El pomo se tuerce hacía un lado, se abre la puerta, muy despacio, Jorge tiene una mano en la cadera de Estefi y la otra en las costillas, ella está sentada encima de él.
—Di algo —le susurra Jorge.
—¡No entres, estoy en pelotas! —grita la chica improvisando.
—¿Qué? —pregunta él por lo que ha dicho.
—¡Es lo único que se me ha ocurrido! —explica levantando las manos.
Por suerte funciona, la persona al otro lado de la puerta la cierra de golpe, velozmente se visten ambos, Estefi le hace una señal con el dedo en los labios para que no hable y abre la puerta, encontrándose con Brayan de frente.
—¿Qué hacíais desnuda?
—Nada, ¡me ayuda a relajarme! —miente ella con una sonrisa nerviosa.
—Bueno, ¿vienes o qué?
—Si, si, ya voy, dame un minuto.
Estefi cierra la puerta y según se gira Jorge la atrapa, volviendo a besarla.
—Para, me están esperando —le pide ella, no está molesta, está sonriendo.
—No quiero parar, dile que se vaya y quédate conmigo —le pide mientras mete la mano por debajo de su blusa y le besa el cuello.
—No puedo hacerle eso a un colega —le ruega compresión.
Jorge se aparta y la mira muy serio.
—Vale, vete, pero esta noche ven a mi casa.
Estefanía pone morritos y sonríe.
—Lo pensaré —responde cogiendo su bolso.
Jorge la vuelve a sujetar cuando va a salir.
—Lo pensarás no, prométeme que vendrás.
Vuelve a besarla, acariciando con una mano su cuello.
—Vale, iré —concede al fin.
Él la suelta y la deja ir.
Estefi sale de su oficina y mira a Brayan, está con cara de pocos amigos, en cambio ella está sonriente y colorada.
—¿Se puede saber que hacías?
—¡Ya te lo he dicho, relajarme!, ¡me estáis estresando!
Sin mediar más palabra, sale delante de él, obligándolo a seguirla y dar oportunidad a Jorge de salir sin ser visto.
Pasó el resto de la tarde con sus amigos, Miguel y Luis, llegando la noche.
Han cenado y Estefi mira la hora en el móvil impaciente, no parece que tengan ninguna intención de irse pronto a dormir y tampoco le parece bien dejarlos tirados siendo que han hecho un largo viaje para estar con ella.
Coge el móvil y escribe a Jorge.
"Lo siento, me da que no podré ir esta noche".
Deja el móvil en la mesa y sigue con la conversación, intentando olvidarse de Jorge por un rato, pero el móvil suena.
"Prometiste venir, estoy impaciente por estar contigo", le ha respondido él.
"Lo sé!, pero no puedo dejar a mis colegas tirados", le explica.
"Ven entonces cuando se vayan a dormir y pasa la noche conmigo", le propone entonces.
Estefi lo piensa, Alfredo la mataría si le pide que la lleve a esas horas y ella no tiene el carnet de conducir, ha conducido, pero de manera ilegal, tampoco es que le hiciera falta, hasta ahora.
"Está bien, pensaré en algo", le concede finalmente.
Mira la hora un rato después, es la una de la noche y siguen de palique, así que finge un bostezo.
—¡Estoy muerta, gente!, me voy ha ir a dormir —les miente mientras se estira.
—Si, yo creo que también voy a ir yendo, es muy tarde —la copia Miguel.
—Vale, entonces nosotros también, así no damos guerra —señala Brayan, refiriéndose a él y Trini.
Estefi entra en su habitación, se sienta y espera unos minutos, entonces sale y se dirige a la de Trini, entra, feliz de que no pasase la noche con Alfredo.
—¿No te ibas al catre? —le pregunta su amiga sorprendida.
—Si, bueno no, ¡necesito que me hagas un pedazo favor! —le explica poniéndole ojitos.
—A ver, dime.
—¿Tenías el carnet del coche no?
—¡Si, pero, tía!, ¡no conozco la zona, la podemos liar parda!
—No, tranqui, yo te guio.
Trini la mira muy seria.
—¡Bueno, venga va, que no haría por mi sister!
Estefi la abraza agradecida.
Bajan en sigilo, van a la cochera y cogen la llave de uno de los coches de su abuelo, al arrancar y hacer ruido se miran.
—¡Tía, vas a ver que cabreo se coge tu viejo si nos pilla! —le dice su amiga.
—Conduce, no va a pasar nada.
Abren el porton y salen, al principio todo va bien, Estefi recuerda el camino hacía la casa de Jorge, pero entonces se lía y no recuerda si era derecha o izquierda, varias veces...
—¡Nos hemos perdido! —le grita Trini nerviosa.
—¡Qué no hombre!, ¡tira por ahí, seguro que es por ahí! —le pide Estefi como último intento de ubicarse en la zona.
Un rato después, se resignan y reconocen lo inevitable, se han perdido.
—¿Y ahora? —pregunta Trini.
—Pues va a ser que tienes que llamar a tu churri —le dice como si nada Estefi.
—¿¡Pero tú has visto la hora!?, ¡tampoco hay tanta confianza!
—¡Porfi, porfi! —le ruega juntando las manos.
—¡Eres un dolor! —le responde Trini sacando el móvil.
Al rato llega el chófer, un poco enfadado.
—¿Pero se puede saber en qué estabais pensando?, ¿habéis visto la hora que es?
—Lo sentimos mogollón, no ha sido culpa de la Trini, yo la obligué —le explica Estefi para que no afecte a su extraña relación.
—¡Anda, seguirme con el coche! —les ordena.
Las chicas vuelven a subir al coche.
—¿Y qué vas a hacer con el Jorge?
—Tendrá que entenderlo, no la voy a liar más por hoy —pone fin a su aventura Estefi.
Al llegar a la mansión, ve como Trini se va con Alfredo a su casita.
—¡Tendrá suerte! —dice en alto sonriendo.
A la mañana siguiente, en la empresa, en vez de ir directa a su despacho, va a la de Jorge, llama a la puerta y entra, está con su bebé, el cual ya gesticula, suelta alguna palabra al azar y se mueve mucho.
—¡Oh, perdona!, no sabía que estabas con tu hijo —se disculpa.
—Puedes entrar, no va a entender lo que digas —le ofrece él mirándola mientras juega con las manitas del pequeño.
—¡Ah, pues entonces vale! —responde entrando, cogiendo una silla y sentándose a su lado.
Los niños la pierden, tarda segundos en quedarse embobada con el pequeño, juega con él y le dice cosas con voz ñoña.
—¿Estefi? —le pregunta Jorge al ver que lo ignora.
—¿Qué? —responde solamente, sonriendo al bebé.
—¿Qué por qué no viniste anoche?
—¡Ah, si!, no pude —dice sin más, siguiendo a su rollo con el pequeñajo, el cual también está embobado con ella y le sonríe.
—¿Quién es el más guapo? —le dice al niño.
Entonces Jorge sonríe, olvidando porqué estaba molesto.
—Serías una madre increíble —le dice.
Estefi lo mira, perdiéndose en él ahora.
—Algún día —responde ella, por no decir que le encantaría serlo con él.
Sin llamar a la puerta Bárbara entra.
—Vaya, si parecéis una familia y todo —dice con sarcasmo, evidentemente molesta.
Estefani se pone de pie, incomoda, finalmente es su hijo.
—Si, bueno, vi al renacuajo y no pude aguantar, ya me iba —se despide Estefi y se va.
Llega a su despacho y se apoya en la puerta, suspirando.
—No es justo...