CONRAD
¡MALDICIÓN! ¡ESTA MUJER!. Provoca que mí cuerpo reaccione de formas que no debería reaccionar. Es mejor mantener las distancias, primero para protegerla de mis tormentos y segundo no quiero sentir las cosas que siento.
Regresamos a España después de unos días en Grecia. Una vez aquí voy donde Santiago y le explicó todo.
– Espera, ahijado... –me dice–. ¿No estás dispuesto a seguir esa parte del plan?
– No, no quiero –digo seguro–. Celeste ya sufrió demasiado, está rota, no quiero romperla más.
– Ohh... No me digas –me mira–. ¿Te enamoraste de ella?
– Desde la primera vez que la vi –confieso sin miedo–. Pero se que no soy para ella, ella es demasiado buena para mí... Pero no puedo hacerle esto.
– Me recuerdas a mí cuando era joven... –sonríe–. Ame a mí esposa con cada fibra de mí piel... Era capaz de todo por ella.
– Entonces entiendeme –le pido–. Ya fue suficiente.
– La familia Aster son buenas personas, no tengo problemas con ellos –suspira–. Lamento haber metido a la mujer que amas aquí.
– ¿Entiendes entonces? –le pregunto.
– Si, claro... –asiente–. Pero no olvides lo que te dije. Los Wayne son el objetivo.
– Eso lo tengo perfectamente claro –miro mí reloj–. Iremos por ellos.
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CELESTE
Cuando aterrizamos al llegar a España, Conrad recibió una llamada un tal "Santiago". ¿Quien es ese Santiago?. Apenas llegamos al aeropuerto, nos saluda y se va en su auto.
Así pasaron dos días, aunque me duele divorciarme de Alexander, él se busco esto. Conrad viene seguido a vernos..
– Entonces hermano... –le dice Carolina–. ¿Cómo vas en la agencia de abogados?. Ahora que la diriges tu..
– Bien, todo bien hasta ahora –responde felizmente–. Aún así tengo ganas de viajar por el mundo.
– ¿Seguir viajando? –le pregunta mí padre–. ¿No piensas en una familia?
– Tengo casi cuarenta años –dice desanimado–. Ya es tarde para mí, además tengo otras cosas que hacer.
– ¿Con ese tal Santiago? –pregunto.
Veo como se tensa sorprendido por mí pregunta. Gira su mirada hacia mí noto temor y sorpresa.
– ¿Santiago? –pregunta mí padre–. ¿Hablas de Santiago Montero?.
– ¿Quien es ese? –pregunta Carolina–. ¿Lo conoces, hermano?
– El señor Montero es el padre de la difunta esposa de Alexander –mira a Conrad–. Creí que se había ido de España.
– Aamm... Bueno, si lo conozco –confiesa Conrad–. No sabía que lo conocían.
– ¿De dónde lo conoces? –pregunto mirándolo.
– Bueno tuve un caso, uno de mis primeros, y mí cliente era un amigo suyo –se aclara la garganta–. Ahí nos conocimos, es como mí padrino.
– Mmhh... Que pequeño es el mundo –digo.
Empiezo a sospechar que esconde más cosas que las que cuenta. Veo que sube al baño así que decido seguirlo. Cuando se esta metiendo al cuarto lo empujo y me meto con él.
– ¿Que te pasa ahora? –me pregunta–. Al fin te enamoraste de mí.
– Cállate... –le ordenó–. Ahora dime la verdad... Estás mintiendonos en la cara.
– Si sabías que lo hacía... –se acerca a mí–. ¿Por qué no me delataste enfrente de todos?.
– Primero dime la razón –me cruzo de brazos–. ¿Por qué estás aquí?
– Bien no te mentira... Prepárate –me dice riendo–. Soy tío de Alexander, hermano de Máximo Wayne.
Me quedo en shock, casi me desmayo al escuchar esas palabras. ¿Hermano de Máximo Wayne? ¿Tio de Alexander?.
– Espera... Espera... –digo confundida–. Mientes. Otra vez mientes.
– No es así. De verdad fue así como conocí a Santiago –me dice–. Fui como el hijo que nunca tuvo. Quiere vengarse de los Wayne por la muerte de su hija.
– Rebecca se suicidó –insisto–. ¿Por qué...?
Conrad suelta una carcajada y me mira.
– Ella no se suicidó... Arisa Wayne la mato –me confiesa–. Ya que ella no podía darle hijos a Alexander por "infertil". Rebecca fue a un doctor para saber que pasaba... Entonces le dijeron que alguien le estaba dando algo y reaccionó. ¿Que crees que pasó....?
– Arisa se enteró que ella se enteró –digo sorprendida–... Ella la mato.
– Y lo hizo parecer un suicidio –me tambaleó–. Esa mujer es...
– Esa mujer es el diablo encarnado en cuerpo de mujer –suspiro–. También mando a matarme cuando se enteró que era un Wayne. La herencia de su marido corría peligro. Pero cuando iban a matarme mí madre intervino y ella pago el precio.
– Yo... No sé –tartamudeo.
– Te conté todo –se acerca a mí–. Anda ve a delatarme ante todos. Dile a mí hermana que no soy su hermano, que nunca lo fui.
– Perdón... Lo siento... Yo... –bajo la mirada.
– ¿Aún piensas que soy malo o mentiroso? –toma mí rostro entre sus manos–. ¿Piensas eso?.
Miro con descaro sus labios deseando besarlo, pero no hace falta se lanza ferozmente a mi boca, adueñándose de mí alma. Siento que mí corazón quiere salir de mí cuerpo al mismo tiempo que esté tiembla.
Va a volverme loca. Me corrijo... Ya me volvió loca.