Capítulo Díez: Celos
Andrew.
Observo como Isabella se está quedando dormida, supongo que es el momento perfecto para salir de su habitación pero ella se apodera de mi brazo derecho y por visto no pretende soltarlo. Murmuró una maldición por lo bajo.
Tendré que esperar unos minutos más hasta que ella misma suelte mi brazo para poder levantarme de su cama sin necesidad de despertarla. Acomodo mi cabeza en la almohada y sin planearlo el cansancio diario me pasa factura...me quedo dormido.
Abro mis ojos pero la luz me hace cerrar mis ojos y parpadear un par de veces antes de acostumbrarme a la claridad. Estoy un poco desorientado...esta obviamente no es mi habitación, cierro los ojos y recuerdo que aún no me he marchado de la habitación de Isabella, el cuerpo prácticamente encima del mío, lo confirma. Veo la hora en el reloj de la mesita de noche son las dos de la madrugada
Con mucho cuidado bajo de la cama y busco el interruptor para apagar la luz de la habitación. Ya me estoy cansando de subir y bajar este árbol. Debería de conseguirme una escalera para que se me haga más fácil subir.
Mi caballo esta a unos trescientos metros de la casa. Llegar hasta ahí es sencillo porque tengo un pequeño aliado. Aunque más que aliado sería un empleado con la cantidad que le hago llegar, en estos últimos días.
Mi celular vibra, leo el nombre de mi primo antes de responder.
Sé muy bien que solo me llama a esta hora para que mande a alguien por él a la ciudad o algún pueblo vecino donde estuvo de fiesta. Respondo de una vez.
—Dime.
—Pri... primo. ¿como estás?— llevo mis dedos a mi frente y masajeó con ellos.
—Bien.—gruño la respuesta.— y tú ¿donde estás?
—Yo...Estoy de fiesta ¡Me acabo de casar!
—¿Que mierda has dicho?
—Shhh...Yo...Yo fui el primero y me tenía que comportar como un caballero y casarme con ella...si...si señor.
—Benjamin Guillerme Koch Herderson. Hoy en día ni una mujer pasa de los diecinueve siendo virgen o pura. Seguro solo fuiste un poco brusco y la lastimaste. No es necesario que te casarás.
—No...no pri...mo la hice mía...es mía. Yo la vi primero
—Quizás solo fue casualidad y le bajo el periodo justo en el momento que sacabas tu pene de la vagina de esa mujer.
—Primo ella dice... que me ama...y es muy bonita y apasionada...me gustó tener sexo con ella.
—Solo ama tu dinero, no te dejes engañar. Dame tu dirección.
No puedo creer que él, el rey de las fiesta fue a caer de esa manera tan penosa.
—Ella...no es como...tu ex-Prometida.
—Pero por su sangre fluye la ambición. No puedo creer que te dejaras engatusar por una arribista, solo quieren el dinero y el estatus que puedes proporcionarle. Además ningún juez en su sano juicio los casaría sin tramitar una licencia matrimonial. No es válido.
La llamada finaliza y no sé en que lío se ha metido Guillerme esta vez, solo espero que sea una broma y no haya cometido la estupidez de casarse con una mujer igual o mas que interesada que la que yo conocí.
Subo a mi caballo y cabalgó a toda prisa hasta mi rancho. Tendré que ir a buscar a ese insensato. Dejo mi caballo en los establos, necesito llamar a mi abogado para que se haga cargo de resolver la estupidez que acaba de hacer mi primo.
Isabella.
Darle de comer a las gallinas no es un trabajo muy duro, me entretiene ver como el picotean su comida y una que otra se pelean por ella.
—Hija iremos por la pintura. ¿Quieres que te traigamos algo?
—Si...no...bueno si.
Si necesito algo del supermercado pero me da un poco de pena pedirle a mi padre que compre tampones para mí. Aquí son muy tontos y de seguro ven medio raro a mi padre, si lo ven comprar cosas femeninas. Y de seguro no tardará más de diez minutos en saberlo hasta la dueña de la librería.
—¿Puedo ir contigo?—asiente—Necesito comprar de algunos productos.
—Pues vamos.—dejo el cesto con granos para las gallinas en el suelo y sacudo mis manos, las limpio en mi pantalón.
—Tengo la tarjeta en mi habitación, espérame en la camioneta. Ire a traerla.
—No pierdas tiempo hija, yo pagaré lo que necesites.
—Ok.—camino junto a él hasta la camioneta.—¿Padre hacia donde ibas hoy tan temprano?
—Un viejo amigo necesitaba saber cierta información que él ignoraba.
—Oh.
****
Llevo casi diez minutos parada frente al súper y mi padre simplemente se esfumó.
Hace un minuto le marqué a su celular y solo me mandó a buzón. ¿Será que fue a otro lado?
Decido caminar un rato por el pueblo. Papá me comentó que hace un par de años el alcalde construyó un parque a dos cuadras de la biblioteca del pueblo. No creo que alguien me haga daño. Además está frente a la oficina del alguacil del pueblo.
Necesito invertir mi tiempo en algo productivo, ya tuve un mes de vacaciones. Cuando vivía en California ayudaba a mi tía con los eventos de caridad...Pero eso ya es parte del pasado.
Saco mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón y nuevamente marcó el número de papá y nada. Se le olvidó que venia con su hija.
Me canso de caminar por el parque y decido buscar una banca en la que pueda descansar un rato, pero no veo ni una. Camino hasta el quiosco para sentarme en las gradas.
Un suave llanto llama mi atención. Lo busco a mi alrededor y cuando encuentro al causante de este, me oprime el corazón. Nunca me gustado ver a una chica llorar. Y eso me motiva levantar mi trasero de la grada y caminar hacia ella.
—Hey todo estará bien.—Me atrevo a decirle.
—No. Todo se fue a la fregada. Él hombre que quiero se casó...se casó con otra sin siquiera saber que lo quiero.—eso es triste.—Nunca me considero una opción...fui tan ilusa.