Una choni entre champán

Gente rica

Estefi la mira, sin saber si está siendo sarcástica o no, a simple vista, parece amable.
—La misma.
Jorge se pone de pie y como todo un caballero le aparta la silla para que se siente, ella lo mira confundida, había visto eso en películas pero no en persona.
—Gracias —le dice mirándolo, extrañada, no tiene nada que ver con el hombre que conoció.
—Es un placer conocerte por fin, ¡ya estábamos intrigados! —sonríe la mujer sonriente, más o menos de la edad de Estefi.
—Pues no es para tanto, solo soy yo —comenta con verdadera humildad.
—Estefanía, ellos son Clara y Tomás, muy buenos amigos míos, vendrán a la boda.
—¡Oh!, ¡qué guay!, ¡mis colegas también vendrán! os vais a partir —dice emocionada.
Aunque Jorge vuelve a sentir algo extraño al saber que el tal Brayan va a ir, no lo expresa ni lo dice.
—¿Tus colegas? —pregunta el hombre trajeado, de la misma edad más o menos que Jorge.
—Si, mis amigos...
—¡Oh perdón!, no conozco la jerga española —sonríe.
—Nada, tranqui.
Jorge le extiende una carta a Estefanía, la cual la mira como si estuviese escrito en chino, el camarero va a los pocos minutos a tomar nota, ellos ya lo han decidido pero Estefanía sigue absorta en la carta.
—¿Quieres que te ayude? —pregunta amablemente Jorge.
Estefanía los mira, le parece tan raro que la estén tratando tan bien, que sospecha, está nerviosa y teme ser motivo de burla.
—Estefanía, tranquila, estás en un país desconocido, es lógico que no sepas lo que es, deja que tu prometido te sorprenda.
Ella sonríe y asiente con la cabeza, devolviendo la carta a Jorge.
—Bueno y cuéntanos, ¿qué tal por España?
—¡De lujo!, el bicho ya está controlao y no se lleva a mis yayos.
—Perdona, ¿tus yayos?
Estefanía se ríe.
—Si, trabajo en una residencia, son los que me mueven el cora.
—¡Anda!, ¡no sabía que trabajabas! —sigue comentando Clara.
—Claro que curro, ¡no vivo del aire! 
—Ya ya, pero como tu abuelo es... rico.
Antes de poder responder el camarero les lleva la comida, observa los cuatro, en uno hay un pescado blanco con ensalada, otro un filete de ternera con salsa, el tercero, al igual que el suyo, son como gusanitos grises.
—Es... —Jorge le va a explicar pero ella le corta.
—¡Sé lo que es!, ¡alguna vez he pillado en el súper, están cojonudas!
Tomás y Clara se ríen por la expresión.
—No, Estefanía, estás son angulas, originales, no las que te venden en el comercio.
—Pues lo parecen.
Esta vez se ríe Jorge.
—La diferencia, a parte del sabor, es que este plato cuesta unos trescientos euros —le explica.
Estefi que ya se lo había metido en la boca, para de masticar.
—¿Qué? 
Los tres se ríen.
—Que... —Clara se lo va a repetir.
Estefanía termina de masticar lo que tiene en la boca y mira el plato, interrumpiendo a su nueva amiga.
—¡Trescientos euros!, ¿por qué no lo has dicho antes? ¡y yo zampando como si nada!
Cenan con calma, hablando de las diferencias entre los países, cuando llegan al postre, Estefi saborea la tarta de queso, su postre favorito, en cuanto lo ha visto en la carta, era lo único que sabía que seguro pediría, también mira con curiosidad el postre de Jorge, le parece una especie de helado con mousse.
—¿Quieres probarlo? —pregunta él al ver su expresión.
—¿Puedo?
—Si, claro, toma —coge un poco con la cuchara y se lo acerca a la boca.
Estefanía lo prueba, le encanta, es una mezcla de limón y nata, mira a Jorge con una sonrisa, ahora que lo conoce así, diferente, le está cayendo hasta bien, el joven le devuelve la sonrisa, pensando lo mismo.
Después del postre, una charla animada y unas copas, se ofrece a llevarla a la casa de su abuelo, se despiden de la otra pareja, prometiendo volver a quedar o visitarla.
