Elizabeth se levantó de al lado de Azael rezando para que no hubiese escuchado la conversación. Caminó hasta el otro extremo de la cabaña y notó como el teléfono vibraba entre sus manos.
—¿Disculpa? ¿Qué mierda estás hablando? —chilló Elizabeth y notó la presencia de Azael a su espalda así que se alejó más de él.
—¿No querías que fuera directa al grano? Pues ahí te va, tienes que acostarte con él para que se vuelva a restablecer la magia.
—Pero él no es mi alma gemela... —susurró lo más bajo que pudo para que él no la escuchara.
—Cariño, la magia nunca se equivoca, si reconoce a tu alma no hay vuelta atrás, ambos tendrán magia, pero para que la tuya vuelva a tu lugar debes acostarte con él.
—¿Cómo estás segura qué es real? ¿Y no solo una leyenda?
—Creo que lo tendrás que comprobar tú misma querida.
—Pero a ti no te sucedió con mi tío, él no tiene magia.
—Las almas gemelas son casos muy extraños, de hecho, es la primera vez que escucho un caso así, además de la leyenda. Tu tío y yo somos dos almas enamoradas.
—¿Y no puedes preguntar en el aquelarre? Alguien debe saber, esa no puede ser la solución.
—¿Tan mal está él querida? —quiso saber su tía con curiosidad.
—¡Tía! —la regañó Elizabeth al punto de un ataque de nervios y escuchó su risotada.
—¿Qué? No me niegues el capricho de querer saber, ¡quiero saber cómo está tu alma gemela!
—¡En serio que no puedo contigo!
—Bah, necesitas dejarte llevar.
—No puedo tía, —confesó casi en un susurro— recuperaría mi magia, pero...
—Perderías tu corazón otra vez —la interrumpió su tía y Elizabeth soltó un suspiro.
—No puedo correr ese riesgo, no tengo valor para volver dejar entrar el pasado.
—¿Estás segura que algún día lo dejaste salir, querida?
—Yo... yo no estoy segura.
—¿Qué sentiste cuando te besó?
—Aún puedo sentir sus labios en los míos. Fue sentir que me quemaba por dentro, pero a la misma vez era como estar en casa.
—¿Por qué no intentas con otro beso?
—¿Sabes? Creo que estás perdiendo un poco la chaveta.
—Querida si no quieres tirarte de cabeza en el lago, por lo menos intenta tomar el agua a ver si vuelve la magia.
—¿Y si no funciona?
—Pues vas a tener que decidir, o tu magia o tu corazón...
—Pregunta en el aquelarre para estar segura por favor.
—Lo haré, no te preocupes. ¿Por qué hablas en susurros?
—Estamos juntos.
—¿Solos?
—No vayas por ahí que te conozco. —Su tía soltó una carcajada y ella sonrió.
—Te dejo querida, creo que tienes muchas cosas que pensar y una difícil decisión que tomar. Un beso grande.
—Un beso para ti y mi tío.
Separó el teléfono de su rostro y dejó caer su mano con desgana. Ese viaje había sido un error, ese beso había sido otro error. Aunque ese viaje fue una equivocación no podía negar que no lo había olvidado, que ella seguía anclada en el pasado. Sabía que debía ignorar todos los latidos de su corazón de ese momento y tratar de alejarse de él. Pero siendo realista sabía que no podía ¿o no quería?
—¿Glinda? —la llamó él y ella enderezó sus hombros caídos para girarse hacia él.
—Va a preguntar en el aquelarre para saber como recuperar mi magia.
—¿Y la leyenda?
¡Mierda! Pues sí que había escuchado todo.
—No podemos —sentenció tratando de parecer fuerte, pero si la tocaban sentía que se derretía.
—¿Y si intentamos primero con un beso?
—¿Me quieres besar de nuevo? —preguntó sin poder evitarlo.
Notó la mirada intensa de Azael y un escalofrío la recorrió.
—¿No quieres recuperar tu magia?
—Sí, claro —respondió con rapidez y una decepción la recorrió, esperaba otra respuesta.
Azael caminó hasta donde estaba y Elizabeth retrocedió varios pasos al ver como sus ojos la devoraban.
—¿Me tienes miedo, Glinda?
—¿Por qué tendría que tenerte miedo? —susurró ella y su vista se clavó en los labios de él.
—No lo sé... —murmuró él y se acercó hasta que la respiración de ambos se unía.
—Un beso, solo uno.
—Primero con un beso.
—Y de ahí no pasaremos...
Azael la tomó de la cintura para pegarla a su cuerpo, sonrió cuando notó que ella se estremecía. Su Glinda aún lo deseaba.
—Solo un bes...
Los labios de Azael se apoderaron de los de ella. La sensación de estar en casa los recorrió a ambos, ¿alguna vez lo has sentido? Es como si todo cobrara sentido, si de ser extraños sus cuerpos se reconocieran de toda la vida. Los labios de ambos habían cambiado, al igual que sus cuerpos, pero el deseo y el amor seguía ahí, tan intacto como el primer día, con una pasión que los sobrepasaba. Un gemido salió de los labios de ambos.
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Editado: 10.11.2024