Una cita para Navidad

2. Messages

Noelle

*Una semana antes*

¿Cuál es la mejor manera de conocer a alguien? En ocasiones me pregunto si soy lo suficientemente buena para hacerlo; es decir, si no hablamos de mi nula capacidad para relacionarme con la gente, y de mi falta de iniciativa para acercarme a los otros, no hay tanto de malo en mí, ¿cierto?

Rayos, realmente soy mala con eso.

—¡Está loco! Deja de hablarle ya —mi mejor amiga me mira a través de la pantalla con su ceño fruncido, aún no termina de procesar toda la información que acabo de soltarle y creo que yo tampoco—. ¿Qué pretende, y por qué te dice eso? Si quiere volver con su ex es su decisión, ¿tú qué tienes que ver?

—Solo dijo que me lo contó porque me tenía confianza —digo recordando el mensaje que me envió hace un momento.

—Pues que vaya con su confianza a otro lado —rueda los ojos—. Ya no le hables, lo digo en serio.

—Oye, no es tan malo, al menos me dejó claro hacia dónde va esto…

—Y, ¿hacia dónde va? —me interrumpe de mala manera.

—A que podemos ser muy buenos amigos —digo, tal vez para convencerme más a mí misma que a ella. Pero es cierto, es algo que vino a mi cabeza hace unos minutos luego de pensarlo todo, realmente creo que solo seremos buenos amigos y eso está bien para mí, no quiero crearme ilusiones tontas que al final no van a cumplirse, o dejarme llevar por ideas locas de mi cabeza, entonces, saber hacia dónde vamos es realmente reconfortante.

—Pero, ¡a ti te gusta! —exclama como si fuera la cosa más obvia del mundo, exagerándolo aún más con sus gesticulaciones.

—No me gusta —la corto—. Ya habíamos tenido esta conversación —le recuerdo, para que se centre.

—Te gustaba —contradice con obviedad.

—Eso fue hace mucho —le quito importancia.

—¿Y?, el paso del tiempo no asegura que los sentimientos cambien, por ejemplo, a mí me sigue gustando Santiago de la primaria.

No puedo evitar reír, de nuevo esa historia.

Jazzlyn es mi mejor amiga desde que tengo memoria, ha sido ella con quien he compartido mis más grandes locuras, desamores y desilusiones, así como ella ha hecho lo mismo conmigo.

Santiago es el niño que le gustaba cuando estábamos en el colegio, aquel que al parecer no ha olvidado; cuando estudiábamos juntos, ella tenía un flechazo por él, de esos inocentes que sienten los niños, pero que llegan a ser bastante sinceros y de una intensidad sobreabundante, no la culpo, él era lindo; incluso en ese entonces yo también tenía cierto gusto por el mejor amigo de mi hermano, aunque aquello nunca se dio y es parte de otra historia.

El punto es que Santiago nunca correspondió los sentimientos de Jazz, y eso la destrozó un poco, pero claro, sin quitarle el flechazo aun en todo este tiempo.

—¿Y cómo está él? —muevo las cejas de forma sugerente luego de mi pregunta, siempre le ha molestado que haga eso.

—Está bien, me ha escrito la semana pasada —comenta mirando sus uñas como si aquello fuera más importante.

Su reacción es lo que menos me esperaba.

—¿Cómo es que has hablado con él y no me lo has contado? —finjo molestia.

Me mira entre apenada y sorprendida.

—Lo siento —se excusa rápidamente—. Estás en periodo de exámenes, no quería molestarte con tonterías de esas.

Ahora soy yo quien la mira mal, no puede hablar en serio, si es por “tonterías de esas” que estamos teniendo esta conversación en primer lugar.

—Realmente no sé qué ves en él —respondo luego de que me mostrara capturas de su conversación pasada—. ¡Es un completo cretino!

—No es para tanto, fue una conversación como cualquier otra, ¿qué esperabas? ¿Que me declarara su amor de repente?

—Por supuesto que no, eso lo esperabas tú —respondo convencida—, aunque conociéndolo, no me sorprendería que suela declararse a través de mensajes de texto y no como las personas normales suelen hacerlo.

—No lo conoces —la miro—, el chico que conocimos en el colegio no es ya nada parecido a este —explica.

—Por supuesto —ironizo—, el niño del pasado era tierno y con carácter; este es un completo…

—¡Basta! —me interrumpe antes de que diga unas cuantas verdades, me río—. Hablábamos de ti y tu chico que es demasiado tonto, ¿por qué cambiamos de tema?

—Primero: no es mi chico —comienzo a enumerar con mis dedos—. Segundo: tú cambiaste el tema. Tercero: —me quedo callada un momento, pensando qué más decirle—, ya no tengo un tercer punto —me rindo.

—Ja, ja, ja —se ríe en mi cara—. Mejor dime, ¿qué harás?

La respuesta a esa pregunta ni yo la tengo, no dejaré de hablarle solo por lo que me ha contado de su exnovia, eso es claro, además de que hacerlo sería muy patético y demostraría que me afecta y le doy más importancia de la que merece, cosa que no hago, o al menos quiero convencerme de eso. Así que solo responderé algo genérico, es lo mejor, supongo, y luego continuaremos hablando normal, como si nada pasara.




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