Estefi mira desolada a esas dos personas que acaban de hundir su moral, decidida a no dejarse pisotear, responde.
—¡A mi me importa una mierda lo que penséis!, ¡mirar! —hace un gesto con las manos, señalando un oído —.Lo que digáis, me entra por aquí — señala la otra pareja —. Y sale por aquí.
La mujer se nota que hierve de rabia.
—¡Fuera de mi casa! —le grita señalando a la entrada.
—¡Tú no puedes echarme vieja! —se defiende ella.
—¡Pero qué descaro!
—¿Qué pasa aquí? —interrumpe Miguel la discusión, como siempre, muy oportuno.
—¡Esta niña... insolente!
—Esta niña insolente es nuestra nieta, así que tiene todo el derecho de estar aquí.
Estefanía mira agradecida a su abuelo, se acerca a él y lo abraza.
—Gracias, yayo.
—¡Esto ya es el colmo! —grita desesperada la mujer saliendo de la cocina.
—Asi que eres mi sobrina... —dice el otro hombre.
—No, soy su nieta, ¡de ti no soy nada! —le contesta la chica, sabiendo que su abuelo, es de él quien intenta salvar la empresa.
El hombre con una sonrisa burlona y sospechosa de da media vuelta y sale de la casa.
—Bueno, pues ya conoces a tu abuela y tu tío —le dice con pesar Miguel.
—Si, ¡vaya par! —sonríe.
Luis entra corriendo, alterado.
—¿Qué ha pasado?, ¡la señora subía a su habitación como alma que lleva al diablo! —pregunta mirándolos.
—Lo que tenía que pasar... —responde Miguel.
—Yayo, si te voy a crear follones igual es mejor que me vaya —se ofrece Estefi, entristecida por ver su carita de pena.
—¡No!, ¡por encima de mi cadáver te vas! —concluye, acabando totalmente con esa idea.
Durante el resto del día la casa está en silencio, a Estefanía se le hace infernal, como estar en un entierro o castigo, saca su vena rebelde y pone música en su habitación, no tardan en llegar las quejas por parte de su abuela, la cual entra sin llamar y a los gritos.
—¿Qué crees que estás haciendo?
—¿Qué dice, abuela?, ¡no la oigo! —miente Estefani, queriendo demostrar a esa mujer, que con ella, no va a ganar.
—¡Cómo me vas ha oír con este ruido!, ¡baja la música inmediatamente!
—¿Qué?
Enfurruñada, la señora suelta un gruñido y se va, baja las escaleras, buscando a Miguel, lo encuentra leyendo el periódico en el salón.
—¿Es qué acaso no lo oyes? —le grita furiosa.
—¿El qué, querida?
—¡La música, o lo que sea eso!, ¡si al menos fuera Beethoben o música clásica!, pero eso... tan vulgar.
—A mi me gusta, ¿y a ti Luis? —pregunta al mayordomo que acaba de entrar.
—Es agradable no estar siempre en silencio, un poco de alegría para variar —responde este, apoyando a su jefe y amigo.
—¡Estáis locos, no se os puede dejar solos!
La mujer se marcha, realmente cabreada, Luis y Miguel se miran y sonríen como dos niños traviesos.
—Gracias, amigo.
—Solo he dicho la verdad —sonríe Luis abriendo los brazos y volviendo a sus deberes.
Unos días después, las cosas en la mansión no han cambiado apenas, es una guerra entre dos bandos, pero ninguno va a rendirse.
Estefanía lleva varios días sin ver a su falso prometido, le da rabia el echo de pensar en él, pero hoy está segura de que si lo verá, es su fiesta de compromiso cara a la sociedad, según su abuelo, una oportunidad para fingir estar enamorados.
Se mira al espejo, lleva un vestido azul claro, largo y semi ajustado de tirantes finos.
En esta ocasión, se ha dejado aconsejar por Luis, por lo visto, el mayordomo sabe mucho de estilo y moda, se ha recogido el pelo en una coleta alta y aceptado unos pendientes que su abuelo le ha regalado, son sencillos pero bonitos, con un pequeño diamante brillando y dulcificando sus rasgos, eso, junto con un maquillaje más ligero de lo común, le muestra a una Estani más sencilla y diferente.
Baja las escaleras, las mariposas vuelven a cobrar vida según saben que se acerca el momento de ver a Jorge.
—¡Hija, estás preciosa! —la piropea Miguel con una dulce sonrisa.
—Realmente preciosa, ¡tengo un don! —exclama Luis orgulloso.
—Vamos, los invitados te esperan —su abuelo le ofrece el brazo.
Así entran en el gran salón, está organizado con algunas mesas de canapés y fuentes con comida, camareros de un catering reparten bebidas entre los invitados.
Busca a Jorge con la mirada, lo necesita ahí, a su lado, pero no lo ve.
