ALEXANDER
En la mansión pienso solamente en que se está cumpliendo el aniversario de la muerte de Rebecca. Mí hermana está conmigo.
– ¿Cómo estás hermano? –me mira–
– Estoy bien, hermana –le respondo con una sonrisa–. No te preocupes
Entonces entra mi padre, mí hermana se levanta con respeto como típicamente hacemos en nuestro pueblo.
– Retirate, Eva –le dice mí padre–. Quiero hablar con tu hermano a solas
– Claro, padre –ella se va
– ¿De que quieres hablar? –le pregunto–. Si es por el asunto de la chica, no quiero hablar
– Es sobre el matrimonio –dice–. Pero no te vas a casar con ella, encontramos otra mujer
– Papá... Por favor –digo–. No me voy a casar
– Sino te casas, hijo –toma un respiro–. Te quitaremos la autoridad de la empresa
– No puedes hacer eso –le digo–. Soy tu único hijo varón
– Entonces ponme orgulloso –me dice con mirada fria–. Cásate y dame un nieto
– Ash... Está bien –digo con frustración–. Trae a esa mujer
– Muy bien, hijo mío –dice–. No te arrepentirás de esa decisión cuando tengas a tus hijos
No puedo creer lo que acabo de aceptar, un matrimonio arreglado, algo a lo que yo estaba completamente en contra. Llamo a Emiliano para que me ayude con esto.
– Entonces –me mira sorprendido– ¿Te vas a casar?
– Así es... –pongo mis manos en mí rostro–. ¡No me quedo otra que aceptar!
– Si te soy honesto no se que decirte, amigo –dice–. Sin ti en la empresa quebraremos, nadie la maneja como tu
– Dios, no puedo creerlo –digo enojado–. Estoy condenado
– Lo lamento mucho, de verdad, amigo –me dice
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Unos Días Después
ATENAS, GRECIA
CELESTE
Llamé a Annia a un café para poder pedirle el favor de cuidar a mí madre cuando me vaya. Le cuento todo y ella me mira con sorpresa y angustia.
– ¿Has perdido la cabeza? –me dice–. ¿Casarte con alguien que no conoces?
– Annia, amiga –tomo sus manos–. Es la única forma que tengo de... Ayudar
– Pero... ¿España? ¿Irás hasta allá?
– Me temo que si –digo asintiendo con la cabeza–. Les enviaré dinero una vez que me case, hay suficiente medicina para unos días
– ¿Estás segura de lo que harás?
– Si, otra no que queda –miro el mar que se alza–. Solo aquí encontraré estás vistas –me cae una lágrima–. Solo espero poder llegar a volver
– Yo espero lo mismo –me mira– Cuidare de tu madre, lo juro
– Gracias –le sonrío–. Muchas gracias, solo a ti puedo confiartela
– Pero llama seguido, ¿Si? –me mira–. Y nos volveremos a ver muy seguido
– Eso es seguro –digo–. Y estate atenta
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MADRID, ESPAÑA
ALEXANDER
Me están midiendo el traje de novio, están tomándose mucho tiempo para que todo esté listo en dos días, mañana llega la chica, enviaran un jet por ella.
– Estás quedando muy guapo –dice mí madre–. Espero que tu matrimonio sea bendecido, hijo
– Gracias... –digo de mala gana–. ¿Donde está papá?
– En su oficina –me dice–. Están preparando todo para enviar el jet por Celeste
– ¿Celeste? ¿Así se llama? –pregunto
– Si, hijo, Celeste Amos –dice con una sonrisa–. Pero próximamente de Wayne
– Si, eso creo –me miro al espejo
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AL DÍA SIGUIENTE
ATENAS, GRECIA
CELESTE
Estoy en el aeropuerto de Atenas, Annia y mi madre vinieron conmigo a despedirme.
– Bueno, mí amor –me dice mí madre–. Espero que tengas un buen viaje y que te vaya bien en tu trabajo
– Claro, mamá –le digo con una sonrisa–. Estaré bien
– Nos veremos pronto –dice Annia–. ¿Verdad?
– Si, eso espero –le digo–. Las llamaré una vez que llegue ahí
– Adiós mi amor –me da un beso en la frente–. Llámame pronto, hija
– Claro, mamá, debo irme –me despido–. Adiós, hasta pronto
Antes de ir hacia la pista le echo una última mirada a mí madre y a Annia. Camino con mis maletas hasta la pista, entonces ahí veo el jet con una mujer de edad, vestida muy elegante está ahí.
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A
RISA (Madre de Alexander)
Veo como una joven se acerca a mí, con sus maletas, su cabellera negra, sus ojos azules y piel blanca atraen más de una mirada masculina inclusive la de los hombres que vinieron conmigo.
Además la ropa que trae no es nada adecuada para una chica comprometida, tiene un conjunto rojo ligero, con flores
– Buenos días –me dice su dulce voz–. ¿Señora Wayne?
– Así es, querida –le respondo–. Tu eres Celeste Amos
– Si –asiente–. Es un placer conocerla, señora Wayne
– Igualmente, querida –le señaló el jet–. Vámonos ya, Madrid nos espera y mí hijo a ti
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CELESTE
Cuando la señora Arisa dijo: "mí hijo a ti", se me puso la piel de gallina, no puede ser... Perdería mí virginidad con alguien a quien ni siquiera conozco.