En el momento que grito la música se corta y la luz se enciende; cortándole los pasos de baile a todos los presentes que estaban disfrutando de la fiesta. Por inercia, los que se encuentran en la pista miran a todas direcciones hasta dar en nosotros. Un par de parejas se paran para fisgonear mientras otras siguen bailando. Pero la mayoría se arrincona a nosotros rodeándome en un círculo de curiosos por el espectáculo.
Maxwell sale del gimnasio tras Kate dejándome en medio de esa círculo vacío con miradas indiscretas y murmullos que centellean entre ellos. Me mantengo en mi lugar, dejando que el aire salga de mis pulmones con pesadumbre.
Quiero echarme a llorar, pero no puedo hacerlo aquí, con tanta gente mirándome. Los pulmones me arden por la falta de aire y tapo mi boca deteniendo el hipo para comenzar a andar. Inhalo y exhalo obligándome a no soltar lágrima, pero es como si por cada respiro que diera mi corazón se torciera un poco más estrujándolo como a un trapo.
Un nudo se forma en mi garganta, sin habérmelo esperado me han golpeado dejándome una herida punzante. ¿Cuánto tiempo hace que él ya había tomado su decisión? ¿Qué le costaba ser sincero conmigo y ahorrarme el dolor y la humillación de quedarme desolada a la vista de todos? Aprieto con mis manos la tela de mi vestido canalizando el dolor que siento en el pecho, me mantengo unos segundos más al margen de todos sin mover mis piernas de la pista, siendo presa todavía de las especulaciones y murmullos de los estudiantes forman a mis costados. Los que no prestaban atención, ahora lo hacen, y los de que antemano disfrutaban la escena, ahora esperan impacientes alguna clase de movimiento por mi parte.
«No pasa nada. Cálmate. Respira y has como si nada. En un momento todo ya habrá terminado» Pienso, pero cuando me fijo que cada vez es más la gente que recae su atención en mí, dejo de soportar la presión sobre mis hombros y diviso la puerta trasera que lleva a los pasillos. Siento como el estómago me da vuelta y como se me dificulta pensar con claridad con tantas voces y murmullos presente a lo lejos.
Suelto el agarre de mi vestido y mantengo mi vista fija en el suelo, me muerdo el labio inferior que amenaza con ponerse a temblar y comienzo a apartar a los estudiantes que se interponen en mi camino. No quiero formar parte de ningún espectáculo ni convertirme en el comentillo de nadie. Logro quitarme a los estudiantes de encima que enseguida se apartar dejándome la vía libre y salgo del gimnasio a toda prisa. Recorro los pasillos, apresurándome de que nadie me siga y me detengo cuando las puertas de cristal que dan al patio se obstaculizan en mi camino, siento mis ojos húmedos y me duele la vista de contenerlo.
O giro a la izquierda y me enfrento a la posible situación de encontrarme a Maxwell junto a Kate en algún de los corredores enrollándose o sabe que dios haciendo qué, o doy vuelta sobre mis pies y afronto a la realidad de volver al gimnasio bajo la mirada indiscreta del resto.
Ninguna de las opciones me convence. Y termino por tomar la decisión de mandar al diablo todo y salgo al patio junto a la hipotecaria y el rocío helado de la noche que me recibe con su aire gélido dando directo contra mi cara.
Me congelo apenas salgo y el frío de diciembre cala mis huesos hundiéndose en mis entrañas, me refugio entre las escaleras y el techo de entrada, frente a as canchas de fútbol y lacrosse desiertas y blancas.
Coloco mi espalda sobre la pared, y me aferro a mis rodillas mientras dejo caer la frente sobre estas. No, no, joder. Un lágrima cae al suelo y no puedo contener las otras cuando salen disparadas. Mi corazón late mas rápido de lo normal y comienzo a agobiarme por la falta de aire y la cantidad de espasmos que se forman en mi cuerpo.
La música vuelve a retumbar contra las paredes y exhalo cuando me doy cuenta que al menos un mes de preparativos no se habían echado a perder. La fiesta seguía en marcha, adentro del gimnasio todo seguía como siempre. A pesar que para mi, todo ha cambiado.
Llevo mis manos a mis tacones quitándomelos para acariciar las plantas de mis pies, los tenía adormecidos y adoloridos y no sabía si era por estar dos horas de pie con plataformas de dieseis centímetros o por el frío que me los entumece. Cuando me los quito una de las taloneras se rompe. Se quiebra entre mis dedos y deja mis dedos al descubierto.
Resoplo con necedad. ¿Algo más tiene que pasarme?
— Zapatos de porquería — Me quejo botando la suela en el piso. Estornudo cuando mi nariz se congela y me arrincono más contra la columna.
Más que pescar a Maxwell como yo pretendía, voy a terminar pescando una gripe debajo de todo este sereno. Resollo y tapo mi cara con las manos, mi cuerpo se congela y hecho un resoplido.
— ¿Por qué no entras si tienes frío?
Cuestiona alguien y me volteo cuando reconozco su voz. Hayden está parado bajo las escaleras mirándome de brazos cruzados.
— ¿Tu qué haces aquí? ¿No estabas molesto conmigo? — Le espeto. Sé que él no tiene la culpa de mi malhumor ni de mi falta de empatía. Pero ¿Qué espera? Acaban de dejarme tirada; avergonzada y dolida y lo que menos pretendo ahora es ser un rayito de luz sonriente.
— Y lo estoy, pero simpatizo con chicas llorando — Sube las escaleras hasta quedar a mi lado — Y más con las locas que están a punto de morir de hipotermia cuando salen de un gimnasio en pleno invierno.
— Tú también estás aquí afuera, congelándote.
—Nunca dije que no estuviera loco también — replica. Y aunque no lo intenta, logra hacerme sonreír.
— Lo siento — Me trago el orgullo y le pido disculpas por todo lo de antes. — No quise ofenderte allá dentro, me comporté como una tonta y dije cosas que no tendría que haber dicho.
— Descuida, no dejo que una chica tonta me ofenda tampoco — Bromea y ruedo los ojos aceptándolo. Soy una chica tonta al fin y al cabo, si me había dejado caer en las redes de Maxwell una y mil veces y aun así no lo había dejado.