Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo VIII

DOS SENANAS DESPUES 

 

CELESTE

Cashva mejoro muchísimo, ahora ya puede caminar y correr, comparte campo con Evan. En increíble blanco y negro juntos, extraordinario. 

Aún me preguntó quién fue el que disparó, ya que apesar de largas y exhaustivas búsquedas no lo encontraron. 

Me encierro en el baño y saco mí celular para llamar a Annia y saber cómo está mí madre.

 

📱 << – Hola. ¿Annia? ¿Cómo están? – >>

 

📲 << – Hola, Celeste. Estamos bien, el dinero llegó hace unos días – >>

 

📱 << – Que bueno. ¿Mamá? ¿Cómo está ella?  – >>

 

📲 << – Tu madre está bien, no te preocupes. Duerme ahora, pero dime. ¿Cómo estás tu? ¿Tu esposo? 

 

📱 << – Estoy bien, tranquila, Annia – >>

 

📲 << – Pero... ¿Cómo es él? ¿Cómo se llama? ¡Habla! – >>

 

📱 << – Bueno, se llama Alexander. Tiene 32 años – >>

 

📲 << – Bueno pero... ¿Cómo es? ¿Guapo, feo? ¿Gordo, flaco? ¿Está bueno? –>>

 

📱 << – Es guapo, muy guapo. Alto y bueno... Está bueno – >>

 

📲 << – Uhhhh... Suertuda, amiga. Mándame foto cuando puedas – >>

 

📱 << – Ay, amiga. Bueno ahora tengo que irme. Saluda a mamá de mi parte. Adiós, te quiero amiga – >>

 

Cuelgo y salgo del baño, al salir choco contra el duro torso de Alexander, me quedo helada contra él, siento su perfume y también creo sentir su corazón latiendo a toda marcha. 

 

– ¿Est... Estabas escuchando? –le pregunto. 

 

– Acabo de llegar no te preocupes –me dice y mira mí celular–. ¿Con quien hablabas? 

 

– Con una amiga de Grecia –le digo–. La extraño mucho y bueno... Quería llamarla.

 

– Me alegro –me dice y se aleja–. Aquí no tienes que esconderte, Celeste. Es tu casa y eres la señora de aquí.

 

– Entiendo completamente –digo nerviosa–. Bueno iré a ver cómo sigue Cas...

 

Escuchamos el sonido de un motor afuera. Pronto alguien golpea la puerta para luego ver cómo aparece Eva. 

 

– Hermano, es Adler Aster –dice preocupada–. Quiere verte.

 

– ¿Que hace este aquí? –pregunta–. Bueno, iré a ver qué quiere. 

 

Alexander sale de la habitación y se encamina hacia las escaleras. No me aguanto y lo sigo, pero antes de cruzar a la sala Eva me detiene. 

 

– No puedes ir, Celeste –me dice.

 

– ¿Por qué no puedo ir? –la miro sorprendida–. Quiero saber que pasa.

 

– Es que es... –dice nerviosa–. Asunto de hombres, Celeste. 

 

– ¿Que asuntos de hombres ni que asunto? –digo–. Tu hermano es mí esposo, sus asuntos son mis asuntos. 

 

Entro a la sala donde se encuentran Alexander y otro joven. Es un joven alto, de cabello negro y ojos azules, piel muy blanca. Está mirando a Alexander pero cuando me escucha entrar se gira hacia mí. 

Lo conozco, de algún lado lo conozco. 

 

– Buenos días –le dig y miro a Alexander–. ¿Esta todo bien? 

 

– Disculpe, señorita –dice el joven–. Quería hablar con su esposo asuntos de hombres. 

 

– Lo que tiene que ver con mí esposo tiene que ver conmigo –digo molesta–. Y permítame preguntarle... ¿Quien mierda es usted?

 

El muchacho sonríe como si estuviera satisfecho con mi actitud.

 

– Me presento soy Adler Aster –se presenta–. Es un gusto conocerla, señora Wayne 

 

– Igualmente, señor Aster –miro a Alexander–. ¿Cuál es el problema?

 

– Celeste –me dice Alexander–. El señor Aster es el dueño de Cashva.

 

– ¿Cashva? –pregunta confundido–. ¿Quien le puso ese nombre? 

 

– Yo lo hice –digo mirándolo–. ¿Vienes a llevártela? ¿Después de dos semanas? 

 

– Nos hemos enterado recién que ustedes tenían al caballo de mi madre –le digo–. Es uno de los pocos recuerdos que me queda de mi madre. 

 

– Entiendo, señor Aster –le digo y me giro hacia Alexander–. Hay que devolverselas 

 

– Pero tu la quieres... –me dice Alexander apenado. 

 

– Escuchaste lo importante que es para ellos –le digo–. Estará bien en sus manos, lo sé. 

 

Alexander asiente tristemente, ambos nos habíamos encariñado con Cashva o Kiara como es su verdadero nombre. Guiamos a Adler hasta los establos y llegamos dónde Cashva quien se exalta de alegría cuando Adler aparece.

 

– Hola, muñequita –le dice cariñosamente–. ¿Lista para ir a casa? 

 

– Parece que te extraño –le digo–. Cuídala bien, por favor. 

 

Se gira hacia mí para mirarme por largos segundos ~ ¿De dónde conozco a este chico? ~ pregunto para mí misma. 

 

– ¿Te conozco de alguna parte? –me pregunta.

 

– Lo mismo iba a preguntar –respondo–. Pero creo que es mejor que terminemos este encuentro. 

 

Empezamos a salir de los establos, cuando están apunto de subir a Cashva al remolque ella se gira y viene hacia mí, yo aprovecho para acariciarla. 

 

– Se encariño contigo –dice Alexander.

 

– Debes sentirte privilegiada –dice Adler acercándose–. No es fácil de domar y no quiere a mucha gente.

 

– Así me siento –abrazo a Cashva–. Te adoro mucho, pero tienes que volver con ellos, hermosa.

 

– Gracias por cuidarla... –dice llevandose a Cashva–. A ambos. 

 

– De nada, fue un placer –dice Alex. 

 

Así vemos cómo se llevan a Cashva, me quedo un poco triste. Todo lo que me importa se me ve arrebatado. Miro hacia abajo con ganas de llorar. 

 

– Ey... No llores, Celeste –me abraza–. Está con su familia ahora. 

 

– Lo se, pero me encariñe con ella –digo apunto de llorar. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.