Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo XXV

UN AÑO DESPUÉS

 

CELESTE

Un año... Un maldito año sin poder divorciarme de Alexander, se nego a darme el divorcio, cuando llamamos al hermano de Carolina nos dijeron que se había ido de viaje a América, tardaría aproximadamente un año.

Alexander y Adela tuvieron un hijo idéntico a él, no había duda de que era su hijo. Aunque estaba triste, una noticia alegro nuestros corazones... ¡Eva estaba embarazada! ¡IBA A SER HERMANA!. 

A los nueve meses nació su hijo, Erick. Está noche es su bautizo, estamos todos emocionados. Cargo a mí hermanito en mis brazos.

 

– Hola. ¿Quién es el bebé más hermoso del mundo? –digo–. Eres tu. 

 

– Lo vas a consentir así, hija –me dice mí padre–. Aunque si es mí niño hermoso.

 

– Va a ser bautizado. No puedo creer que ya pasaron tres meses –miro a Erick–. Que rápido pasa el tiempo. 

 

– Si, pasa rápido –besa mí frente–. Serás feliz hija. Te enamoraras de nuevo, estoy segura. 

 

– Ahora solo quiero estar bien y feliz –le sonrío–. Y hoy estoy feliz.

 

– Bien, así se dice –toma a Erick en sus brazos–. Ahora ve a arreglarte, yo me encargo de este apuesto caballero.

 

– ¿Cómo están? –Eva sale del baño–. Escucho que consientes a este guapo jovencito, Celeste.

 

– Es imposible no hacerlo –le sonrío–. Bueno voy a vestirme.

 

Salgo de su habitación, al llegar a la mía, me apoyo contra la puerta y tocó mí vientre. Siento un gran vacío en mí.  

Ya es de noche, logramos terminar la decoración. Me pongo mí vestido negro ajustado, por sobre la rodilla, cabello recogido y maquillaje ligero pero con un labial rojo intenso. Al bajar los invitamos empiezan a llegar. 

Veo a lo lejos a Adler y Carolina hablando, parecen que están discutiendo, voy con ellos.

 

– ¿Cuando va a llegar tu hermano? –le pregunta molesto.

 

– No se, me dijo que el jet estaba llegando a España –dice Carolina–. Llegara un poco tarde. 

 

– ¿Que paso? –les pregunto. 

 

– Su hermano el "casanova" llegara un poco tarde –suspira–. Quiere llegar con estilo.

 

– Hermano por favor... –le digo–. Ya calmate. 

 

El bautizo fue un éxito, obviamente la familia de Eva vino también. Vi a Alexander abrazando feliz a su hijo y Adela abrazada a él. Evito verlos o encontrarme con ellos en todo momento. Llegamos a la mansión para la fiesta, me encuentro con la madre de Carolina la señora Mireyna De Spencer.

 

– Eres de verdad muy bella, querida –me dice sonriente–. Mí hija no exageraba cuando decía que eras hermosa.

 

– Muchas gracias, señora Spencer –le digo con una sonrisa–. Y usted también es hermosa. 

 

– ¿Sabes algo de mí hermano, mamá? –le pregunta Carolina.

 

– Debe estar llegando, está preparando los papeles para algo –me mira–. Creo que era sobre tu divorcio, linda

 

– Si, quiero esperar que si –asiento.

 

Asi continúa la fiesta, hablamos con los invitados. Entre risas y conversaciones, el sonido de la puerta de salida al jardín y algunos suspiros femeninos, incluyendo el de Annia me hace dar vuelta. 

Entonces ahí veo a un guapo hombre muy alto, de cabello rubio medio largo, una barba rubia con un par de canas decoran su rostro al igual que dos maravillosos ojos azul claro, su rostro es de facciones perfectas. Siento como se me seca la garganta y mí corazón se detiene. Mientras saluda a la gente si mirada conecta con la mía, una perfecta sonrisa aparece en su rostro iluminando esos ojos tan bellos.

 

– Hasta que al fin llegó –exclama Carolina–. Es mí hermano... Conrad. 

 

– ¿Es tu hermano...? –pregunto–. Que bueno que es... –sacudo la cabeza–. Que bueno que llegó.

 

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CONRAD 

Inhaló y exhalo antes de entrar a la mansión Aster. Finje alegría, Conrad... finje alegría. Así tocó el timbre de la casa, al entrar voy directamente al jardín. Está lleno de gente, salgo y saludo a todos. 

Entonces una mirada azul zafiro brillante choca con la mía, me quedo colgado ante esa belleza pelinegra, no puedo evitar sonreírle. A su lado mí hermana me sonríe, me acerco a ellas.

 

– Conrad... Hasta que llegas, hermano –Carolina me abraza–. Bienvenido.

 

– Lamento la demora –digo mirando a la pelinegra–. Tenía asuntos que arreglar.

 

– Entiendo... –mira a la pelinegra–. Ella es mí cuñada, la hermana de Adler, Celeste.

 

– Es un placer conocerlo, señor Spencer –me dice–. Me ha hablando mucho de usted. 

 

– Espero que hayan sido cosas buenas –le sonrío. 

 

– Solamente maravillas de su trabajo como abogado –dice–. Lo demás no me concierne.

 

– Entonces es un placer conocerla, señorita Aster –tomo su mano y dejo un beso en ella.

 

Mis ojos no se pueden despegar de ella y del rubor que se esparse por tu bello y armónico rostro. En mí campo de visión Magnus y quien imagino que es su esposa se acercan con el pequeño bebé de ojos azules.

 

– Conrad, bienvenido –dice Magnus–. Mucho tiempo sin verte. Te presento a mí esposa Eva. 

 

– Un gusto conocerla, señora Aster –digo con respeto y abrazo a Magnus–. Muchas felicidades, es un niño hermoso –miro al bebé. 

 

– Se llama Erick –me dice orgulloso.

 

– Un bello nombre para un precioso niño –digo.

 

– ¿Y tu, Conrad? –pregunta Adler–. ¿Te has enamorado? ¿Haz pensado en mujer e hijos?

 

– No, por ahora... –le echo una breve mirada a Celeste.

 

– Mmhh... Aún estás a tiempo, hermanito –dice Carolina–. Vamos a sentarnos.

 

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CELESTE

Mientras hablamos todos en nuestra mesa tocó la mano que Conrad beso, aún siento una corriente en ella y en mí cuerpo. Luego de unos minutos decido ir al baño. 




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