Una antagonista perfecta

31. Eysa

Estoy llegando tarde.

Y el tráfico de la ciudad no está siendo de mucha ayuda.

Llegué a mi casa a eso de las una de la tarde, mientras me duchaba, arreglaba y revolvía mi armario para encontrar algo de ropa que me gustara; el reloj terminó por marcar las dos y media de la tarde. Y ahora, treinta minutos después, sigo atascada en el tráfico y todavía falta un buen tramo del viaje por concluir.

Me decidí por llevar un vestido de algodón a cuadros rojos y negros y unas medias de licra color piel para resguardarme del frío. No sé a qué hora regresaría ni si sería muy tarde o por noche, pero Susan me había obligado a llevarme dentro de la cartera una chaqueta de lana y ahora no tengo espacio en mi bolso para más. Genial, porque si me roban y no me he traído mi gas pimienta, será su culpa. 

—Todavía no entiendo cuál es la gracia de maquillarte en un auto que acelera y desacelera cada cinco minutos — Se queja Peter sin perder la atención al tránsito, los bocinazos y los camiones de comercio ocupando toda la calle lo ponen de malhumor.

El coche frena de golpe cuando el auto delante del nuestro pisa el acelerador por el cambio de luces en el semáforo, la sombra de ojos color salmón que me estaba aplicando termina siendo una franja que cruza mi barbilla hasta el pómulo derecho.

—No tenía tiempo para hacerlo en casa — replico, saco una toallita desmaquillante de mi cartera y me quito la franja que cruza mi cara. — Además de esta forma me entretengo. Es aburrido viajar en auto cuando hay tráfico y no me dejas poner música.

—Esa música que tú escuchas es del diablo, mija, a ver cómo te queda la cabeza después de tanto Taki Taki rumba, y 1,2,3, 1,2,3 — Fija su vista al espejo retrovisor y yo ruedo mis ojos sin contestarle, espero unos minutos más donde el coche no avanza y vuelvo a preguntar:

—¿Cuánto falta para llegar?

—Al menos quince minutos —anuncia mientras coloca su brazo en la ventanilla del coche negro. — Dime, ¿Por qué se te dio hoy por visitar el puerto?

—No lo sé, puede que para rememorar viejos tiempos — me encojo de hombros cargando mi espalda sobre el respaldo del asiento — Además unos amigos me esperan allá. La pasaremos bien.

—¿De qué amigos hablas? ¿Los de siempre? Dudo que a ellos les guste la idea de ir allá.

—No, no son ellos, son amigos nuevos que todavía no conoces.

—¿Y tus padres ya saben de ellos? — Mis padres eran rigurosos con mis amistades, pero todavía no sabían de la existencia de ellos

—Tampoco lo hacen.

—¿No serán algunos de esos vagos delincuentes, verdad? — Esta vez entorna una ceja cuando lo dice.

—Para nada. — O eso espero. Era poco lo que sabía de Trent y Kevin — Hay una chica, se llama Delia y te aseguro que ella no tiene pinta de ser ninguna gamberra. También hay otro, mi compañero de dueto, lo máximo que él podría robar serían unos chupetines y seguramente terminaría pagando por ellos luego, ya de los otros dos, pues...tienen cara de buenos.

—Me alegra que estés frecuentando nuevas amistades. Me recuerdas a tu padre.

—¿papá también tenía amigos maleantes?

—No, claro que no, pero poco a poco fue dejando de frecuentar a sus amigos poco sagaces para conocer gente nueva.

— Mis amigas no son tontas —protesto, o al menos no la mayoría de ellos, si considero a Colette parte de mi círculo íntimo puedo llegar a poner en duda ese reproche.

—Y lo sé, son las chicas más inteligentes que he visto. Pero ese no era el caso, lo que iba a decir era que gracias a sus nuevas amistades, tu padre creció más como persona y logró despojarse de los prejuicios que su familia cargaba. Aunque bueno, solo hubiera sido una racha. En ese tiempo Eduard conoció una chica preciosa de buenas intenciones y un carisma enigmático que le abrió los ojos a la realidad, fueron buenos años.

—¿Se casó con ella? —indago con curiosidad, mis padres nunca me cuentan nada de sus épocas de enamorados.

—No, tuvieron que separase, tenían ambiciones diferentes, tu padre quería seguir el legado familiar y ella era un alma más bien...libre.

—¿Qué pasó entonces? — Estaciona el coche en la vereda.

—Se casó con tu madre y naciste tú.

No sé si era idea mía que pero eso no me sonaba a un final feliz como el que esperaba.

—Qué triste. ¿No volvieron a verse?

—Si lo hubieran hecho tu no estarías aquí ahora. Las cosas pasan porque tienen que hacerlo, y si no lo hacen es porque nunca estuvieron predestinadas, alégrate Ashley, gracias a eso puedes vivir la vida grandiosa que tú tienes — Sus palabras no me saben bien pero de todas formas me las trago — Y ahora baja que llegamos.

hago caso a lo que me pide y me despido de el con un gesto de mano, espero a que se marche y cruzo la calle para llegar al otro lado, el faro azul de la costa me espera y visualizo debajo de el a un grupo de jóvenes que reconozco.

Me acerco a ellos y el primero en darse la vuelta y verme es Hayden.

—«No me gusta la gente que llega tarde» —repite ofuscado — Que suerte que no lo hace, si no, no sé a que hora llegabas. Son casi las cuatro.

—Te juro que fue el tránsito — me excuso y caminamos hacia su grupo de amigos, omito el hecho de haber perdido una hora de mi tiempo revolviendo mi placar por algo de ropa.

—Mira a quien tenemos aquí. ¡Si es la princesa con los plebeyos! — Kevin se acerca a mí y me hace una reverencia burlona. — ¿Me dejarías sacarte una foto? Luego mis amigos no me creen cuando le digo que me conoces.

—Tus únicos amigos somos nosotros —objeta Trent.

—Eso es porque ustedes no me dejan relacionarme con los demás. Mira si al final Ashley me presenta a un par de amiguitas y me vuelvo un Don Juan de los populares ¿A que si, Ash? — Se me cuelga de los hombros abrazándome.

 —No la molestes, Kevin — Hayden se ríe y lo aparta de mí, él lo mira ofendido por no creer en sus palabras pero lo hace y pasa a molestar a Delia que está a un lado de su hermano.



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En el texto hay: adolescentes, juvenil, musica

Editado: 19.09.2020

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