Ya en el coche, Estefi no sabe que decir, nunca ha tenido problemas para hablar y socializar, pero con Jorge, es diferente.
—¿Lo has pasado bien? —le pregunta él, Rompiendo el silencio.
—Muy bien.
Llegan a la mansión, Jorge para el coche cerca de la entrada, se desabrocha y la mira.
—Me gustaría que nos llevemos bien, ya has visto que puedo ser muy simpático cuando quiero.
—¡ja ja!, ¡y muy chungo cuando no!
Jorge sonríe.
—Si, muy chungo, pero estoy seguro que podemos superar un año de matrimonio, ¿tú no?
—Puede... —responde Estefi con una sonrisa bromista.
Jorge se acerca a ella, parece que la va a besar, Estefanía cierra los ojos dispuesta a corresponder a ese beso, más bien deseosa, pero en vez de eso, le desabrocha el cinturón de seguridad y le dice.
—Mañana pasaré para hacer el paripé delante de tu tío.
La pobre chica quería que se le tragara la tierra, colorada sonríe.
—Claro, hasta mañana.
Baja del coche corriendo, para disimular lo estúpida que se siente, "¿en serio creías que ese pijo te iba a besar?", le riñe su conciencia.
La casa está en silencio, es muy tarde y todos duermen, sube a su habitación, se tumba en la cama y recuerda con las mariposas revoloteando en su estómago, lo cerca que ha estado Jorge de ella, lo bien que olía y el calor de su boca.
—¡No, Estefi! —se riñe en alto esta vez.
Por la mañana, baja a la cocina, los días que está de muy buen humor, como ese, necesita música, así que no se corta en poner su lista preferida mientras desayuna allí, el cocinero y la criada la miran sorprendidos.
Al ritmo flamenco, canta y baila mientras se prepara una tostada con mantequilla.
Su abuelo entra al escuchar el jolgorio, sonríe al ver a su nieta tan feliz, con la música de fondo, obligando a los criados a escucharla.
—¡Veo que la cena fue bien! —exclama alto para que lo escuche. 
Estefi sonríe y baja el volumen.
—Si, yayo, muy bien, los amigos de Jorge son la leche, ¿quieres? —le ofrece una tostada.
Él la rechaza con la cabeza.
—Gracias, cariño, ya he desayunado.
Estefanía se da cuenta del apelativo cariñoso que ha usado y sonríe, es la primera vez, al menos que recuerde, que alguien la llama así.
—Te dejo desayunando, voy a preparar unos papeles, en un rato te veo.
—Ok, yayo.
Vuelve a subir el volumen de la música, los trabajadores empiezan a moverse llevados por la música.
—¡Ahí ahí! —los anima ella.
Se termina la tostada, lleva el plato y el vaso, lo lava mientras canta.
—¿Se puede saber que es esto? 
Una voz femenina grita, femenina y desconocida.
Estefi se gira y ve en la puerta a una señora mayor, al lado de otro hombre que tampoco conoce, un poco más joven que su abuelo pero muy parecido.
—¡Hola, soy Estefi! —los saluda contenta.
—¡Se muy bien quién eres!, ¡y si piensas que a mí me vas a engatusar como a tu abuelo, te equivocas! —le grita la mujer con odio en la mirada.
Estefanía no entiende por qué esa desconocida la odia sin conocerla.
—¡Yo no estoy camelándome a nadie! —se defiende.
—¡Puedes decir lo que quieras!, ¡mira como más vestida!, eres tan vulgar... — le dice con desprecio, después mira a los empleados y les grita—. ¿Qué miráis?, ¡no os pagamos para que estéis quietos!
El cocinero y la criada vuelven con rapidez a sus tareas, colorados y asustados.
—Tu eres mi ... —empieza a decir Estefi.
—¡Tu nada!, ¡fuiste un error!, ¡una desgracia para esta familia! —le grita de nuevo la mujer, su abuela.
—Estamos deseando ponerte de patitas en la calle —agrega el hombre a su lado.



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Editado: 21.09.2022

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