Una docena de rosas

Comprendiendo

Afortunadamente, el día había pasado sin mucho más daño. El examen de Biología no había sido malo. De hecho, la única persona que terminó antes de mi había sido Edward. Mike tuvo la inteligencia para estarse alejado por el resto del día, y eso fue bueno. Creo que estaba lista para atacar al infortunado de cromosoma Y que se cruzara en mi camino.

Deportes había estado inusualmente sin incidentes. De hecho, estaba comenzando a cogerle el tiro a esquivar la pelota de tetherball. Tan de malas que era el último día. El siguiente lunes, comenzaríamos con softball. Estaba tan acabada.

Conduje directo a casa, con gran desánimo. Había hecho un lío tan grande de todo. Había pensado que tal vez… no, no me permitiría el pensar aquellos pensamientos prohibidos de nuevo.

Llegué a la entrada y apagué el camión. Tomando mi bolso, las rosas y los dulces, salí de un brinco y me dirigí a mi habitación. Durante el tiempo que subía las escaleras, me iba enfureciendo más y más. Para cuando llegué a mi habitación, sabía lo que iba a hacer.

Caminé con resolución a donde estaba ese estúpido florero, y metí a empujones las tres rosas restantes en el florero. Una docena de condenadas rosas. Me dirigí al florero, planeando agarrarlo y tirar todo eso. Quise romperlo sobre el suelo primero. Quise verlo hacerse pedazos. Pero nunca lo toqué.

Mis manos se congelaron enfrente de él mientras lentamente la comprensión penetraba. Uno: la cinta que había encontrado alrededor de la novena rosa que había recibido anoche en mi closet, ya no estaba doblada cerca del florero, estaba atada alrededor del cuello en un perfecto y simétrico moño. Segundo: las tres rosas que Tyler me había dado eran muy lindas. Pero se veían horrendas en comparación a las otras nueve. Las primeras nueve que había recibido sobresalían en un contraste extremo, opacando las otras.

Era como si las primeras nueve fueran mejores, más eternas que las otras. Las otras tres eran simples mortales en comparación. Como ángeles y mortales. Me senté lentamente sobre el borde de mi cama.

¿Era posible entonces, que Tyler acabara de completar de casualidad mi docena de rosas sin darse cuenta y las nueve originales eran de alguien más? No me permití pensar en su nombre por miedo a romper mi corazón de nuevo. Las rosas de Tyler eran ciertamente diferentes. Sentí esperanza creciendo en mi pecho mientras sacaba las otras tres y las recostaba sobre la mesa, al lado del florero. Las rosas de Tyler no tenían esperanza en alcanzar la misma perfección que las de mi persona misteriosa tenían. Simplemente no era posible que hubieran venido de la misma persona.

Mi corazón saltó dentro de mi boca con el pensamiento. Edward, de hecho, podría haberme dado las primeras nueve. Estúpida. Pensar eso en primer lugar me había hecho herirme. Tal vez yo era un kamikaze emocional.

Sintiéndome inconfundiblemente más alegre, bajé las escaleras para empezar la cena para Charlie. Después necesitaba limpiar mi cuarto antes que Ángela llegara.

Hubo un golpe en la puerta. Ansiosamente, me apuré hacia esta para responder. Era Ángela, bendito su corazón, esperando por mi. Retrocedí y le mantuve la puerta abierta, dejándola entrar. Cerré tras ella antes de caminar juntas a la sala. Ella saludó cordialmente a Charlie.

"Buenas noches, Jefe Swan," dijo respetuosamente.

"Ah, dime Charlie. Eres Weber, ¿cierto? Buenos padres los que tienes," asintió distraídamente antes de girarse de regreso al juego. "Diviértanse chicas." Claramente Charlie no quería parte en esta noche de chicas. Bien conmigo.

"¿Quieres algo de tomar?" le pregunté a Ángela, caminando a la cocina para agarrar un par de gaseosas.

 

"Seguro, lo que tengas está bien," dijo. Ambas subimos las escaleras con las dos latas. Abrí la puerta de mi cuarto de un codazo y ella entró. Sobre el piso, había colocado una bolsa de dormir con almohada y sábanas extras. Ella dejó su bolso de dormir encima antes de mirar alrededor de mi cuarto.

"¡Ah, Bella!" gritó. Me giré para ver lo que estaba viendo. El florero. Por supuesto. Había puesto las rosas de Tyler en una jarra más pequeña al lado. Ángela se movió para mirarlas más de cerca.

"No son de la misma persona, ¿cierto?" preguntó, mirándome sobre su hombreo.

"No, no lo creo. Pensé que lo eran, hasta que puse las de Tyler en el florero con las otras," expliqué.

"No, no son las mismas. Eso quiere decir que tu admirador secreto todavía es un secreto."

"Y significa que no es Tyler," agregué con alivio.

"Aún podría ser Mike," apuntó. Arrugué mi nariz ante la idea. Ángela se rió bajo.

"¿Qué te gustaría hacer esta noche? ¿Pedicura? ¿Películas?" pregunté. Ángela se veía interesada.

 

"Podríamos empezar con pedicura," dijo. "Y luego juegos de mesa o algo. Celebrar el día festivo de los solteros, ¿no?" Había algo sobre Ángela, algo absolutamente cariñoso, cálido y acogedor. No pude evitar reírme con ella sobre toda la cosa a pesar de cuan terrible había sido mi día. Ángela realmente era una buena amiga.

Películas, palomitas de maíz, brillo de uñas rosado y una tabla Ouija después, estaba en el baño alistándome para finalmente ir a dormir. Charlie se había ido a picar el ojo hacía mucho, con cuidado de no perturbar las cosas femeninas teniendo lugar arriba.

Salté fuera de la ducha y sequé mi cabello, me puse mis pijamas y comencé a cepillarme mis dientes. Terminando, me dirigí abajo para asegurarme que todo estaba en orden antes de ir a la cama. Oí la puerta de la nevera cerrarse. Caminé dentro de la cocina y vi a Ángela tomando otra gaseosa. Sonrió y me ofreció una. Asentí, y apagué las luces.

Ángela subió saltando las escaleras a mi cuarto, y la seguí igual, pero casi me estrello con su espalda cuando se detuvo sin avisar en mi puerta.

"¿Qué pasa?" pregunté. Ángela señaló.

"¿Estaba eso aquí antes?"



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En el texto hay: misterio, rosas, amor

Editado: 27.08.2023

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