Una en un millón.

Operación rescate

Me recuesto en la cama esperando oir varios pasos en la escalera que me avisan que la guardia sube para echarme a la fuerza, pero no oigo nada por un buen rato. Sujeto mi valija la cual está bastante llena y me coloco el bolso en el hombro. Suspiro antes de abandonar la habitación. Me dirijo a la escalera, viendo al pie de la misma a Roser y Frank hablando en voz baja. Roser, claramente enojado, niega con la cabeza mientras el abogado trata de apaciguar las cosas. Los dos se quedan en silencio al verme bajar asiendo malabares con la valija. El rostro de Roser demuestra furia, y por un segundo siento que me va a atacar. Naturalemente no lo hace, pero puedo imaginar que está pasando por su mente en este momento.
Camino entre ambos y me dirijo a la puerta.

— Señorita Valls, ¿a dónde cree que va?

Me volteo dramáticamente. — Me voy antes de que me corran. No me voy a quedar esperando a que me saquen en una patrulla como la última vez. — Frank abre la boca para hablar, pero lo interrumpo antes de que salga ningún sonido de ésta. — Y no te preocupes, Frank. Iré directo a la estación de policías... — Me interrumpo porque Frank arroja una tableta a mis brazos. No parece enojado, pero tampoco está muy contento y lo demuestra con su acción. 

Me inclino para recoger la tableta que ha terminado en el suelo, con una sonrisa incómoda deseando que no se haya roto por la mitad. Por suerte eso no pasa. En primera plana se muestra la noticia de nuestro compromiso. Una foto de los dos abrazados, con Roser sujetándome de la cintura y yo con los pies elevados. Nuestros rostros desbordan de felicidad. Arrugo el ceño viéndo la foto. ¿De dónde sacaron esta foto? Levanto los ojos hacia ellos quienes, espectantes, no apartan los ojos de mi.

— ¿De dónde sacaron esta foto? — inquiero incrédula. — A menos de que me hayan drogado, no creo...

— ¡Señorita Valls! — grita Frank — ¡Concentrese!

Me estremesco al escuchar su voz la cual suena bastante enojada. ¿Por qué lo estaría? Vuelvo la vista al artefacto. Paso a la otra pestaña abierta en la tableta: dudando comiemzo a leer. Me encuentro con una foto mía con las palabras _se busca_ en rojo y sobre mi rostro.

Lamentamos informar la desaparición de la señorita Stella Valls, desde el día 18 de septiembre. "La última vez que la vimos — afirma Jenna Castillo, su mejor amiga — fue los primeros días de las vacaciones de verano. Se fue a pasar las vacaciones en Italia, y no hemos sabido más nada de ella desde hace unas semanas. ¡Estamos muy preocupados!" La señorita Castillo, quién afirma haber mantenido contacto con Stella los dos primeros meses de su retiro, dice no tener ni idea de dónde pueda encontrarse su amiga, y si aún sigue con vida.

Levanto la vista de la noticia, incrédula.

— Jenna... — susurro incrédula.

— No me puedo creer que no hayas mantenido conversación con tu amiga en todo este tiempo.

Pestaneo desconcertada. Simulo tener un teléfono entre mis manos: — ¡Hola Jenna, no te preocupes por mi que no estoy secuestrada ni muerta! — grito hacia mi mano. — ¿Cómo mierda querías que me comunicara con ella si no tenía nada con qué hacerlo?

— ¡Ese no es el punto, Stella! — Frank mira hacia los lados por si había alguien escuchando a hurtadillas. Se acomoda la chaqueta del traje y baja la voz: — Podrías haber pedido un teléfono. Nadie te iba a negar una llamada. No puedes echarnos la culpa, Stella. No de esto — comenta apuntando la tableta. — Además ibas a llamarla hace unos días. Dijiste que te iba a matar si no se enteraba.

— Si eso es cierto, pero lo olvidé. ¿Okey? Ultimamente he estado un poco ocupada en otras cosas y, prácticamente no pienso en nada que tenga que ver con mi antigua vida.

— Eso ya lo sabemos — comenta Roser en un sunsurro que llego a oir.

Dejo caer mi bolso en el suelo y coloco la tableta sobre el mismo.

— ¿A qué te refieres? — le pregunto una vez estoy lo suficientemente cerca para incar un dedo en su pecho.

— ¡Sabes a qué me refiero! Estás tan ocupada metiendote en las cosas que pasan en la mansión, qué te olvidas de hacer las cosas que realmente debes.

— ¿Cómo qué?

— ¡Cómo mantenerte al margen, en tu habitación, hasta que termine el contrato!

No me detengo a pensar que iba a hacer en el momento, por lo tanto no premedite dejarle marcada la mano en la mejilla. Me sujeto la mano la cual me arde demasiado. La zona donde recibió el golp, comienza a quedar colorada. Me mira furioso. Levanta las manos como si quisiera atacar, pero Frank lo detiene colocando una mano en su hombro. Roser aprieta los puños a los lados, y sin decir nada abandona la habitación.

— ¿Qué te ocurre, Stella?

— ¿Qué me ocurre a mi? ¡Qué le ocurre a él! Escucha, eso no es parte del contrato. No firme para estar en un lugar donde me menosprecian y atacan todo el tiempo.

Frank luce apenado y, cuando se dirige a mi lo hace en un tono mucho más calmado.

— Lo siento, Stella, tienes razón. No hay justificación para ese comportamiento. No es la primera vez que tenemos problemas por su actitud.

Los ojos se me llenan de lágrimas. Pestaneo para alejarlas, pero sin querer una se desliza por mi mejilla. Claramente Frank la ve ya que tanto su expresión como su actitud se suavizan.

— Déjame arreglarlo, ¿está bien? No permitiré que vuelva a tratarte así. Al firmar el contrato, estaba al tanto de tu participación en los temas relacionadas a la mansión. No entiendo porque se comporta de esa manera.

Me limpio la nariz con la manga, ante la expresión de disgusto del abogado.

— ¿Estás seguro que leyó el contrato?

— ¿Qué contrato?

Frank, quien se había colocado en cuclillas a mi lado, se levanta en un santiamén. Se coloca el traje en su lugar, y estira una mano hacia mi para que me ponga en pie. Maeyls se acerca caminando por el pasillo que lleva a su oficina. Su característico atuendo negro, la hacia resaltar entre las paredes púlcramente blancas. Lleva los brazos cruzados en su pecho, y una sonrisa arrogante en el rostro. Nunca antes la había visto sonreír.




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