...lo conoces?— es mi imaginación o él está nervioso. 

— Si, lo vi en el pueblo la primera semana que llegué.  

— No él no pudo venir. 

— Mejor. No me cae bien. 

— Y eso ¿a que se debe? 

— Bueno el día que me ayudaste con la rueda del auto pude observar que es de esos tipos que no les gusta ensuciar su traje caro. 

— Él no es así. 

— Si tu lo dices. Tengo que irme. 

Rodeo la casa y llegó hasta donde deje mi yegua. Aún no sé cómo la nombraré, acarició su cuello. 

— Qué nombre te quedará bien...estoy muy indecisa. 

— Por qué no la nombras reina, le queda bien.— llevo una mano al pecho. Que susto me ha dado. 

— Mejor vete Drew. 

— Tienes miedo que tu padre te vea cerca de un peón. 

— Tú si que hablas idioteces. 

Como puede pensar que me daría pena que me vean con él. Dios si es guapísimo. Y si es por la falta de dinero, yo no tengo dinero el dinero es de mi padre él a trabajado para tenerlo yo no tengo nada. 

— ¿Por qué me molestas tanto? 

— Quieres saber la verdad.— asiento.— por qué no puedo sacarte de mi cabeza lo he intentado por tres semanas y nada funciona.—de repente tengo la garganta seca y un nudo en mi estómago.— te he observado desde lejos.— lleva su mano a mi mejilla.— te he visto dormir por las noches. Pero hay algo que muero por hacer. 

— ¿Que...?—  No terminó de formular la pregunta cuando sus labios están sobre los míos. 

 




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