Llegué tan rápido como pude. El colegio realmente es cansado, y las multiplicaciones eran verdaderamente aburridas.
—¡Llegué! —grité tan pronto crucé la puerta. Quedaba almorzar y subir de frente a mi habitación para la rutina de todos los días.
—¡Bienvenida, hija! —gritaron mis papás. Mi papá se acercó y me cargó luego de quitarme la mochila.
Cuando me cargó, como siempre, me llenó de besos la cara. Por encima de su hombro, busqué a mamá, que me saludó cuando llegué pero no me recibió en la puerta. La vi, estaba en la cocina. Ella se dio cuenta de que la miré y me devolvió una hermosa sonrisa, típica de ella. Mi papá me bajó y corrí a abrazar a mamá.
—Hola, mamá. —corrí hasta llegar a ella y le di un enorme abrazo, ella me lo devolvió.
—Jajajajaja. ¿Qué tal la escuela, Mariel? —la típica pregunta de toda la semana que solo me libraba de escuchar los fines.
—Aburrida. —me retiré del abrazo y me senté en la mesa—. No me gusta que me pregunten, saben que no me gusta la escuela.
—Jajajaja, Mariel. —Ahí iba mi papá—. Tenemos que saber cómo te sientes con tu aprendizaje. Si algo te pasa en el colegio…
—Tengo que avisarles de inmediato. —terminé por él, siempre era lo mismo.
—Exacto. —asintió con la cabeza.
—Bueno. —alargué la "o" final para que me prestaran atención—. Mamá, papá, siempre he pensado en lo genial que sería tener una hermanita. ¿No sería increíble? —los miré a ambos, luego de que papá decidiera ir a la cocina junto a mamá.
—Bueno, Mariel, tú siempre has sido nuestra única y especial hija, ¿no es así, Jonathan? —dijo mientras traía los platos con su deliciosa comida y dejaba a papá en la cocina buscando los cubiertos.
—Sí, eso es cierto. Pero sabes, si algún día llegara a suceder, serías una gran hermana mayor, Mariel. —dijo acercándose luego de encontrar los cubiertos.
Yo me levanté para traer los individuales para los tres.
—¡Lo sé! Y tengo suerte de tener a mis mejores amigos para acompañarme, especialmente a Nika. Ella es tan encantadora y graciosa. Siempre nos divertimos juntas. —sonreí recordando que jugamos cartas en el recreo. Acomodé a cada uno de los individuales en el lugar de cada uno.
—¡Es verdad! Y recuerdo cómo desde pequeña solías escuchar los sonidos de bebés riendo desde el piso de nuestro dormitorio. ¿Recuerdas, Jonathan? —realmente las mamás tienen una excelente memoria al momento de recordar lo más mínimo que les pasa a sus hijos de pequeños.
—Sí, esos sonidos siempre te han alegrado, ¿verdad, Mariel?
—¡Sí! Siempre me han traído una sensación de alegría y calma. Por eso, cuando vuelvo del colegio, siempre me tumbo en el suelo y pongo mi oreja cerca para escuchar. Es como si esas risas me animaran todos los días. —terminando con eso, nos sentamos en la mesa para la tan llegada hora de comer.
Editado: 25.05.2024