Azael revisaba la bolsa de acciones de la compañía, habían bajado con todos los atentados que estaban teniendo. Aunque trataban de mantenerlo a raya sabían que siempre se filtraba noticias jugosas a la prensa.
—¡Que no me tientes, capitán! —escuchó que chillaban y sonrió— ¡Uy! ¡Es que me sigues diciendo lo mismo una y otra vez! Me tienes la cabeza como un bombo...
Azael se acercó a la puerta y vio como Nando la miraba impaciente, no tenía seguro si era con deseos de asesinarla o de besarla.
—Ji, tus gritos se deben escuchar en todo Madrid.
Su hermana se giró y lo miró con seriedad, levantó el dedo índice para regañarlo.
—Por tu culpa vengo con guardaespaldas.
—No te quejes, sabes que te encanta estar con él.
—¡Como su esposa! ¡No como su operación especial!
—Nena como no te calmes te vas a quedar sin muchas cosas esta semana.
Jireh abrió los ojos de la impresión y soltó un gemido de exclamación.
—¿Me estás amenazando capitán?
—Sabes que no amenazo, solo advierto. Ahora compórtate sino quieres un castigo.
—¿Ya terminaron de tirarse los tejos o tengo que alquilarles una habitación? —preguntó Azael y Jireh gruñó.
—¿Dónde está Elizabeth?
—En la cafetería de al frente con Brian.
—¿Con Brian? —Jireh lo miró extrañada— ¿Y qué tiene que hacer Elizabeth con Brian?
—Es una larga historia, él le está pidiendo disculpas por algo de nuestro pasado.
—¿Entonces él sabe quien es ella en realidad? —preguntó Nando.
—Sí, la había reconocido desde que llegó.
Un pitido fuerte en la computadora de Elizabeth llamó la atención de todos.
—¿Qué es eso? —dijo Nando.
—No lo sé, vamos a ver.
—Parece como una alarma, ¿qué te dijo Elizabeth que iba a hacer hoy? —Jireh tomó la mano de su esposo para ir hasta el puesto de la bruja.
—Iba a poner uno de sus programas rastreadores, me dijo que le había puesto “El sabueso”, es para rastrear la dirección desde donde se crearon las cuentas de correos de las amenazas de ayer.
—Inteligente —exclamó Nando y todos asintieron.
—Sale una dirección —susurró Jireh viendo un cartel negro que decía las coordenadas en blanco.
—No... no... No puede ser —exclamó Azael.
—¿Qué sucede? ¿Conoces esta dirección?
—¡Dios Elizabeth!
Azael salió corriendo hasta las escaleras, no le importó que su oficina quedara en el piso veinte, ni siquiera se molestó en esperar el elevador, la vida de su Elizabeth estaba en peligro y él no podía dejar que nada le pasara. No, no podía. ¡Dios cuan jodidamente ciego había sido! ¡Se la había entregado en bandeja de plata!
Cruzó la calle sin importarle los coches que pitaban y le gritaban que estaba loco.
—¡Azael! —chilló Jireh viéndolo frenar los carros.
Entró en la cafetería y miró a ambos lados de la cabeza.
—No... no.... Esto no puede estar sucediendo, no por favor, que sea una pesadilla por favor...
—¿Azael qué sucede? —Jireh soltó un quejido ahogado de su respiración irregular.
—¡Es Brian! ¡Es la dirección de Brian joder!
—¡Dios! Hijo de puta.
—Mírame Azael, mírame y concéntrate —le ordenó Nando y lo tomó de los hombros— Revisemos las cámaras de seguridad.
—No le puede pasar nada, no puedo dejar que nada le pase.
—No dejaremos que le pase nada, te lo prometo... —le juró Jireh y Nando desvió la vista.
Él sabía que nunca se podía jurar que la víctima iba a salir ilesa, pero sabía que Azael necesitaba escuchar esas palabras.
—En el primer piso está la garita de seguridad, revisemos ahí las grabaciones.
—Llamaré a mi equipo —dijo Nando, se alejó para sacar su teléfono y llamar a su equipo.
—Crucemos Azael, necesitamos revisar las cámaras, la encontraremos.
—Es mi culpa, es mi culpa....
—No. No lo es, es de Brian. ¡Dios hemos sido tan ciego!
—Ya los he llamado, tendremos un equipo de búsqueda y rescate en diez minutos aquí.
—Crucemos y esta vez no lo harás a lo loco —le ordenó Jireh a Azael que tenía la vista perdida— Te necesitamos vivo para traerla de regreso.
Azael se movía inquieto de un lado a otro en la garita de seguridad, esperando que el guardia rebobinara la cinta de grabación del elevador. Se zafó la corbata del nerviosismo cuando vio a Elizabeth junto a Brian, le había puesto una diana en la espalda.
—Parece que él toca el número del parking subterráneo.
—¿Cuántas cámaras hay ahí?
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Editado: 10.11.2024