Un viaje sin destino

UN SALUDO DISCRETO

Al fin me había llenado de valor y salí en tu búsqueda, pues mi corazón ya no podía estar lejos de su amada, cruce la calle y te mire parada en una esquina, mis piernas empezaron a temblar y mi boca no podía pronunciar palabra alguna, el valor se había ido, un cobarde sin remedio era yo en ése entonces. Pero como si tú hubieras escuchado las súplicas de mi corazón, caminaste hacía mí, y con un simple Hola hiciste estremecer todo mi cuerpo, para entonces yo ya te amaba,

– ¿Necesita usted algo? Preguntaste.

Era obvio lo que necesitaba, necesitaba tu amor, necesitabas oír tu voz cada mañana despertando junto a mí, sonreí tímido y expectante a tu reacción.

– ¡ hace mucho frío ! Respondí, pero la verdad no sentí frío, pues tu cálida mirada me bastaba para sentirme bién.

Desde ese momento sabía que mi vida no volvería a ser la misma, pues me había enamorado y estaba dispuesto a vivir bajo tu encantadora rareza. En un principio dude sobre si debía ir tan rápido, pues para mi, éste era un nuevo sentimiento, pero soy de las personas quienes piensan que la vida debe vivirse sin titubear y tu bella mirada me impulsaba para seguir adelante.

–¿Quiere usted que sea su compañía en ésta noche fría? Pregunté.

Pero no me respondiste, solo una hermosa sonrisa me diste por respuesta, ya no había vuelta atrás, pues ahora me tenías a tus pies. 

Siempre me había preguntado que se siente estar enamorado, y aunque la sensación es tan extraña e indescriptible se podría decir que es lo más próximo a  volar por los cielos, tocando las nubes y sintiéndose libre. Aquella noche fria, llena de coincidencias, navegue por los cielos y mares del amor, teniendo en mente un único destino, estar a tu lado, no entiendo mucho de estas cosas pero contigo quería conocerlo todo. Recuerdo que te tome de la mano y te acompañe hasta tu casa, cuando estuvimos cerca, después de haber platicado infinidad de cosas te despediste con un beso en la mejilla, quizá para ti solo significaba un gesto de una cordial despedida, para mi significó el inicio de una larga espera hasta el momento en el que volvería a verte. Con las manos entre mis bolsillos me dirigía hacia mi casa, pues estaba agotado tras un largo correrio por la ciudad, no podía dejar pensar en tí, había sido tan estúpido que ni siquiera pregunté por tu nombre, pero algo si sabía y era que te quería devuelta, sosteniendo mi mano por toda la eternidad. Te juro que durante toda esa noche no paré de pensar en ti, y aún estando dormido siempre estuviste en mis sueños, me desperté temeroso en la madrugada, mi angustia era tan grande que me levanté y empezé a caminar como un loco por toda la casa, a cada paso haciéndome la misma pregunta,¿ te volvería a ver?.

La angustia que siente un hombre enamorado es tan grande, que el insomnio es entonces su  única compañía durante cada noche.

 

**

Con el último aliento, nuestro amor se despedía, la sensación era insoportable, pues, ¿Quien puede soportar la pérdida de quien había sido su mayor felicidad?.

Me sentía destrozado, por mi culpa estaba perdiendo el amor que jure proteger toda mi vida, hubiese deseado acabar con la vida del culpable de mi agonía, pero era yo, siempre fui yo, maldito sea díez veces y otras díez veces maldito por haber acabado con nuestro amor.

Tu cuerpo entre mis brazos era todo lo que tenía ahora, pero nada puede hacer un cuerpo sin vida, sin la calidez que irradian sus ojos. Me detestaba, negar mi existencia hubiera sido negar el dolor que te había causado y para mí eso era inolvidable, estaba marcado con la peor marca que se le puede dar a un hombre, la marca del homicidio, pero no cualquier acto de homicidio, el acto de haber destruído el amor por el cual hubiera dado mi propia vida, pero ya nada importa, ahora sólo existe en mis recuerdos.

La tristeza que sentía mi corazón me inundaba de un tremendo odio, me odiaba a mi mismo por ser el causante del final de todo, me sentía impotente, sólo deseaba marcharme lejos y nunca más volver, pero a la ves quería quedarme abrazándote durante la eternidad.

Ya nada podía hacer yo, todo era inútil, con mis desgraciadas manos había destruido lo que durante toda mi vida había anhelado tener.




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