¿un Viejo Vizconde? O ¿un Guapo Libertino?

CAPITULO 1

Regina Blake, hija del séptimo conde de Wartonn. Antes de cumplir los dieciocho años, fue presentada a la gran sociedad Londinense cuatro meses antes de que su padre se enfermara gravemente o mejor dicho, ella hubiese notado aquello que le aquejaba.

Su padre acababa de morir, por lo cual se había apartado de los eventos sociales y con esto le había quitado la debutante preferida a los caballeros, y una gran competencia en el riguroso y cada vez más difícil mercado matrimonial a las madres con hijas casaderas. Su hermano el nuevo conde de Wartonn apenas tenía doce años y se encontraba en Eton. Había regresado a su residencia para estar con su padre en sus últimos momentos, él se había empecinado en quedarse a su lado más tiempo después de la muerte de su padre, pero ella insistió en que no debía dejar el colegio en aquel tiempo y debía de prepararse para tomar sus obligaciones cuando creciera más.

El pequeño Edwards aceptó a regañadientes de aquel suceso ya habían pasado tres meses, y cuatro desde la muerte de su padre.

No iba a negar que extrañaba demasiado a su padre, él y su hermano eran lo único que ella tenía, aunque también tenía a Prudence, a ella la quería como una hermana, su mejor y única amiga.

Pensaba que ya había dejado un poco del pasado atrás, más la muerte de su padre la había hecho pensar en el pasado mucho más de lo que ella hubiese querido.

Regina había perdido a su madre a los ocho años, esta murió debido a una epidemia que se desató en un pequeño pueblo al norte de Hampshire al ir a visitar a unos parientes, ella al verse enferma prefirió quedarse en aquel lugar y mandó a su pequeña hija de regreso a la propiedad de su amado esposo.

El matrimonio de ellos había sido de aquellos raros matrimonios por amor, como él lo describiría en su lecho de muerte, su madre fue y sería el único amor de su vida 

« Tu madre pudo quedarse poco tiempo a nuestro lado, pero me dejó los regalos más preciados.  A ti mi querida Regina y al pequeño Edwards, ambos son la muestra de que nuestro amor existió, de que no fue un hermoso sueño, ese amor seguirá existiendo eternamente en ustedes» 

Reggie, no me arrepiento de nada. Viví una buena vida, tuve amigos, me enamore como un demente y me alegro por ello, los tuve a ustedes y fui feliz al igual que tu madre. Aun recuerdo lo que Helen me dijo antes de casarnos: « no importa cuánto tiempo estemos juntos, prefiero un matrimonio corto, pero muy feliz que uno largo y lleno de tristeza, pero sé que a tu lado solo encontrare la felicidad»

De lo único que puedo sentir remordimientos, es de dejarlos ahora, pero mi partida es inminente. Sé que Edwards se convertirá en un buen conde, es un buen niño, Helen estaría contenta de ver cómo ha crecido y de ti Reggie — hablo débilmente — sé que serias su mayor orgullo como lo eres para mí, te has convertido en una dama preciosa, lamento no poder acompañarte ni cuidar de ambos más tiempo, pero Helen quiere que vaya a reunirme con ella, ya me ha esperado demasiado...

Dios sabe que ella detesta que yo llegue tarde.

Encuentra a alguien que te amé de verdad... que te pueda dar el hogar que te mereces... Que te haga feliz...

Con aquellas últimas palabras, Augus Blake, el séptimo conde de Wartonn había partido.


Echarse a llorar era algo inevitable, él ya había partido. La había dejado al igual que su madre hace tantos años, los habían vuelto a dejar solos, el único consuelo que ella sentía en aquel instante era la esperanza, tal vez para algunos absurda, pero esperaba que el deseo de su padre se cumpliera y se encontrara con el único amor de su vida, su adorada Helen, su dulce madre y pudieran ser felices una vez más juntos aunque lejos de ellos.

La sociedad Londinense recibió con tristeza la noticia de que el respetado conde Wartonn había fallecido, no tardaron en demostrar su abatimiento con visitas excesivas, algunas de las más incordiantes.

A veces se preguntaba que podía esperar en aquella sociedad donde lo más importante era mantener la reputación, donde todos eran juzgados de manera constante, por más que su mayor anhelo fuera lanzarse a su habitación a llorar  olvidándose del resto del mundo, no lo haría en honor a su padre, ya que sabía que el habría reprobado aquel comportamiento.

Ella seguiría siendo Regina Blake, hija del respetado conde Wartonn.

Aunque en aquellos momentos se encontrase muy sola y abatida.

 

...

 

Su hermano había vuelto a Eton por petición de ella misma hace ya tres meses. Vivía con su tía Charlotte, la única hermana de su padre de cuarenta años que enviudó siendo aún muy joven y tomó la decisión de no volver a contraer nupcias, su esposo había sido un militar condecorado muerto en batalla, al que si no amaba ella tenía la certeza de que quizá quiso mucho o por lo menos lo tenía en estima.




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