Una carta [seho]

Capítulo Quince

Suho

 

Maldita sea, es hermoso. Su cabello rubio es abundante; sabía que los rizos ligeros brillarían en el sol. Luché contra el deseo de liberar ese reposo caótico en la parte superior de su cabeza.

Sus ojos castaños eran brillantes y claros. Podría ahogarme en ellos. Su piel de porcelana era sedosa, sin mancha, y adorable. Quería correr mi lengua por todos los poros, a través de cada curva, y sumergirme antes de capturar sus labios carnosos. Joder, quería besarlo.

Quería agarrarlo; quería exprimir el borde redondeado de su peligroso cuerpo. Nunca me perdería de tocarlo todo.

Los muslos gruesos llevaban a un exagerado reloj de arena, un poco pesado en el fondo, que tendría a la mayoría de los hombres casados babeando. Sus caderas eran un lugar de descanso ideal para las manos, antes de arrastrarme a un culo del que Kardashian estaría celosa. Sus curvas eran peligrosas, porque estaban en todos los lugares correctos, y sabía que lucharía contra cualquier hombre que se atreviera a mirarlo, mucho menos tocarlo. De alguna manera, su estómago relleno se añadía a su aura. Él era una maldita obra de arte. No era de extrañar que su jefe le coqueteara. Envidiaba al hombre que tenía algo así en casa. Gracias a Dios tenía planeado hacerlo mío.

Las fotos enviadas por Minseok no le hacían justicia. ¡Joder! No estaba preparado para ello. No estaba preparado para querer saltar como un maníaco ansiando sexo.

Mi pene palpitaba, curvado fuertemente hacia arriba, mientras yo seguía observando. No podía parar mi mente. No podía evitar que mi corazón cayera un poco más enamorado de él.

Chupó su labio inferior entre los dientes, lo que envío mi pulso a correr. Joder, era sexy, con un toque de inocencia capaz de volver loco a un hombre.

—Si sigues haciendo eso, Querido, no sé si voy a ser capaz de comportarme.

Soltó rápidamente sus labios, ahora rojos e hinchados por su ansioso mordisco.

Nuestra respiración se aceleró, tornándose más difícil cuanto más nos mirábamos. Te imaginas un momento durante años, pero nunca es de la manera que lo has pensado. Esto era mucho más intenso de lo que esperaba. Sabía que me había enganchado con sus cartas, paquetes y llamadas telefónicas, con su gran corazón, su carisma sin esfuerzo y su conversación fácil pero, mierda, no me esperaba esto. No esperaba que fuera todo lo que no sabía que quería y más.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando apretó su mano ligeramente contra mi pecho. Su toque quemaba mi piel bajo mis ropas. La arrastró más abajo, tentando a mi duro pene.

—No esperaba esto. —Su voz era temblorosa, insegura; sentí su vulnerabilidad. Tomé su cara y la elevé.

—Quiero esto, Sehun. Te quiero. No sabía cuánto, hasta que abriste la puerta y todo en mi vida de repente se alineó. Sus ojos me miraron. Él buscaba dudas, pero no iba a encontrar ninguna.

—También quiero esto.

Sus palabras fueron una admisión sin aliento. Envolví un brazo exigente en su cintura y lo atraje hacia mí. Abrió mucho los ojos y enarcó las cejas mientras presionaba mi erección contra su estómago exuberante.

El soldado en mí se deleitaba con su reacción. Lo tenía exactamente donde quería, y sabía que era hora de hacer mi movimiento.

—Quiero hacer el amor contigo, Sehun. Quiero hacerte gritar mi nombre de placer repetidamente. Quiero tus curvas sexys retorciéndose debajo de mí, por mi causa. —Moví mis labios a su oreja, escuchando atentamente su inspiración rápida, aguda—. Quiero poseer tu cuerpo de la manera que tu posees mi corazón. Tal vez no lo entiendas todavía, pero eres mío, querido.

Se estremeció. Sentí sus pezones apretarse, empujando a través de sus ropas contra mí. El depredador en mí sonrió victorioso. Echándome hacia atrás, encontré su mirada aturdida.

—Habla ahora o calla para siempre, querido. Sus cejas se fruncieron causando que aparecieran líneas en su frente.

—De verdad me quieres. —Era una afirmación, pero pude oír la pregunta en su tono.

—Malditamente cierto que te quiero.

Esperé que aceptase eso en su mente. Supe el momento en que aceptó mi respuesta. Una amplia sonrisa iluminó su rostro, trayendo un nuevo resplandor a sus ojos.

—Bueno, maldita sea, también te quiero, sargento Suho Kim.

—Trae tu culo sexy aquí —gruñí cuando finalmente reclamé sus labios. Y, tan cursi como suena, oí los malditos fuegos artificiales.

Él sabía a pecado, al postre más rico. Me sentía como en el cielo; me sentía como en casa. Nunca he tenido a alguien que se sintiera tan bien en mis brazos.

Hundí mi lengua entre sus labios, sorprendentemente idóneos. Encontró mi ansiedad con la suya. Sin desperdiciar nada, siempre en sintonía con el otro, igual que cuando había miles de kilómetros entre nosotros. Dudaba que algún día encontrara un hombre más perfecto, un momento más perfecto. No me había dado cuenta de que había esperado tres años para esto.

Tres años de nostalgia llegaron rápidamente, conduciéndome a un frenesí áspero por reclamarlo en todos los sentidos posibles, de la misma forma en que él reclamó mi corazón a lo largo de esos años.



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En el texto hay: soldados, kpop

Editado: 28.05.2022

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