—¿Eso es sangre? —pregunto Johan, incrédulo.
—No, no lo creo. Sí, si es...
—¿Está bañado en sangre? —volvió a preguntar, sin poder creérselo.
—Sí —tarde en responder, estaba igual de impactada que él.
Algo que me sorprendieron fueron las quesadillas, pensé que se habían quemado, pero no tuvieron mal sabor.
Y Johan estaba muy orgulloso de su obra. Incluso cuando Katy bajo con Griselda a la hora de cena, él les ofreció quesadillas y les presumió con una gran sonrisa en su rostro, su trabajo.
Supongo que fue su manera de decir: Soy capaz de hacer lo que me proponga y estoy muy contento por ello.
Siendo sincera, solo son suposiciones mías. Nunca dijo nada al respecto, pero por lo menos yo, lo sentí así.
Estando en la cena, Katy me pregunto algo, que me regreso a la realidad.
«—¿Mañana regresan tus padres?»
No supe que responder, revise mi celular. No encontré ninguna llamada perdida, o mensaje de alguno de mis progenitores.
«—Supongo que si —finalmente respondí»
Fue raro, saber que ninguno de mis padres se comunicara conmigo. Solo... Fue nuevo.
Al terminar la cena, Griselda y Katy, subieron.
A mí me pareció extraño, no verlas merodeando por su propia casa.
Entonces, Johan me comentó que Griselda ya tenía sus años y Katy quería pasar la mayor cantidad de tiempo con su suegra —Griselda—, por eso es raro ver a alguna sola. Amaban ver novelas antiguas juntas, salir de compras juntas, cenar juntas, visitar a sus amigos juntas. Todo lo hacían juntas, como mejores amigas.
Al final, sin sueño, ni planes, optamos por terminar la serie que habíamos dejado pendiente desde hace días.
La serie me estaba fascinando y compartirla con Johan hacía que fuera más memorable.
—No me la creo... —dijo él, enfocado completamente en la serie.
—Lo sé... Aunque supongo que es sangre de algún animal.
—No dudo que sea de una persona...
En la mañana, Vincenzo había terminado y no estábamos conformes, queríamos más. Las ganas de dormir se desaparecieron horas atrás.
Estábamos pegados hombro a hombro, mi cabeza recostada en él, tratando de secarme las lágrimas con la manga de mi suéter.
Claro, todo eso mientras nos zampábamos unas bolsas de bocadillos.
Habíamos decido ver una película triste, porque de esa manera tendríamos una razón para llorar. Reí ante su idea y ahí estaba yo. Llorando por personajes ficticios.
Aunque, no fui la única, Johan también lloro.
Estábamos tan emotivos que cuando la pantalla empezó a mostrar los créditos, teníamos la cara empapada de lágrimas.
—¿Qué pasa? —pregunto la abuela de Johan, bajando las escaleras— ¿Ada se va y lloran como magdalenas? Chicos, son vecinos.
Si lo hubiese dicho en otro momento, seguramente me carcajearía.
Seguimos llorando, ignorando su comentario. En serio, la muerte de ese lindo animal nos dejó mal.
—No debimos verla — sollocé.
—Concuerdo —dijo Johan, con la voz temblorosa—. No pensé que acabaríamos así.
—Es que el final —recordé la escena, largándome a llorar con más intensidad—, es demasiado.
El timbre sonó, cosa que a ninguno le importo. Cabía la posibilidad de que fueran mis padres y aun así, me mantuve en mi posición desahogándome.
Me avergonzaba llorar en público, pero al ver a Johan en el mismo estado que yo, me quitó la pena y le resté importancia.
—¡Llaman a la puerta! —nos gritó Griselda, desde lo que supongo era la cocina. Seguramente esperaba que abriéramos— Olvídenlo, iré yo —oí que dijo a lo lejos, dando por hecho que no nos moveríamos, y estuvo en lo correcto.
Pronto, escuche pasos acercándose.
—Amigo —voceo Erick —, hace poco volviste y ya te desapareciste —decía acercándose—. Gio hará... Oh mierda... ¿Tanto me extrañaron?
Johan se había secado las lágrimas y no me di cuenta hasta que me paso una toallita.
—¿En dónde será la fiesta? —preguntó Johan.
Fruncí el ceño, confundida, Erick nunca mencionó algo sobre una fiesta.
—Gio tiene la casa sola por tres días —explicó Erick—, puedes llevar a quien gustes —agregó.
Una vez con la cara seca, me levanté.
—Iré a empacar mis cosas —avisé.
—¿Quieres ir a la fiesta? —me preguntó Johan.
Negué con la cabeza y le dediqué una sonrisa de boca cerrada. Esperaría la llegada de mis padres.
—Si cambias de parecer, estaré aquí, con Erick.
Solo guarde un par de cosas en la mochila, sin embargo, al terminar me quede estática en mi lugar.
No tenía ganas de irme. Para ser honesta, disfrute mucho mi estadía allí.
De repente, llego a mi cabeza una idea. Lo pensé varias veces antes de ponerlo en marcha, le daba vueltas para ver si me arrepentiría en algún futuro.
Johan tal y como lo dijo antes, se encontraba con Erick, en la sala jugando a la Play.
—Vamos a esa fiesta —les dije animadamente.
Qué más daba, iba a ser solo una noche y luego regresaría a mi rutina habitual. Aunque, la última vez termino mal, mantenía la esperanza de que no sucedería lo mismo. Aparte, era bebida gratis, no creía que hubiese contras.
Una vez estando en la famosísima fiesta, Johan se quedó con sus amigos. Tal vez supuso que socializaría o algo por ese estilo. Pero preferí estar en el césped del patio trasero, bajo la luz de la luna, rezando por que nadie haya hecho del baño por ahí.
Tome un sorbo de mi tercer vaso, no tengo idea de qué le mezclaron, pero sabía bien. No considere que fuera muy fuerte, así que, me permití beber más de un vaso.
De repente, alguien cayó a mi lado. Gire viendo a Erick acomodarse.
—Que pasa Ricky —hasta este punto, ya me había pasado de tragos —¿Quieres? —le ofrecí de mi vaso.
—No, gracias.
Parpadee varias veces para verlo mejor, y de la nada, se me salió una carcajada.