ella era una chica de alma tímida y escurridiza,
que caminaba con la cabeza gacha,
con las manos escondiendo su cuerpo
y con su corazón entre miles de barreras.
pensaba mucho qué decir,
pensaba mucho qué hacer,
y por pensar tanto, cuándo el momento llegaba
ella no hacía, ni decía nada.
Había pasado años viviendo en su imaginación,
porque ahí todo era más sencillo para ella,
y cuándo comenzó a vivir en la realidad,
no sabía mucho cómo continuar.
porque las cosas no eran cómo ella quería,
y aquél mundo de rosa brillante
y de inocente felicidad
que alguna vez se pintó,
se desmoronó entre susurros muy altos,
(aquél hombre de párpados caídos la tocó)
miradas despreciadas,
(la anciana postrada en sus pecados le gritó cómo iba a morir)
y sueños arrebatados.
(y su sangre la traicionó cuándo surgió sin su permiso).
fue entonces cuándo la niña tomó lo que tenía
y ahí, entre letras y palabras malditas, construyó una mazmorra
y asesinó a cada uno de aquellos que se atrevieron a arruinarla
en cada verso que les dedicó.
y cuándo se dio cuenta
sus manos llenas de sangre le indicaron
que ya no habría manera de vivir en paz
sin cargar el peso de sus pecados
como clavos en sus pies.
a veces, se le olvida que aún hay una razón por la cuál reír.
aún hay fuego en sus ojos,
aún hay sueños en su corazón,
aún hay una razón por la cuál intentar ser feliz.
aún hay
tantos versos
que escribir.