Una Amistad Llena de Atracción

Capítulo 7

Escuché como la puerta de mi habitación se abrió, pero estaba leyendo una parte tan importante de la investigación que no levanté la mirada.

Sabía que era mamá, ¿quién más sino?

—¿Nena? —Ella llamó con duda, como si no estuviera segura de si yo sabía que ella estaba aquí o no.

No contesté. No podía. Perdería el hilo de la...

—Nena —continuó, su tono ahora sí entre indignado y molesto.

Ella creía que la estaba ignorando, y no era así.  Era simplemente que cuando te hallabas concentrado en algo tan importante era frustrante que te...

—¡Ohana Valentian Beltrán! —gritó por fin y entonces ahora sí que levanté la mirada cuando escuché sus pasos apretados por la furia venir en mi dirección.

Sonreí grandísimo y la miré.

—¿Si?

Ella se detuvo frente a mí y me miró, de hito en hito, sin llegar a hacer o decir nada. Estaba esperando. Esperando algo.

—¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? —repetí su pregunta como si no entendiera nada y ella entrecerró tanto sus ojos que apenas y pude ver algo de ellos.

Me eché a reír y ella soltó el aire con fuerza y lentitud, como si su organismo necesitara deshacerse de su arrebatado enojo, como si en estos momentos no pudiera con tanto, con nada, conmigo.

Volví a reír y ella rodó sus ojos.

—Estaba leyendo algo importante de una investigación —dije antes de que volviera a reclamar por una explicación a lo que ella consideraba una falta de mi parte.

Cuestión de perspectiva. Su interrupción a mi lectura también era una falta para mí.

—Okey —Suspiró, porque ella sabía perfectamente lo que yo estaba pensando—. Solo quería decirte que Barbie te manda a decir que te alistes. Pasa por ti en... —Miró su reloj—. Cuarenta y cinco minutos —Se encogió de hombros como si nada de esto fuera responsabilidad de ella.

Alcé las cejas.

—¿Por qué?

—No sé —Volvió a encogerse de hombros—. Solo dijo eso.

—¿En serio? —La miré asombrada—. No puedo. Estoy estudiando. ¿Por qué...

—Ya, nena —Mamá me miró como la exasperara un montón—. Arréglate y ya. No sé para qué quiere venir a buscarte y no voy a decirle que no puedes porque ya tú sabes cómo es Barbie —Me abrió sus ojos muy grande, recalcando lo dicho, señal de que ya no quería más protestas y no quería seguir dándome explicación que ni ella sabía.

Suspiré, y ella suspiró.

—Dios, lidiar con ustedes dos es agotador —dijo en tono agotado y yo abrí la boca indignada, pero luego no pude evitar echarme a reír cuando la miré marcharse.

Chasqueé la lengua y aparte la laptop de mis piernas para levantarme.

Intenté estar lista a tiempo, pero escuché el sonido del auto de Bárbara deteniéndose abajo justo cuando estaba poniéndome los jeans.

—¡Estoy en un segundo! —grité desde la habitación y corrí a por mis tenis.

Gruñí. Como me molestaba esto.

—¡Date prisa! —me devolvió Barbie. Ahí estaba. Las prisas. Hacer esperar. Que todo se confabulara para retrasarme más. Que nada colaborara. Que los segundos corrieran más rápidos que nunca y la furia de la persona que esperaba.

No me gustaba que me esperaran porque no me gustaba esperar. Punto.

Me recogí el cabello en lo alto de la cabeza después de ponerme la camiseta y salí disparada por la puerta después de haber recogido mi bolso.

—¡Estoy... —Salté el último peldaño de la escalera y me dirigí rápida a la cocina—. Estoy lista... —Mi vos se desvaneció en la última sílaba cuando miré a Bárbara y a mamá sentadas en los taburetes tomando y comiendo mientras hablaban.

Resoplé y mi flequillo se levantó mientras Belén volvía su mirada hacia mí y soltaba un chillidito que sonó a que se alegraba de verme.

Me eché a reír, encantada.

—Liste —dije de nuevo a nadie en particular y caminé en dirección de Bárbara mientras extendía mis manos para Belén.

—Que preciosa —dije con voz dulce y alargada  mientras la tomaba y la alzaba.

Llevaba un vestido azul con un montón de flores  blancas y rosadas adornando el vestido, un cintillo de goma fina mientras que la rosa que lo adornaba era grande, pero se veía hermosa.

La sandalitas eran una preciosidad y quise comerse sus deditos cuando los miré.

—Preciosa —repetí con suavidad y ella me miró con sus enormes ojos azules enmarcados por pestañas perfectas como si supiera exactamente lo que le estaba diciendo.

Me eché a reír y ella sonrió mirándome todavía antes de soltar un gritito de alegría y sacudir sus manos con puro entusiasmo.

—Es perfecta —Mire a Bárbara para decirle y ella asintió sonriente.

—Como su madre —dijo después y no pude evitar reírme otra vez.

No iba a negarlo. Era la pura verdad.

Mamá vino con nosotras. Y fuimos al centro comercial.

En el mismo momento en que llegamos Bárbara nos condujo a una tienda infantil y comenzó a comprar como si los demás clientes que estaban allí se fuesen a llevar todo y dejarla sin nada. Belén acababa de cumplir su séptimo mes y Bárbara tenía la excusa de que su ropita ya le estaba quedando pequeña.

Barbie y Marco no eran millonarios, pero el trabajo de éste en un bufete de prestigio los acomodaba en una buena posición.

Gracias al cielo, porque yo creo que ese hombre se torturaría antes de no concederle un capricho a Barbie. Y ahora con Belén...

Caminé por los pasillos con Belén entre los brazos y mirando todo pensé en que ya sabía porque Bárbara se volvía loca con esto. La ropa era irresistible, no podía mentir.

Me detuve en las estanterías de los peluches y casi aluciné cuando ví frutitas sonrientes.

Eché a correr y Belén chilló entusiasmada como si eso fuera lo mejor del mundo. Me reí y  miré de arriba abajo en busca de mi fresa.

En cuanto la encontré chillé y di saltitos y Belén se rió como si se la estuviera pasando genial.

Encontré a mamá y a Bárbara en la seción de pijamas y las miré derretirse por una pijama de conejita antes de llegar hasta ellas.




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