DOS SENANAS DESPUES
CELESTE
Cashva mejoro muchísimo, ahora ya puede caminar y correr, comparte campo con Evan. En increíble blanco y negro juntos, extraordinario.
Aún me preguntó quién fue el que disparó, ya que apesar de largas y exhaustivas búsquedas no lo encontraron.
Me encierro en el baño y saco mí celular para llamar a Annia y saber cómo está mí madre.
📱 << – Hola. ¿Annia? ¿Cómo están? – >>
📲 << – Hola, Celeste. Estamos bien, el dinero llegó hace unos días – >>
📱 << – Que bueno. ¿Mamá? ¿Cómo está ella? – >>
📲 << – Tu madre está bien, no te preocupes. Duerme ahora, pero dime. ¿Cómo estás tu? ¿Tu esposo?
📱 << – Estoy bien, tranquila, Annia – >>
📲 << – Pero... ¿Cómo es él? ¿Cómo se llama? ¡Habla! – >>
📱 << – Bueno, se llama Alexander. Tiene 32 años – >>
📲 << – Bueno pero... ¿Cómo es? ¿Guapo, feo? ¿Gordo, flaco? ¿Está bueno? –>>
📱 << – Es guapo, muy guapo. Alto y bueno... Está bueno – >>
📲 << – Uhhhh... Suertuda, amiga. Mándame foto cuando puedas – >>
📱 << – Ay, amiga. Bueno ahora tengo que irme. Saluda a mamá de mi parte. Adiós, te quiero amiga – >>
Cuelgo y salgo del baño, al salir choco contra el duro torso de Alexander, me quedo helada contra él, siento su perfume y también creo sentir su corazón latiendo a toda marcha.
– ¿Est... Estabas escuchando? –le pregunto.
– Acabo de llegar no te preocupes –me dice y mira mí celular–. ¿Con quien hablabas?
– Con una amiga de Grecia –le digo–. La extraño mucho y bueno... Quería llamarla.
– Me alegro –me dice y se aleja–. Aquí no tienes que esconderte, Celeste. Es tu casa y eres la señora de aquí.
– Entiendo completamente –digo nerviosa–. Bueno iré a ver cómo sigue Cas...
Escuchamos el sonido de un motor afuera. Pronto alguien golpea la puerta para luego ver cómo aparece Eva.
– Hermano, es Adler Aster –dice preocupada–. Quiere verte.
– ¿Que hace este aquí? –pregunta–. Bueno, iré a ver qué quiere.
Alexander sale de la habitación y se encamina hacia las escaleras. No me aguanto y lo sigo, pero antes de cruzar a la sala Eva me detiene.
– No puedes ir, Celeste –me dice.
– ¿Por qué no puedo ir? –la miro sorprendida–. Quiero saber que pasa.
– Es que es... –dice nerviosa–. Asunto de hombres, Celeste.
– ¿Que asuntos de hombres ni que asunto? –digo–. Tu hermano es mí esposo, sus asuntos son mis asuntos.
Entro a la sala donde se encuentran Alexander y otro joven. Es un joven alto, de cabello negro y ojos azules, piel muy blanca. Está mirando a Alexander pero cuando me escucha entrar se gira hacia mí.
Lo conozco, de algún lado lo conozco.
– Buenos días –le dig y miro a Alexander–. ¿Esta todo bien?
– Disculpe, señorita –dice el joven–. Quería hablar con su esposo asuntos de hombres.
– Lo que tiene que ver con mí esposo tiene que ver conmigo –digo molesta–. Y permítame preguntarle... ¿Quien mierda es usted?
El muchacho sonríe como si estuviera satisfecho con mi actitud.
– Me presento soy Adler Aster –se presenta–. Es un gusto conocerla, señora Wayne
– Igualmente, señor Aster –miro a Alexander–. ¿Cuál es el problema?
– Celeste –me dice Alexander–. El señor Aster es el dueño de Cashva.
– ¿Cashva? –pregunta confundido–. ¿Quien le puso ese nombre?
– Yo lo hice –digo mirándolo–. ¿Vienes a llevártela? ¿Después de dos semanas?
– Nos hemos enterado recién que ustedes tenían al caballo de mi madre –le digo–. Es uno de los pocos recuerdos que me queda de mi madre.
– Entiendo, señor Aster –le digo y me giro hacia Alexander–. Hay que devolverselas
– Pero tu la quieres... –me dice Alexander apenado.
– Escuchaste lo importante que es para ellos –le digo–. Estará bien en sus manos, lo sé.
Alexander asiente tristemente, ambos nos habíamos encariñado con Cashva o Kiara como es su verdadero nombre. Guiamos a Adler hasta los establos y llegamos dónde Cashva quien se exalta de alegría cuando Adler aparece.
– Hola, muñequita –le dice cariñosamente–. ¿Lista para ir a casa?
– Parece que te extraño –le digo–. Cuídala bien, por favor.
Se gira hacia mí para mirarme por largos segundos ~ ¿De dónde conozco a este chico? ~ pregunto para mí misma.
– ¿Te conozco de alguna parte? –me pregunta.
– Lo mismo iba a preguntar –respondo–. Pero creo que es mejor que terminemos este encuentro.
Empezamos a salir de los establos, cuando están apunto de subir a Cashva al remolque ella se gira y viene hacia mí, yo aprovecho para acariciarla.
– Se encariño contigo –dice Alexander.
– Debes sentirte privilegiada –dice Adler acercándose–. No es fácil de domar y no quiere a mucha gente.
– Así me siento –abrazo a Cashva–. Te adoro mucho, pero tienes que volver con ellos, hermosa.
– Gracias por cuidarla... –dice llevandose a Cashva–. A ambos.
– De nada, fue un placer –dice Alex.
Así vemos cómo se llevan a Cashva, me quedo un poco triste. Todo lo que me importa se me ve arrebatado. Miro hacia abajo con ganas de llorar.
– Ey... No llores, Celeste –me abraza–. Está con su familia ahora.
– Lo se, pero me encariñe con ella –digo apunto de llorar.