—¿Dónde está, yayo?
—Tranquila, no creo que tarde —la consuela, esperando que así sea.
Su abuela se acerca a ella, para variar, acompañada de su tio.
—Vaya, has tardado en gastar el dinero familiar... —escupe la señora mirándola con desagrado.
—Octavia, por favor —le ruega Miguel.
—No, déjala, yayo, echó a mi madre y ahora quiere hacer lo mismo conmigo, para algunas... vale más el dinero que la familia —contesta Estefi dando donde más le duele.
—¡Cómo te atreves!
—¡Yo!, ¡tú, que flipas!
—¿Qué?, ¡al menos habla como una persona adulta! —le grita mofándose de ella.
—¡Hablaré como me dé la gana, vieja!
—¿La vulgaridad no la tapa el dinero, no? —escucha una voz conocida detrás de ella, se gira y ahí está, la arpía de Bárbara.
La mujer, con un vestido rojo, muy ajustado y taconazos, se coloca al lado de su abuela y le sonríe.
—¿Qué haces tú aquí?
—La he invitado yo, veo que ya conoces a la nueva directora de marketing de la empresa familiar —dice su abuela con satisfacción, la cara de Miguel y Estefanía, le dice que ha conseguido su cometido.
Justo en el momento en el que Estefi decide salir huyendo, se choca con Jorge que estaba detrás de ella, escuchando la conversación.
—¡Hola, mi amor! —la saluda, sin darle tiempo a responder y dejándola en blanco, la besa apasionadamente delante de todos.
Estefanía se abraza a él, degustando su sabor, sintiendo como se apodera de su ser, un beso largo e intenso que los vuelve a separar del resto del mundo.
Poco a poco se separa de ella, acariciando su mejilla y mirándola con ternura, pensaría que está actuando muy bien, si no fuera por el brillo de su mirada, se pierde en sus ojos marrones, agradecida por su presencia allí.
—Te he echado de menos —añade Jorge, admirando sinceramente, lo bella que está su prometida esa tarde.
—Has tardado en llegar —le dice con voz suave Estefanía, nerviosa y casi susurrando, envuelta en una nube mágica.
—Si, lo siento, pero ya estoy aquí.
Ella asiente y se gira para ver al resto, su abuelo sonríe, en cambio Bárbara y su abuela, Octavia, parece que no esperaban eso, sin perder la elegancia y clase, se dan media vuelta mezclándose entre los invitados.
Pasan un rato charlando con los invitados y finalmente Jorge, la solicita, llamando la atención de todos, mientras golpea suavemente con una cucharilla una copa de champán.
—Delante de todos, amigos, familiares y colegas de trabajo, quiero declarar mi amor a Estefanía Martínez Vega —se arrodilla y abre una cajita que se saca del bolsillo —. Estefani, aunque no empezamos de la mejor manera, estoy locamente enamorado de ti, ¿me harías el hombre más feliz del mundo, casandote conmigo?
La chica, que no sabía que eso pasaría, nadie le había hablado de ese plan, lo mira asombrada, si fuese real, hubiese preferido que no fuera allí, delante de tantos desconocidos, pero no lo era, y ambos lo sabían, aunque hubiese dudado mientras la besaba y la miraba.
—Si, quiero —responde fingiendo mal una sonrisa, es evidente su pesar.
Jorge se pone de pie y le coloca un anillo con un diamante verde en el dedo, los invitados aplauden eufóricos.
Estefanía mira el anillo y a Jorge, ¿es casualidad que el diamante sea de su color favorito?, no, lo duda mucha, su abuelo habrá comprado el anillo.
Jorge se acerca y vuelve a besarla, se aparta ligeramente, quedando muy cerca de ella y le susurra al oido.
—Es cierto que te he echado de menos.
La chica, feliz por su confesión, le sonríe y lo vuelve a besar, pasando los brazos por sus hombros.
Celebran felices, para el disgusto de Bárbara, Octavia y Gregorio, como auténticos enamorados apunto de unirse por amor verdadero.
Estefanía va al baño, sin poder aguantar más, se está lavando las manos cuando ve a Bárbara colocarse detras de ella con una sonrisa.
—¡Pobre idiota!, ¿en serio crees que está enamorado de ti?, aparte de vulgar, tonta —le dice la mujer.
Estefanía intenta no dejarse llevar por la rabia y no darle el gusto de responder a esa mentira, pero no puede.
—¿Tanto te molesta que me haya escogido a mi?
La rubia se ríe.
—¿Elegido?, ¡se va a casar contigo por el dinero!, me lo dijo anoche mientras me besaba y ....
No puede creer lo que está escuchando, ¿ella lo sabe?, y si lo sabe, solo puede ser porque de verdad se lo ha contado Jorge, abatida, sale del baño, Bárbara la mira orgullosa por el resultado.