Una asistente para navidad

Capítulo 9

Tim lloraba en su habitación. Se sentía decepcionado, solo y tonto. Todos podían engañarlo a su alrededor, eso pensaban, eso hacían y él se dejaba. Bloqueo a Sandino, no sabía si era parte de la conspiración, pero al menos ese día, no quería averiguarlo.

Entró a la habitación que ocupaba Daniela, sobre la cama había un vestido rojo y una carta, escrita a mano, la tomo y la vio con curiosidad, abrió el papel.

No me lo vas a creer, hoy pensaba contarte todo, la sorpresa que te tenía era que te llevaría a la cena de Navidad de Alicia. Llegó la invitación y me autoinvité. Te tendería una trampa para llevarte, ibas a llegar en pijama, pero allí ibas a estar, estando frente a ella, debía confesar la verdad, estaba dispuesta solo para que tú tuvieras la experiencia de una cena de Navidad en familia.

No tienes que creerme, pero necesitaba decirlo.

Daniela.

Cerró los ojos y soltó un suspiro, arrugó el papel en sus manos, revisó sobre la cama, ahí estaba la invitación de Alicia. La abrió.

Mijo, sé que no me odias, soy adorable. Quiero mi trabajito de vuelta, y sé que era mi trabajo, pero estos últimos años pasé unas Navidades patéticas, déjame invitarte a una Navidad como me gusta vivirla. No faltes.

Alicia.

Lanzó los papeles a la papelera. Decidió que si Sandino lo había engañado, necesitaba saberlo de una vez, se subió a su auto y condujo hacia su casa, se imaginaba a Sandino de novio de Adela, contratando a Daniela y orquestando su vida para fines publicitarios. Tocó a la puerta. Olía a comida horneada. Sandino lo miro con extrañeza.

—Mujer, sirve un plato más, tenemos invitado —dijo sonriendo.

—No, no me quedaré. Necesito saber, saber si tú tuviste que ver con la contratación de Daniela.

—Sí, claro que sí, en lo que su cara fue pública, sabes como soy, ¡Eh!, la contraté de una vez, pero me ha renunciado, tienes que hablar con ella, explicarle que no puede irse así y ya, que hay contratos firmados, que ella…

—¿Renunció?

—Sí, me dijo que ustedes ya no harían nada de lo de la farsa y que temía que la demandaras, así que renunció a todo, yo me puedo quedar con sus ganancias retenidas por incumplimiento, pero… Deberías explicarle.

—No sabes nada entonces.

—Sé, siempre sé, ¡Eh! Mi trabajo es saber, pero es que ha sido mala idea lo de terminar hoy, mis hijos, la Navidad, es mal momento —negó.

—Olvídalo. Yo me ocupo —dijo Tim, se dio media vuelta.

Tim pensó que era terrible la mentira de Alicia, pero al menos estaba en la ciudad, condujo hasta su casa. Ella abrió y se llevó las manos al rostro al verlo.

—Es demasiado temprano para la cena, mijito, pero vos estáis aquí —dijo emocionada.

—No, no estaré en tu cena, solo necesito hablar.

—Claro, pasa —dijo.

Tim se dio cuenta de que no había estado nunca antes en la casa de Alicia, nunca había entrado, era amplia, iluminada y alegre, estaba decorada de Navidad, una decoración hermosa y honesta, pensó, no como la suya. Negó, él también era un falso acostumbrado al mundo frívolo que le presentaban, sin atreverse a hacer nada más por él.

—No te perdono, la mentira, quiero que sepas eso.

La mujer afirmó resignada.

—Pero tienes tu trabajo.

Ella aplaudió y gritó.

Salieron sus parientes. Gritaron al verlo.

—Señor Van Loo, Alicia, nos dijo que lo aturden las fotos, pero un traguito, tómese algo de nuestra tierra, un ron, ande, venga —dijo un hombre regordete, le sirvió un trago y se lo entregó, a Tim no le dio tiempo de hablar.

Una mujer con delantal salió de la cocina y le entregó, lo que él conocía ya como tequeños.

—Cómase eso, falta bastante para la cena —dijo la mujer.

Él hizo amago de hablar, pero Alicia, negó.

—Ni se te ocurra. Si no te los vais a comer me los das, pero jamás bajo ninguna circunstancia rechaces comida que se te ofrezca, no a mi familia.

—Está bien —dijo y suspiró, dejó la comida y la bebida sobre la mesa. Se acomodó la camisa, tragó grueso.

—Necesito decirte algo de la tal Daniela.

—Lo sé. Ya lo sé —dijo Tim alzando la mano.

—Bien, bueno. Una arpía resultó la Adela, a mí nunca me agradó. ¿Qué vas a hacer? —preguntó Alicia.

—Nada, me siento traicionado y dolido, y no quiero hacer nada. Quería pedirte… Necesitaba venir y decirte… Pedirte.

—¿Qué?, Mijito habla.

—Hoy, estarás con tu familia y lo entiendo, ahora lo entiendo, pero mañana, por favor, mañana ven a mi casa a ver el maratón de películas, te lo suplico.

Ella ladeó la cabeza y apretó los labios. Suspiró.

—No —dijo y cerró los ojos, los volvió a abrir y lo miró fijamente—. Mejor sí. Quédate esta noche en mi casa para la cena de Navidad, y mañana nos vamos los dos a tu casa a deprimirnos en tu Penthouse viendo Mi pobre angelito.



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Editado: 14.12.2021

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