Una carta a Lucía

Capítulo 2

Soñé que caminaba desnudo por la ciudad, lo interprete como que por fin mi mascara de seguridad se había desvanecido y que tenía que tomar medidas para recuperarla. Fumé en ayunas, pues me había levantado tarde y me fui a trabajar. Me sentía cansado y con un dolor en mi cabeza que me impedía cumplir mi labor. Almorcé en el trabajo y recuperé un poco de fuerzas, me sentía cansado, fatigado. Termine la jornada muy bien, mi jefe me felicito. No sentí nada. No podía alegrarme de mi mismo. Regrese a casa y pase por la librería donde nos juntábamos a ver libros. Recordé cuando nos separamos dentro de la misma y buscamos un libro para regalarnos, aún conservo el libro que me diste y lo tengo que finalizar. Llegué a casa y me dispuse a terminarlo de una vez. Llegando a la última página una carta se deslizo sobre mi regazo. Me la habías escrito y nunca lo note. Lagrimas brotaron cuando leía lo que contenía esa carta:

  “Gracias por elegirme y hacerme sentir que estoy despierta cada día, pero viviendo en un sueño a tu lado. Me descubriste y ayudaste a que me descubra a mí misma. ¡te va a gustar el libro, sé que sos un poeta disfrazado de oficinista!

 

                                                        Te amo para siempre.”  

Mis ojos se estremecieron, y un mar salió de mis ojos. No me pude contener. Estaba decidido a mandarte un mensaje, pero era preso de mi decisión. La tenía que dejar ir. Caí dormido empapado en lágrimas y un soplo de melancolía estremeció mi mente a la par en la que la soledad se hacia presente en la habitación, como pude ser tan estúpido, si tan solo hubiera leído esa carta en aquel momento hoy mi vida seria otra. Solo me quedaba recrear escenarios en mi cabeza imaginando lo que podría haber pasado si tan solo hubiera leído aquella maldita carta.  Finalmente pude dormirme pues yací agotado en mi cama de tanto llorar y pensar en vos.

 

No recordé mi sueño, pues seguro fue algo insignificante. Mis ánimos del día fueron bajos, aquella carta fue la sal que recayó en una herida profunda que aún no había sanado. Almorcé y fumé cigarrillos. Me miré al espejo y no me reconocí, estaba confundido y descuidado. Barba estaba apareciendo en un rostro limpio y cuidado. La deje crecer. No tenía ánimos de retocarla. Hoy fue mi día de descanso en el trabajo, pero lo deteste. No soportaba la idea de quedarme solo con mis pensamientos y que florezcan recuerdos nuestros en mi mente. Sali a caminar. Encontré un pequeño gatito. Recordé que siempre quisiste uno y me acorde de la forma en la que tratabas a los animales y a las personas con tu calor interminable y una amabilidad desinteresada que me encantaba. Decidí llevármelo a casa pues estaba claro que estaba abandonado. Lo lleve a un veterinario para que curaran sus heridas y que le aplicaran vacunas. Estaba muy maltratado. Lo traje a casa, lo alimenté, le di calor y amor. Lo llame Félix. Releí la carta del otro día. Rompí nuevamente en llanto. Fumé un cigarrillo y fui a dormir.

Soñé que se me caían los dientes. Supuse que era debido a mi falta de autoconfianza e inseguridad. Recordé que nunca tuve suerte con las relaciones que tenía debido a eso. Fumé en ayunas y entendí así que había recaído en la adicción de nuevo. Necesitaba de los cigarrillos para empezar mi día y mantenerme en cierta forma atontado para no pensar en ese vacío que me había generado el hecho de romper con vos. Almorcé y fui al trabajo. Noelia, la chica que se me insinuaba siempre me hablo y jugueteo conmigo toda la jornada. Le seguí el juego para ver si podía sentir algo, pero no pude. Volví a casa y me quedé mirando un árbol. Recordé que me contabas que de niña te encantaba subirte a los árboles para observar el mundo desde otra perspectiva. Me subí al árbol y lo pude ver. El mundo en cierta forma se veía desordenado y cuanto menos sucio, veía que las personas pasaban y nadie se fijó en mí. Me sentí invisible. Pare por una tienda a comprar cigarros y cerveza pues sabía que iba a ser un fin de semana tortuoso con mis pensamientos. Llegué a casa y me dispuse a fumar y a beber hasta caer inconsciente. Se reprodujeron nuevamente nuestros recuerdos y alcance a esbozar una risa. Caí dormido.  




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