-Señorita Venus. Es un placer tenerla aquí con nosotros. Mi nombre es Paolo y por lo que me han dicho, seré su nuevo jefe.
Paolo extiende la mano, estrecha la de Venus y luego se la lleva hasta los labios para besarla. En cuanto Venus vio el gesto, retiro la mano rápidamente y la escondió a sus espaldas.
-Un placer conocerlos, señor Rossi.
-Dime Paolo, señor Rossi es mi padre –dirigiéndose al señor Alberto-. Papá lo está esperando en la bodega. Hay muchas cosas que entregar en Turín hoy. Hable con Paula para que le diga cuáles serán sus habitaciones
Alberto tomó las maletas y se dirigió al fondo de la casa, no sin antes darle un beso en la frente a su hija y susurrarle “Paciencia y control. Ten mucho de ambas cosas”.
Una vez Alberto entro a la casa Paolo y Venus se quedaron en un silencio incómodo. ¿Qué tocaba hacer ahora? ¿Charlar y volverse amigos o como era entonces?
-Creo que iré a buscar a Paula también para que me indique mi habitación –eso fue lo único que dijo Venus antes de irse.
Paolo se quedó pensativo. Tal vez un viaje a caballo por el viñedo, tal vez podrían salir y ver el pueblo y mostrarle todos los lugares donde preferían servir su vino por sobre lo demás. Eran tantas las cosas que podría enseñarle a Venus, solo que no sabía por donde comenzar.
Por otro lado, Venus ya estaba siguiendo a la señora Paula por el piso de arriba en busca de su habitación. Vaya pero que casa más grande, para solo vivir dos personas aquí. Que estupidez. Al llegar a su habitación se encontró un lugar muy iluminado. La cama con dosel en el medio, un baúl al frente de la cama para guardar cobijas; había una puerta que daba a un vestidor, otra que daba a un baño y la causa de la iluminación era por el balcón de la habitación que estaba abierto. Venus se acercó al balcón y todo lo que vio fue el terreno que le pertenecía a los Rossi. Todos esos árboles, toda esa tierra para ser libre… Tantas posibilidades que a ella se le escapaba.
-Signorina –la interrumpió Paula en sus ensoñaciones-. Cuando quiera puede desempacar. La ropa va en aquella habitación. Si quiere ducharse, la puerta de la derecha la llevara a su baño. ¿Hay algo más que necesite?
-No, grazie. Puedo terminar sola aquí.
Pasaban los minutos y Paolo solo sentía desespero, ¿por qué no bajaba para estar con él? Quería mostrarle todo lo que podía ofrecerle, ¿quién podía resistirse a tanta comodidad? Lo que le sobraba era dinero y quería aprovechar eso a su beneficio propio para conquistarla.
Sentado en una tumbona en el área de la piscina mando a llamar a Paula.
-Paula, ¿Qué tanto hace la signorina allá arriba? Buscala y dile que tenemos que comenzar a trabajar ya.
Paolo mandaba. Aunque no sabía bien porqué o para qué. Mandaba a buscar a Venus, pero, ¿para qué?
¿De verdad tenian trabajo o solo era una vaga excusa para verla? A los 10 minutos Venus estaba ya en la piscina. Llevaba unas sandalias trenzadas un vestido de tirantes floreado que dejaba ver sus bellos hombros cubiertos por pecas; no se podía negar tal belleza y sencillez.
-Dígame, señor Paolo. ¿En qué puedo ayudarle?
-Pesaba que podíamos caminar por las viñas. Así conocías un poco el espacio y podíamos conocernos entre nosotros.
-Disculpe, pero su padre dejo dicho que habían cosas que hacer en la oficina de la bodega. ¿No deberíamos ir para allá?
-Deberíamos, pero –Paolo se levantó y tomo ambas manos de Venus, teniéndola de frente para él-, ¿por qué no aprovechar el momento y ver otras cosas?
Venus se deshizo del agarre y fulmino con la mirada a Paolo. Si él creía que ella caería con sus encantos llevados por su fisico, su porte y su dinero estaba equivocado. Ella solo tenía mente para el trabajo y no estaba dispuesta a que un niño ricachon le cambiara los planes de ese verano.
-Si no le importa –agrego mientras iba camino hacia la bodega-, me interesa más comenzar con el trabajo que conociéndolo a usted. ¿Podría guiarme a la oficina o tengo que decirle a Paula que lo haga?
¿Alguien se estaba resistiendo a sus encantos y su dinero? Qué primera vez tan extraña y estrellada. Le habían dado un rotundo “no” de una forma bastante peculiar y profesional
“¿No quiere que nos conozcamos? No la entiendo”