No es exactamente lo que yo quería, tampoco me hubiera imaginado vivir como lo había hecho hasta ahora, pero me gustaba. Me gustaba tanto que me daba miedo acostumbrarme.
El se acercó y sin problema alguno me acorraló contra la pared. Sentía su reparación, la mía estaba más irregular que de costumbre.
Solamente me miró a los ojos. Pude ver que a través de ellos habían miles de sentimientos, ninguno era malo, y todos eran dirigidos hacia mi
— Eres un ángel que está encadenado al infierno, y simplemente no se da cuenta.
— No soy un ángel. Soy un demonio.
— Eres un precioso ángel al que le cortaron las alas, y ahora cree que es un demonio— El se acercó a mí oido— Solamente aquellos que cometieron un horrible pecado son considerados demonios.
— Entonces yo soy uno.
— ¿Ah si? ¿Y cuál es tu pecado?
— Haberme enamorado de ti, y no te burles, por que suene cliché— Lo abracé, sintiendo su bien formado cuerpo— Al final sufriremos los dos, pero tú más que yo.