—Andrea, te juro que no puedo con la culpa —sollocé.
—Leila, tienes que calmarte —dijo.
Me sentía tan mal, así que le hablé a Andrea para que viniera a mi casa, necesitaba hablar con ella.
—Es que no puedo asimilarlo, tenía una oportunidad de estar con él y la arruiné —dije.
—Leila, ya no puedes cambiar el pasado, tienes que vivir con eso y seguir adelante.
—Andrea, lo extraño de la manera más fuerte.
—¿Pero qué puedes hacer? —preguntó.
Sabía que nada.
—Leila, tienes que estar bien, ya no puedes hacer nada, es horrible pero debes seguir —dijo.
Me abrazó y así estuvimos todo el día, yo sufriendo y ella tratando de animarme.
Un nuevo día comenzó y yo me sentía mal todavía, era horrible querer algo con todo tu corazón pero no poder tenerlo. La distancia entre Paul y yo estaba muy fuerte, lo extrañaba mucho y tenía tantas ganas de decirle que todo fue un error, que lo que pensaba estaba mal, que no fueron así las cosas. Quería que supiera que todavía lo amaba, que no dejaba de pensar en él y que los sentimientos por él todavía seguían ahí.
Terminé de darme un baño y luego me sequé rápidamente, me puse mi ropa interior y finalmente la ropa que usaría, que era un vestido floral y mis tenis. Me peiné y luego bajé con mi mochila, mis papás estaban desayunando y yo me uní con ellos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó mi mamá al verme.
—¿De qué? —pregunté.
—Te ves muy extraña —dijo.
—Estoy bien, solo no dormí bien.
Desayuné rápido, no quería seguir escuchando las preguntas de mis papás, no quería que supieran que extrañaba a Paul y que tuve algo con él.
Salí de mi casa con mi bicicleta y así me fui, aumentando la velocidad para sentir el viento pegando mi cara, era muy placentero cuando me sentía mal. Llegué a la escuela y Andrea estaba ahí, siempre llegaba temprano.
—Leila —saludó con una sonrisa.
—Hola —sonreí.
—Oye, acabo de preguntar y nos dijeron que podíamos pedir permiso para faltar a clases —dijo.
—¿Para qué quieres faltar a clases? —pregunté frunciendo el ceño.
—Para organizar lo de la fiesta —dijo.
Por un momento había olvidado eso.
—Es cierto —dije.
—¿Lo olvidaste? —preguntó.
—Creo que sí, pero ya recordé —dije.
—¿Te sientes bien? —preguntó.
—Claro que sí —sonreí.
Quería ir a la cancha a ver todo lo que podría hacer, así que Andrea fue a buscar a los maestros para decirles que yo faltaría a sus clases. Ya quedaba menos de una semana y teníamos que empezar a ver todo.
La cancha estaba grande y podíamos hacer muchas cosas ahí, solo que no se me ocurría alguna temática. ¿Estilo ochentero? ¿Estilo mexicano? No lo sabía y me preocupaba demasiado.
El tono de llamada de mi celular comenzó a sonar y yo contesté sin ver.
—¿Hola?
—-Leila —saludó Ángel.
—¡Ángel! —dije rápidamente—. Perdón, contesté sin ver.
Rio.
—¿Cómo estás?
—Muy preocupada —dije.
—¿Por qué?
—Tengo menos de una semana para poder tener listo lo de la fiesta, pero no se me ocurre alguna temática, tengo la mente en blanco —dije.
—Se te tiene que ocurrir algo, eres buena en eso.
—Ahora mismo no lo creo, en verdad no tengo nada en mente —dije con tristeza.
—Creo que ya sé por qué y por eso te hablé.
—¿Por qué?
—Te quiero pedir perdón por la llamada de la otra vez, no quería que te pusieras mal —dijo.
—Ángel, no te preocupes, solo me sentí un poco mal por lo que pasó, no sabía nada.
—No quería contarte, pero tenías que saberlo, merecías saberlo —dijo.
—En verdad te agradezco por contarme, ahora es muy tarde, pero ya pasará, será temporal.
—¿Estás segura?
—Muy segura —sonreí aunque no me viera.
—¿Sabes? Me puse a recordar la selva, todo lo que hicimos, todos los momentos que pasamos juntos entre risas y conversaciones —dijo—. ¿Recuerdas la primera fiesta que hubo en el salón principal? Quería conocerte, pero nunca tuve esas ganas de conocer a nuevas personas, hasta que te vi sola ese día, sabía que tenías algo y por eso te hablé —dijo.