Una choni entre champán

Flipante

Estefanía, triste, camina entre los invitados, Jorge la alcanza justo cuando va a salir del salón.
—¡Eh!, ¿dónde vas, preciosa?
Lo mira, si da rienda suelta al odio que en este momento siente, sabrá que está al tanto de todo, jugará con ventaja, aprendió muchas lecciones en el centro de menores, la primera, a no confiar en nadie, y como una idiota lo había olvidado.
—Me encuentro fatal, me voy a la cama —miente fingiendo una sonrisa.
—¿Pero qué te pasa?, ¿quieres que te acompañe?
—¡No!, estoy segura de que estarás más en tu salsa con ellos.
—¿Por qué dices eso Estefi?
Consciente de que no se está mordiendo la lengua, se disculpa.
—Perdona, me duele la cabeza, esta falsa boda me está superando.
—Muy bien, como quieras... —responde Jorge con una expresión extraña en la cara.
Se da la vuelta y entra al salón, dejándola sola en la entrada, sube las escaleras y se encierra en su habitación.
Abajo, en la fiesta, Miguel la busca con la mirada.
—¿Y mi nieta? —le pregunta a Jorge, el cual se ha acercado a él.
—No se encontraba bien —miente el muchacho, al igual que ella le ha mentido a él.
—Vaya, serán los nervios.
—Serán.
Al día siguiente, Estefi se levanta, esta vez, sin gota de humor, otra costumbre, poner música triste para acompañar a su estado de ánimo.
Se queda en la cama, mirando por la enorme ventana que le muestra las nubes.
Mientras tanto, en el comedor, Luis y Miguel se miran conspiratorios, en la mesa está Octavia también.
—Hoy está triste —opina Luis incapaz de callarse.
—Si, ¿paso algo en la fiesta que no sepamos? —le pregunta Miguel a su esposa.
—¿Y a mi por qué me preguntas? —le responde ella sorprendida, al menos, aparentemente.
—¿¡Tanto te cuesta querer a tu nieta!? —le grita frustrado, sin entender la razón por la que odia a la chiquilla.
—¿Mi nieta?, yo no tengo ninguna nieta.
—¡No tienes corazón!
—El que no tiene corazón eres tú, trayéndome a esa... a mi casa —le reprocha sin perder el temple.
—¡Maldita sea! ¡esa, es tu nieta! 
Exasperado se levanta, tirando la silla por la brusquedad del movimiento, sale del comedor al sentir las ganas de abofetear a su mujer, "a ver si así, reacciona", piensa.
Sube a la habitación de Estefi, llama a la puerta.
—¡Quiero estar sola! —responde la chica al otro lado.
—¡Hija, soy yo! 
Estefanía, que ya ha cogido cariño a su abuelo, se levanta y abre, dejándolo pasar, apaga la música y se sienta de nuevo en la cama.
—¿Qué te pasa, cariño?
Mira a su abuelo, ya está mayor, hoy parece cansado, lo primero en lo que pensó, fue hacer las maletas e irse, pero al tenerlo en frente, y pensar en dejarlo solo con esos buitres, un instinto de protección se apodera de ella, es el único familiar que le quedaba, al menos, el único que la quería.
—Nada, yayo, estoy en esos días del mes —miente con una sonrisa —. ¿Qué te parece si nos vamos por ahí?, ¡de party! 
—¿Te apetece? 
—¡Si, claro!, me encantará pasar el día fuera de aquí, contigo...
Miguel sonríe, la nube y rencor que hace un momento acechaba, se ha ido de golpe, emocionado se pone de pie.
—¡Pues vamosn!, ¡le voy a decir a Luis que se prepare! 
—¡Y a Alfredo!, ¡necesitaremos el coche!, ¡vais a flipar!, hoy elijo yo —le dice guiñándole un ojo.
Por petición y consejo de Estefi, se han cambiado el traje y la camisa, por un chándal cómodo, el chófer también, primero les hace parar en el pueblo, donde compra unos bocadillos y refrescos, después le da la ubicación a Alfredo en secreto.
Cuando llegan se quedan boquiabiertos, los ha llevado a un refugio de animales.
—¡Vamos! —los llama con emoción, señalando a la entrada.
—Pero, hija, ¿nos dejarán entrar aquí?
—¡Claro, he llamado antes de venir! 
Entran, confusos por la razón que Estefanía tenía para llevarlos allí.
Un hombre que trabaja ahí, les da un cubo, una pala e indicaciones de lo que deben hacer.
Estefanía se pone manos a la obra con rapidez.
—¡Venga! ¿qué hacéis ahí pasmados!, ¡al lío! —les grita.
Se ponen a trabajar entre los perritos pequeños, el hombre de antes les ha aclarado que a los grandes no se acerquen sin él.
Miguel empieza a reírse con los perritos juguetones, a acariciarlos, se siente, tranquilo.
Luis, que no es muy fan de los animales, intenta esquivarlos mientras Estefani se ríe al verlo.
Alfredo, con lo fuerte que es, levanta cubos como si nada y mimosea con los perritos que le saltan en las piernas.
—¡Y ahora iremos a los gatos! —les dice animada.
—¡Hay gatitos!, ¡me encantan los gatitos! —exclama Luis, se le ilumina la cara.
Cuando llegan a las casetas felinas, hay adultos y cachorritos, la voz de Luis cambia de repente, se vuelve fina y ñoña.
—No sabía que te gustarán los gatos —le dice Miguel.
—¡Oh!, ¡me encantan!, ¡son tan suaves y bonitos, con esos bigotitos! 
—Puedes adoptar uno si quieres, cualquier ayuda es bienvenida —le dice el empleado.
—¡Ojalá pudiera! 
—¿Y por qué no?, por mi no te cortes —le dice Miguel con una sonrisa.
—¿En serio?, ¿puedo?
—Claro, ¡eso sí, te encargas tú de cuidarlo! —le avisa con tono paternal.
Todos se ríen por la ilusion del hombre.
Ya de cuenta, en el coche y siendo uno más, Estefanía mira a su abuelo.
—¿Te ha gustado? —le pregunta.
—A sido... ¡cojonudo! —exclama.
—¡Flipante! —añade Luis, que no ha dejado de mirar a su nueva mascota en la cajita, ha elegido una gata ya mayor, amor a primera vista, ronronea con sus caricias.
Al llegar a la mansión, Jorge está esperando en el salón.
—¿Dónde estabais? llevo un rato esperando.
—¡Oh, hijo, perdona!, ¡nos hemos ido de party! —le explica Miguel.
—¿De qué? 
—De excursión, Jorge —aclara Estefi.
Su prometido mira al grupo, la ropa está sucia y Luis, lleva una caja en brazos, "¿cuándo ha cambiado tanto todo?", se pregunta, "¡ah, si!, ¡desde que llegó ella!", se responde mentalmente.
—Me voy a dar una ducha y acomodar a Blanquita —se despide Luis marchándose mientras susurra a la caja.
—Si, yo también —copia Miguel, mirándolos por el rabillo del ojo.
—¿Dónde habéis ido? —pregunta a su novia.
—Por ahí, ¿es que te importa? —responde ella yendose.
Pero como si su relación estuviera basada en intentos de huida, Jorge la agarra de la muñeca, otra vez.
—¡Claro que me importa!, ¡nos vamos a casar en una semana, Estefanía!



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Editado: 21.09.2022

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