• UNA SEMANA DESPUÉS •
CELESTE
Volvemos a reunirnos todos para conversar sobre la demanda. Conrad y Brunella nos explican todo lo que es necesario.
– Pero... Tenemos muchas pruebas –dice Eva.
– Se necesitan pruebas físicas y existentes –dice Brunella–. Sino no pasaria de ser una simple calumnia.
– Tiene razón –dice Cornad–. Tiene que delartarse ella misma o algo que lo lo pruebe.
– Mí madre es demasiado lista y manipuladora –dice Alex–. Se saldrá con la suya... Tiene que confesarlo ella.
– ¿Pero como? –pregunta Emiliano–. Ella se dara cuenta, es como una serpiente esa mujer.
– Averiguaremos una forma de hacerla confesar –suspiro–. Esa mujer pagará por todo.
– Creo que tengo una idea –dice Eva–. Más bien... Podría ser un testigo o un cómplice.
– Te escucho... –Alexander la mira–. ¿De quien hablas?
– La doctora que le dio esos medicamentos –dice–. Hay que ir con ella.
– Puedo ir yo con ella –dice Brunella–. Total no me conocen.
– ¡NO!. Claro que no –dice Conrad–. ¿Que tal si es cómplice de Arisa? ¿Y se da cuenta?
– No me conoce nadie –dice Brunella–. Apenas llegue al país.
– Tiene razón, Conrad –Eva lo mira–. Nadie la conoce aquí.
– Aún así –dice–. Ponerte en peligro es algo que no pienso hacer.
– Conrad... Soy una mujer adulta –le dice–. Puedo hacerlo.
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BRUNELLA
No sé cómo interpretar la cara de Conrad. ¿Enojo o preocupación?. Arreglamos todo para que yo pueda ir a la clínica donde esta esa mujer, vamos en auto pero él está muy callado.
– ¿Estás enojado? –pregunto–. Si es por lo de la doctora.
– No estoy enojado... Sino preocupado –aprieta el volante–. No quiero ponerte el peligro.
– Voy a estar bien –le sonrío–. No tengo miedo.
– Aún así... –suspira–. Quiero mostrarte algo... ¿Quieres venir conmigo?.
– Aamm... De acuerdo –digo–. Vamos.
Así conduce lejos de pueblo y se adentra en la ciudad. Llegamos a un elegante y lujoso edificio. Al bajar del auto muchos saludan a Conrad, entramos al ascensor, llegamos al piso y nos adentramos en la suite.
– ¿Vives aquí? –pregunto.
– Si, aquí vivo –suspira–. Ven conmigo.
Camino junto a él y nos detenemos frente a un cuadro, dentro de él hay una fotografía de una hermosa mujer, rubia de ojos azules y a su lado un niño que reconozco enseguida... Conrad.
– ¿Ella es... Tu madre? –le pregunto.
– Así es, ella es mí madre –suspira–. Cuando Arisa Wayne descubrió que yo era un Wayne no reconocido pensó que sería una amenaza para la herencia de su marido y mando a matarme. Mí madre lo impidió dando su vida por la vida.
– ¿Y tu hermana? –pregunta.
– Mí hermana nació años después –suspiro–. Mí padre penso que fue un robo y supo que yo no era su hijo hasta que estaba apunto de morir.
– Yo... No sabía eso –digo apenada–. Lo siento..
– Por eso mismo no quiero que vayas –me mira–. Arisa es capaz de todo y más. Cuando se siente amenazada mata a cualquiera.
– Pero por eso mismo tenemos que detenerla o seguirá haciendo daño... –tomo sus manos–. Lo haré, no tengo miedo
– Pues yo si... –pega su frente a la mía–. Te diré algo que jamás le he dicho a alguien... Más a una mujer fuera de mí familia.
– Te escucho –cierro los ojos–. ¿Que cosa...?
– Estoy enamorado de ti... –besa mí nariz–. Te... –se aclara la garganta–. Te amo, Brunella.
– Yo también te amo, Conrad –le digo en un susurro.
Une sus labios a los míos tiernamente, me dejó llevar por su suavidad y ternura, aunque pronto toma otra intensidad, más salvaje. Con sus fuertes brazos me sujeta en brazos, mientras nos besamos escucho una puerta abrirse. Miro a mí al rededor, una enorme habitación.
Le arranco la camisa con ganas para así poder ver su bien trabajado, MUY bien trabajado pecho. Mis manos lentamente recorren sus pectorales tomando camino hacia sus abdominales, suelta pequeños jadeos mientras los hago.
– ¿Por qué eres tan...? –digo mirándolo a los ojos–. ¿Perfecto?.
– No soy perfecto –dice con las pupilas dilatadas–. Tengo mí pasado... No soy un ángel. Pero tu si.
– No creo ser yo –lo miro apenada.
– Eres tu... –toma mí rostro entre sus manos–. Desde el. Primer momento fuiste tu.
Vuelve a besarme con intensidad, sigo la corriente de está pasión arrolladora. Me deja suavemente en la cama, una vez sobre mí se pone a desvestirme. Una vez desnuda ante su mirada me sonrojo de inmediato en cuanto sus ojos se posan en mí cuerpo. No estoy acostumbrada a estar así delante de un hombre... Menos delante de un Apolo.
Termina de quitarse la ropa quedando completamente desnudo. Trago saliva al verlo así, tan... Perfecto. Va subiendo sus labios por mí cuerpo, gimoteo ante está dulce tortura.
Pasamos toda la parte y noche haciendo el amor, nos venció el cansancio para después quedarnos dormidos abrazados el uno al otro.