Capítulo 2:
[Dakota]
Estaba que me llevaba el demonio, no había podido dormir luego de discutir con mi imbécil hermano. ¡Lo odio! En serio, no se hacéis una idea de cuanto. Ahora debía ir al trabajo con un humor de mierda y era gracias a Billy. Frunzo mis labios, mientras bajó las escaleras y entró en la cocina.
Moría de hambre y necesitaba una taza de café; sería mi gran sostén en este día. La cafeína era mi fuente de energía, cuando estudiaba en el insti y tenía exámenes importantes; ese líquido oscuro era mi mejor aliado. Gracias a él, no me dormía en medio de clases o estudiando.
Me sirvo un poco en mi taza favorita, mientras muerdo una tostada que acabó de hacer. Tomo asiento en uno de los taburetes, junto a la mesada. La casa daba asco y ya me imaginaba que regresaría a ordenar; como siempre sucedía. Mis padres, supongo regresarían a la noche. No he hablado con ellos y si lo hiciera; les diría que han criado un cavernícola por hijo. Suelto un suspiro, mientras doy otro sorbo a mi café.
O quizá me pondría a llorar al teléfono, en vez de deciros eso.
La discusión con Billy, aun resonaba en mi mente. Sabe que la sola mención de su nombre, me hace mal. Le extrañaba tanto, me hacía falta de verás.
» Tenía tres pares de ojos puestos en mí, ya sabía lo que vendría a continuación.
—¿Qué demonios sucede contigo? —me espeta, mi hermano—, ¿Cómo se te ocurre intervenir en un pelea? ¿Te has vuelto loca, acaso? ¡Dakota, podría haber sido peor; que un puñetazo en la nariz! —exclama irritado—. Además, te lo has llevado al baño. ¿Eres tonta o que? —inquiere brusco.
Llama a la calma, llámale.
Respiro con profundidad.
—¿Por qué habéis peleado? —ignoro las tonterías que ha soltado y voy directo al grano.
Frunce sus labios, reacio a responder. Perfecto. Posó mis ojos en Aarón y le sonrío de manera malévola. Él hablará.
—Aarón —comienzo y por su parte aparta su mirada de mí—. ¿Por qué han peleado? —pregunto y se muerde su labio inferior, esta luchando por soltarlo o no.
Le insisto con la mirada y me mira exasperado; por mi jodida insistencia.
—¡Bien, te lo diré! —me espeta, cansado de que le miré de ese modo—. Pues que un amigo de Holland, ha dicho que eres una rara; además de una pringada. Así que no le ha sentado bien a Billy y menos a mí; ni a Jake. Eres nuestra pequeña, ¿vale? Así que le hemos plantado cara y Christopher ha lanzado el primer golpe; por defender al imbécil de su amigo —explica y yo niego.
—Que les den —digo—, A mí no me importa lo que se diga, seré una rara o una pringada. ¿Y qué? No por eso debéis iros a los puños, ¿entendéis? No podéis entrar en su juego, si les gusta hablar de mi; perfecto. —añado, intentando dar por zanjado el asunto—. Vayamos a dormir, tengo trabajo —les recuerdo.
Pero claro, Billy no daba por terminada la conversación.
—¡Deberías enfadarte, maldita sea! ¡No eres una rara y mucho menos una pringada! —empieza—. No pueden venir a mi fiesta y reírse de tí en mis narices. Le he prometido a Nolan, que te protegería y eso haré —me recuerda y su sola mención; me pone mal.
—Cierra la boca —pido de mala manera—. Sabes que no puedes nombrarle —mi voz comenzaba a temblar. Mierda. Si continúa con esta conversación, no podré aguantar mi llanto incontrolable.
—¡Yo también le extraño, Dakota! —eleva su voz—. No podemos pasarnos la vida sin mencionar su nombre, hay que superar que le hemos... —no permito que continúe.
—¡Largo! —mi voz sale casi en un susurro, intenta volver a hablar—. ¡He dicho que te largues, Billy! ¡No quiero seguir oyendo tus estupideces! —grité, controlando el llanto. Maldición.
Aarón es quien comprende que la mejor opción es dejarme sola, posa una de sus manos en el hombro izquierdo de mi hermano.
—Vayamos por unas cervezas —le pide y él asiente cabizbajo; sabía que lo arruinó.
Los tres salen de mi habitación, sin dirigirme una sola mirada y en cuanto la puerta se cierra tras ellos; me permito derramar esas lágrimas traicioneras. Sé que mi manera de superar lo sucedido no era la mejor, ¿pero que más podía hacer? Ya no le tenía, me había sido arrebatado. Joder.
Me tire sobre mi cama y me acomode en posición fetal. No podía parar de llorar y no lo haría por un buen rato. «
—Buenos días —Aarón entraba en la cocina, con su cabello suelto.
Suspire con profundidad, quizá aún no superaba mi flechazo por él; del todo. Me regaló una radiante sonrisa y con ello mi mal humor se desvaneció. Ese era su efecto en mí, genial.
Se sirvió un enorme tazón de cereales y leche; lo devoró sin demora.
—¿Sigues molesta? —quiere saber y me observa esperando una respuesta.
Me encojo de hombros.
—Tal vez —miento descaradamente, porque no era así. Ya no estaba molesta, su sola presencia logró que estuviera de buen humor en un instante.
—Perdónale, en ocasiones no piensa que sus palabras o acciones pueden lastimar a los demás —me asegura—, Sé que lo sucedido hace un año, los ha marcado; ¿vale? Que no es fácil hablar de ello, ni el mencionar su nombre. Pero debéis uniros y superar... —se corta a si mismo, cuando comprende lo que diría—. Tú me entiendes —dice luego de unos segundos pensando sus siguientes palabras.
Asiento, mientras doy otro sorbo a mi café. Lo entendía, vale. Pero no era fácil, al menos para mí. Mis padres y Billy en cambió, ellos lo tenían mejor controlado. Habían aceptado lo sucedido demasiado bien o quizá me parecía que fuese así. Pero yo era diferente, no me era fácil en absoluto. El solo recordarle dolía un infierno. Suspire con pesadez y apoye mi mejilla derecha en mi mano.
El silencio reinó en la cocina, aunque no me importaba romperlo. Ahora sólo deseaba ir al trabajo y olvidar lo sucedido. Distraerme aunque fuese solo un poco. Miré la hora en mi móvil y supe que debía irme; si quería llegar puntual. Bebí el último sorbo de café, para luego levantarme de mi asiento y caminar hacia la salida de la cocina.