Daniela no ocultaba su emoción, viajaba en un avión privado por primera vez, eso le dijo a Tim mientras brincaba emocionada a su alrededor. Aterrizaron aún temprano, Tim la llevó a ver todos los árboles de Navidad de todos los hoteles cinco estrellas de la ciudad. Ella no dejaba de sacarse fotos y reír emocionada. Claro que mentía, adoraba la Navidad, pero él aún no descubría porque no lo admitía.
—Sé que odias la Navidad, pero justo esto me apetecía hacer.
—En unos días será Navidad, la prensa nos mira, puedo hacer el sacrificio —dijo. Tim rio negando con ella colgada de su brazo.
—Entonces ¿Seguimos?
—Es un desperdicio de tiempo, recursos, lugares, pero si es lo que quieres —respondió con los ojos iluminados.
Ella lo hacía sentir vivo, se daba cuenta y por primera vez en mucho tiempo se encontraba disfrutando de la Navidad. Su emoción y felicidad se quedaron en suspenso cuando vio en el restaurante de uno de los hoteles a una mujer de silueta familiar comiendo con un grupo grande de personas.
—Alicia —dijo incrédulo.
—¿Qué? ¿La extrañas? —preguntó Daniela con recelo.
—No, está ahí. Ahí mismo está, no está en Venezuela, está en las vegas ¿Por qué me mintió?
—Alguna explicación habrá.
Tim soltó a Daniela de su brazo y caminó como desquiciado hacia el restaurante, lo dejaron pasar al ver quién era, todos se levantaron a tomarles fotos, Alicia quedó pálida al verlo. Abrió mucho los ojos y miró a la gente en la mesa. Sus acompañantes se levantaron emocionados a saludarlo.
—Por fin conocemos al jefe de esta diabla, mijo, mira es Tim Van Loo, ella no quería presentarte, me decía: no, tío, ese muérgano es odioso, no tenéis ni idea de cómo es. Pero mira, una foto ¡Familia! —dijo un hombretón.
—Mi tía no te quería presentar, esto es una sorpresa ¡Tía! ¡Qué sorpresa! —dijo un chico.
Mientras tanto, Tim la miraba a los ojos sin gesticular, se mantenía tenso frente a ella.
—Yo, eh… Puedo explicarlo.
—Me lo vas a explicar ¡Ahora mismo! —gritó.
Alicia lo tomó por el brazo y lo llevó hacia el lobby. La mujer no se atrevió a mirarlo, mientras caminaban. Se sentaron frente a frente, ella aspiró aire y lo soltó poco a poco.
—Yo te quiero mucho, vos sabéis, pero ya eran cinco años sin ver a mi familia para Navidad.
—Están en Estados Unidos, no en Venezuela, me mentiste.
—Lo sé, peor aún, estando en teoría más cerquita, no los podía ver, porque estaba con vos, no soportaba más tu patética y triste Navidad. No hallaba como decírtelo, pasaremos Navidad todos juntos en Miami en mi casa —dijo mirándolo a los ojos.
Tim negó sin poder creer nada de aquello.
—¿Y tu abuela?
—Mi abuela se murió hace diez años, mijo, tenía noventa años cuando estiró la patica.
—¿Y quién era la anciana del video?
—Una vecina de Maracaibo, nos hizo ese favor de grabar ese video.
Tim cerró los ojos.
—Pudiste hablarme Alicia, ¿Por qué mentirme? ¿Y mi Navidad te parece patética?
—Encerrarte a dormir o ver películas tristes de Navidad, veinticuatro y veinticinco de diciembre, sí mijo, eso es muy triste y no lo soporté más.
—Lo siento, no sabía… Yo…
—Nunca imaginé a vos en Las Vegas, pero es que ni sales de tu casa, claro, con tu nueva novia. Supe que despediste a la asistente que te elegí, el mismo día, si no he perdido mi trabajo, no sé cómo me lleve con la tal Daniela.
Tim la miró extrañado.
—Tú elegiste a Daniela para mí.
—No, yo elegí a Donda, de la agencia, me llamaron diciendo que tu agente se encargaría. Estaba bajándome del avión, lo dejé así. ¿Dices que Daniela es tu asistente? Debe haber un error.
Tim pensó que Daniela era una chica inteligente y que seguramente había conseguido hacerse con el trabajo con alguna idea suya.
—No, ella apareció en la puerta y ya.
—La investigaré —dijo Alicia.
—No, tú quédate en tu Navidad fabulosa, con tu fabulosa familia, lejos de mi triste y patética vida.
—¿Aún tengo trabajo cuando vuelva en enero? —preguntó angustiada.
—Lo veremos, eso lo veremos después —dijo molesto. Se levantó dando pasos rápidos.
Daniela lo esperaba donde él la dejó, movía su pierna con nerviosismo mientras jugaba con su collar, sonrío al verlo, él le sonrió de vuelta y la abrazó a él.
—Mejor vamos a casa.
—¡Vámonos ya! —dijo ella emocionada.
Se emocionaba por todo, pensó Tim. Tomó su mano y caminó con ella, sintiéndose seguro y tranquilo, y un poco traicionado por Alicia.