Un verano inesperado

∞Capítulo 3: "Peligros"∞

—¡Hola! —exclamó una señora con emoción en el comedor. 

Mi mamá se quedó extrañada pero le siguió la corriente. 

—Hola —saludó con una sonrisa.

—¿Acaban de llegar? —preguntó. 

—Sí, apenas hoy —dijo mi mamá.

—Me alegro de que estén aquí —dijo con la misma emoción—. Me llamo Karen, mi esposo Sergio y mi hija Carolina —dijo.

—Yo me llamo Estela, mi esposo Julio y mi hija Leila —presentó mi mamá.

Ni siquiera prestaba tanta atención a lo que decían mis papás y esa señora, mi atención estaba en Paul, estaba en otra mesa con su papá y yo no podía evitar mirarlo. 

—Hija —dijo mi mamá despertándome de mis pensamientos. 

—¿Qué pasó? —pregunté rápidamente.

—Ve a conocer a Carolina, se pueden hacer muy amigas —dijo. 

—No lo sé, no me dan ganas. 

—Vamos, ve —ordenó.

—Está bien, tú ganas —dije y me levanté sin ganas.

Carolina estaba sirviéndose de comer, así que aproveché a agarrar mi comida y tener una conversación con ella. 

—Hola —saludé.

—Hola —sonrió. 

—¿Eres Carolina? —pregunté.

—¿Nos conocemos? —preguntó frunciendo el ceño.

—No, pero nuestras familias ya —dije.

Ella miró y sonrió. 

—Por fin hablan con otra familia, pensé que no hablarían con nadie, venían con el pensamiento de que solo eran vacaciones y sin amigos de por medio —dijo Carolina. 

—Pues el lugar está bonito —dije.

Mis ojos se posaron en Paul y sonreí, realmente ese chico me traía hipnotizada y no sabía por qué. Alguien me había roto el corazón y alguien llegó a curarlo sin que se diera cuenta.

—La verdad sí, está increíble, dan ganas de hacer caminatas por toda la selva —dijo. 

—Apoyo tu idea, deberíamos hacerlo —opiné.

—Te avisaré —dijo y rio.

Agarramos nuestros platos con comida y nos fuimos a la mesa, nuestra familia se fue por su comida y ambas nos quedamos a platicar un rato más.

—La otra familia son muy buena onda, deberías conocer a su hijo, es tan divertido —sonrió.

—¿Te gusta? —pregunté.

—Para nada, hay otro chico que me gusta y realmente no descansaré hasta conseguirlo —dijo.

Quería preguntarle quién pero nuestra familia llegó y nos interrumpió. Me agradaba hacer amigos, al menos no estaría sola en todo el viaje. 

—¿Cómo se llamará el otro chico? —pensé.

Un nuevo día comenzó y desperté muy temprano porque quería salir a correr y conocer un poco la selva, había escuchado tanto de ella y por fin estaba ahí, así que debía aprovecharlo al cien. Me puse mi blusa deportiva y mis leggins negros, junto con mi suéter amarrado en mi cintura, al final mi par de tenis. Me amarré mi cabello como una cola de caballo y salí de la cabaña con cuidado, no quería despertar a mis papás. Me puse mis audífonos y puse música, luego puse mi celular en mi bolsillo y me fui corriendo. Había un camino y trataba de no meterme entre los árboles porque no había cómo correr ahí, podía caerme o encontrarme con cualquier cosa que me diera miedo. Me metí en otro camino y seguí corriendo, realmente estaba muy bonito el lugar, el olor fuerte me atraía y me dieron ganas de entrar a la selva y perderme, lo malo es que no sabía cómo volver, así que esa idea se fue de mi cabeza. El camino se cerró y sin darme cuenta ya estaba dentro de la selva y no había otro camino, literalmente no había camino de regreso. Miraba a todos lados y me asustaba más porque lo único que veía eran los árboles y demasiada tierra, no estaba ubicada y tenía miedo de no poder regresar. Me quité los audífonos y de pronto escuché un rugido, me asusté demasiado y me tiré al suelo, tenía que esconderme porque había algo y no quería descubrir qué era. Se escuchaban pasos y yo me asusté demasiado porque rápidamente pensé que era algún animal. Como me hubiera encantado haberme equivocado.

La selva estaba conocida por tantas historias, pero también porque en él habitan demasiados animales, uno de ellos es el jaguar, muchos decían que tuviéramos cuidado porque no se podía entrar en algunas partes de la selva porque ahí se encontraban esos animales. Los rugidos se escucharon más y cuando me asomé logré ver su piel, estaba concentrado en otra cosa y yo estaba asustada porque no quería morir tan joven. Cuando pensé que ya había muerto y que era mi fin, pasó algo que jamás olvidaré, algo que nunca podré dejar de agradecer y que significó mucho para mí. Paul apareció de la nada y distrajo al animal sin que él supiera que estaba ahí, por eso el jaguar estaba concentrado en otra cosa cuando me lo encontré. Salimos de esa parte de la selva y yo me sentí mucho mejor. 

—¿Por qué entraste ahí? —preguntó Paul.

—No sabía que no podía —justifiqué.

—Hay un letrero gigante. 

—¿Qué? Te juro que no lo vi.

—Al menos logré sacarte de ahí, sino estaríamos muertos los dos —dijo. 

Reí. 

Gracias a él yo seguía viva y era algo que me hacía interesarme más en él.




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