Un vuelo al ¿amor?

Café

Notificación de mensaje entrante. Número desconocido.

Estaba a punto de sentirme como en las series, cuando te avisan que estas a punto de morir. Todo muy dramático, y después llega el momento en donde veo una sombra, me da un paro cardiaco y muero.

Abro el mensaje, preparada para cualquier cosa paranormal.

Desconocido: D0l14RBI1L1WNT

Esa es la contraseña.

J.

Yo: ¿Johan? Como conseguiste mi número.

Desconocido: No se sabe.

Y de esta manera, es como consigues tener más dudas que respuestas. Al menos, no fue nada turbio.

—Ada, es hora de desayunar —dice Katy, al otro lado de la puerta.

—¡Voy!

Me apresuro a tender la cama, para después bajar al comedor. Katy estaba poniendo los platos en su lugar. Momento incómodo, no sabía si sentarme o ayudarla en algo, pero conociéndome, sabía que o rompería un plato o estorbaría el trabajo de la señora Amell.

—¿Podrías buscar a Johan? —pregunto Griselda entrando al comedor—, creo que sigue dormido.

Lo dudo.

—Vale—accedí sin protestar.

Subí las escaleras buscando la habitación de Johan. Caí en cuenta que, Griselda se queda en el cuarto que está pegada a la mía.

Me sorprendió ese descubrimiento, pensé que ese cuarto estaba vacío o era un almacén, no sé, imaginaciones mías. Bueno y ¿Cómo lo descubrí?, no sabía donde quedaba la habitación de Johan y tuve que revisar cada una de ellas a mi paso.

Abrí tantas puertas, y en ninguna había rastro de Johan. Termine enfrente de una puerta a medio abrir. Entre y un olor masculino me dejo embobada. Sin duda necesitaba ese perfume.

Analice la habitación, mis ojos se posaron en algo.

El router.

Ese tenía que ser de Johan. Pero aún no podía confirmar nada, no había nadie dentro de ella. Decidí que debía salir de ahí.

Cuando estaba a punto de volver a abrir la puerta para salir, se escuchó una puerta abrirse. Voltee y vi a Johan con una toalla a la cintura, saliendo de lo que estoy segura, el baño, olía a jabón, cosa que confirmaba mi sospechas. Su negra cabellera, estaba húmeda y desordenada. Trague en grueso y gire la vista.

El póster de Iron Man me pareció una buena distracción.

Iron Man, que guapo estás hoy, ¿Qué tal te va?

—¿Necesitas algo? —pregunto Johan.

Si, el nombre de tu perfume.

No me atreví a mirarlo.

—El desayuno, ya está listo —conteste detallando con mis ojos el póster.

—Bajaré en un momento.

Sin pensarlo salí a paso apresurado. Griselda y Katy nos esperaban con los platos servidos.

Cuando notaron mi presencia no tardaron en sonreírme.

—Dice que ya baja —dije dándoles una sonrisa de boca cerrada.

—Bueno, entonces vayamos adelantando —dijo Griselda—, seguro se tarda en sus cosas.

—¿En sus cosas? — pregunté con el ceño fruncido.

—Si, ya sabes —lo dijo como si fuese obvio—. Olvídalo. Siéntate, comamos por lo mientras.

Tome asiento a un lado de Griselda, ella y Katy, platicaban de visitar a una amiga o algo así, no puse mucha atención. Los huevos fritos y tocino, tenían mi concentración absoluta, el olor que emanaba era delicioso, casi se me olvidaba como se agarraba un tenedor.

—¿Tú que opinas Ada? —pregunto Griselda.

Las miré con los ojos como platos. No entendía nada, más bien, no escuche nada.

—Que sí... —Katy empezó a explicar.

Sus palabras fueron interrumpidas por un chirrido, Johan se sentó a comer. Katy pareció olvidar que iba a decirme, porque regreso a hablar con Griselda, como si no estuviera a punto de decirme algo.

Y yo, por supuesto, me quede con la duda, como siempre. Le reste importancia y me dedique a comer.

Parecía que el mundo estaba en contra de que yo acabara mi desayuno, «Power de Little Mix», sonó escandalosamente por todo el comedor. Levante la mirada apenada. Me levanté y salí de la casa.

«Mamá» decía en la pantalla, debía ser algo importante. Atendí la llamada.

¡Buenos días! —saludo mamá.

—Buenos días —devolví el saludo— ¿A qué se debe tu inesperada llamada? Estaba desayunando.

Ya veo porque el mal humor —rio—, ni modo, es lo que toca Ada.

—¿Sucede algo?

No, solo quería escuchar tu voz.

—Bueno, ya lo hiciste.

Ahora, quiero verte. Quiero ver si mi hija esta enterita, o me la hicieron trisas.

—Mamá...

Prende la cámara, vamos —me animo—, quiero ver a mi hermosa hija.

Di por vencida la batalla y prendí la cámara.

—¿Contenta?

¡Qué guapa mi hija! —exclamo— Cariño, estás guapísima. Es ilusión mía o te crecieron los senos.

—Es ilusión tuya.

Está bien, colgaré. Cuídate mucho, ¡Te amo!

—Chau, te quiero.

Aquí les presento. Una de las llamadas más random de mi madre.

Aprovechando que ya estaba fuera de casa, decidí recorrer los alrededores y de esta manera mantenerme ocupada toda la tarde.

Estaba rodeada de casas con las mismas paletas de colores, azul claro y blanco. Al final de estas, había una pequeña cafetería, con figuras extrañas de colores llamativos, bastante abstracto a mi parecer. Después de este, se encontraban otros establecimientos, apartamentos que lucen con años de antigüedad y áreas verdes.

Tenía dos opciones, entrar a la cafetería y pasar el rato, o regresar porque el sol estaba a punto de ocultarse. Elegí la segunda opción, aunque la primera me gustaba más, sin embargo, la seguridad es primero.

Di media vuelta y casi me estampo con un pecho bien hecho. Levante la mirada, era Johan.

Solté un suspiro agotado.



#17903 en Novela romántica
#3214 en Chick lit

En el texto hay: superacion, amor, romancejuvenil

Editado: 20.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.