CELESTE.
Después de la dura despedida de Cashva me sentí muy amargada, aunque la presencia de Alexander, Eva y Emiliano me calmaron mucho. Emiliano es como el lado opuesto de Alexander, es gracioso y extrovertido.
Una divertida cena y nos fuimos a acostar. Cuando de pronto estoy sumida en la oscuridad, en mis oídos solo está el ruido del agua.
– ¡ALISSON! –escucho una voz masculina–. ¡RESISTE, ALISSON!
La respiración se me acelera, me estoy ahogando. Quiero salir de aquí... ¡Alguien que me ayude!
– ¡ALISSON! –grita de nuevo esa voz.
Abro los ojos alterada y confundida.
– ¡PAPÁ! –me sobresalto.
Alexander se levanta enseguida al escucharme gritar. Me mira preocupado.
– ¡Celeste!. ¿Que paso? –me dice–. ¿Estás bien?
– Dios mio –digo poniendo una mano en mí pecho–. Estoy bien, lo lamento. Solo fue una pesadilla.
– Con tu padre... –me dice–. ¿Lo extrañas mucho?
– Si, si... Lo extraño mucho –le digo mintiendo–. Demasiado.
– Si quieres podemos ir a verlos –me dice.
– No, no –niego–. Mí padre y madre están de viaje por el mundo. No quisiera que interrumpieran ese viaje tan añorado por años.
– De acuerdo –me mira–. ¿Seguro que estás bien?
– Estoy bien... Estoy bien –inhalo y exhalo–. Ya estoy, iré a lavarme la cara.
*********************
TRES MESES DESPUÉS
• París, Francia •
ALEXANDER
Han pasado tres meses desde que estamos casados, la verdad es que nos llevamos bien, a veces me hace reír su forma de ser: divertida y espontánea. Emiliano sigue insistiendo en que me estoy enamorado de ella, pero no creo, ame a Rebecca más que nada y no habrá otra mujer.
Toda la familia viajo a Francia para la gala a la que estamos invitados por unos socios. Tenemos una villa allí, llegamos después de varias horas de vuelo.
– Que bueno que por fin llegamos –dice mí padre–. Ya no aguantaba mas estar en el jet.
– Estoy muy cansada –dice Celeste–. Solo quiero dormir y ya.
– Si, es una buena idea –la respaldo–. Aún más sabiendo que se viene mañana.
– ¿Emiliano cuando llega, hijo? –mi padre me mira.
– Mañana estará aquí –bostezo–. Pero ahora se quedó en España para resolver algunas cosas.
Nos metemos a la mansión, cada uno va a su habitación. Celeste va directo a la ducha, me gano de mano. Yo quería ducharme para dormir, sale uno minutos después y me ve tirado en la cama.
– ¿Cómo eres tan sucio, Alexander? –me pregunta cruzandose de brazos.
– ¿Disculpa? –la miro–. ¿Que estás diciendo?
– No te has duchado y te acuestas en la cama –me regaña–. Ve a ducharte, puerco.
– ¡Ufa! –me siento sobre la cama de mala gana–. Hasta bañarme me obligas.
– ¡Alexander! –dice molesta.
– Era broma... Tenía pensado hacerlo cuando desocuparas el baño –la miro levantándome–. ¿O que? ¿Querías que me bañara contigo?
Ella abre los ojos de par en par, se sonroja y desvía la mirada. Yo también quedé helado con mis propias palabras.
– Aamm... Iré a bañarme –digo y me voy a duchar.
Esa noche dormir como oso, cuando sonó el despertador nos levantamos junto a toda la familia. Emiliano llego para el desayuno, luego salimos con él a hacer algunas cosas.
Caminamos por las calles de París.
– Hablé con Cristopher –me dice–. Nos espera está noche en la gala. Dice que está ansioso por conocer a tu esposa.
– Que bueno. Ya todos están preparados en la casa –me río–. Debiste ver la cara de Celeste cuando vio el vestido que mí madre le dio. Dijo: "Monja 2.0"
– No lo va a usar –me dice–. ¿Lo sabes verdad?
– Si, claro que lo sé –le digo–. Por eso mismo estamos aquí, amigo.
– ¿Por qué? –me pregunta confundido.
Antes de que pueda responder mí atención se va captada hacia un hermoso vestido rojo pasión ajustado con un corte en la pierna.
– ¿Que dices? –le pregunto–. ¿Le gustará a Celeste?
– A Celeste sin duda –me confirma–. Pero a tu madre le dará un infarto.
– Pues que pena... –digo desafiante–. Vamos a comprarlo.
************************
CELESTE
No pueden pensar que usaré este vestido, ¿O si?. Es completamente cubierto de arriba abajo. No puedo ni pienso usarlo que quede claro.
Escucho como la puerta se abre y Alexander aparece con una tres cajas.
– ¿Fuiste de compras? –pregunto ayudándolo–. Que interesante cada día aprendo cosas nuevas contigo.
– No te burles. ¿Quieres? –dejamos las cajas en la cama–. Es para ti, vi que el vestido de mí madre te dio no te gustaba así que te compre otro.
– ¿De verdad? –pregunto sorprendida–. ¿Para mí?
– Así es, Celeste –me dice–. Se que no te gusto el vestido que mí madre te dio así que te compre uno. Anda ábrelo.
Tomo la caja más grande, la abro y veo un hermoso vestido rojo carmín, delicado y un precioso escote. Me giro hacia el.
– ¡Es... Completamente hermoso! –lo miro sonriendo.
Sin pensarlo dos veces salto a sus brazos, me quedo helada por este impulso. Él se queda helado también por unos segundos hasta que me envuelve la cintura en sus brazos. Me alejo de él nerviosa.
– Aaammm... Es muy lindo –le digo mirando el vestido–. Tienes buen gusto.
– Me alegra que te guste –me dice aclarándose la garganta–. Abre está ahora.
Me entrega otra caja un poco más pequeña que la otra. La abro y dos preciosos zapatos negros resaltan sobre la elegante caja. Luego me dice que abra las más pequeña.