"Has lo que temas hacer y sigue haciéndolo. Esa es la forma más rápida y segura descubierta hasta ahora para conquistar el miedo."
(Dale Carnegie)
Me arrebujo en mi manta de polar azul marino. No necesito abrir mis ojos para asegurar que afuera llueve a cantaros. El silbido del viento es lo suficiente pronunciado para que sea capaz de oírlo desde mi cama.
Aún adormilada bajo la protección tibia de mi edredón favorito suspiro de alivio y sonrío. Hoy es un gran día, es el mejor día de todos, hoy es...
—Ya, vamos, arriba.
La luz se enciende incendiando mis pupilas. Alguien me arrebata a mi gran amor de un tirón y sacude con violencia mi hombro. Miro en todas direcciones sobresaltada por la abrupta interrupción de una pacifica mañana invernal.
—Te maldigo maldito ser de la Dimensión más ruin y oscura, no escaparás de mi maldición.
Esa es la voz de Lun, aunque al estar tapada por todos sus animales de felpa puede ser difícil distinguirla. La joven ilusionista ha descubierto que sus juguetes son más que meramente decorativos; en días como hoy representan una fructífera fuente de calor.
—Jim Haley, ¿no sabes qué día es hoy? Permite que te ilumine, mi querido amigo, hoy es sábado, día libre, dormir, descansar, quizás salir con algún tonto. ¡Pero nada de despertar temprano!
En raras ocasiones oigo a Jenna tan molesta. Hoy creo que tiene una terrible resaca. Lo normal es que los viernes por la noche Jenna abandone la casa. Suele regresar con los primeros rayos de la mañana; aunque jamás dice precisamente a dónde se dirige, todos sospechamos que no son actividades del todo lícitas.
—No sé si recuerdan, mis queridas compañeras, —hace énfasis en el "queridas" para burlarse de mi amiga— que no hay días libres en una guerra, así dejen las tonterías y bajen de una vez, tenemos mucho que entrenar hoy.
Hoy tiene un humor de perros. Jim es fastidioso por naturaleza, mas incluso así no suele tener este tipo de arrebatos sin razón aparente. Por lo general, solo se enoja de esta manera cuando alguna de nosotras comete alguna tontería que nos cuesta objetos de importancia. Sin embargo, el día ni siquiera ha comenzado, me pregunto qué diantres le ocurrió
Estiro mis brazos hacia el techo mientras emito un leve quejido. Hoy me siento especialmente perezosa, no tengo deseo alguno de levantarme. Giro la cabeza para ver que, por fortuna, mis compañeras no están muy lejos de mi situación.
Jenna luce hoy dos líneas negras que intenta tapar con alguna especie de crema color piel y Lun, ya de pie en la habitación, bosteza mientras tapa su boca a la vez que dice algo ininteligible.
Fuera el día es gris y opaco. Las ramas desnudas por el otoño raspan el cristal de la ventana en su afán de seguir la voluntad del viento. Frunzo labios y achico los ojos, «que molestia. Pensar que ahora mismo podría estar durmiendo si no fuera por don alegrías allá abajo».
Suspiro y, contra mi voluntad, abandono mi lecho para ponerme en actividad. Hoy será un largo, largo día.
Por lo general, nos tomamos los días sábado y domingo para descansar del entrenamiento ya que este puede ser agotador. Pero no podemos escapar de las misiones, los cristales no son precisamente respetuosos en cuanto a mis días laborales.
La casa está en completo silencio, al ser un día libre de clases, los niños tienen permitido dormir hasta tarde. Pequeños suertudos, ojalá nunca tengan un Jim en su vida que los haga miserables por madrugar.
Las tres bajamos el gimnasio con ropa deportiva, completamente dormidas y deseosas de una taza humeante de café y algo de comer, pero nuestra realidad dista mucho de tan bella ensoñación.
Jim ya se encuentran lanzando flechas a los robots del simulador. En serio, ¿qué ocurre? Miro a Lun, pero ella se encoje de hombros y niega con la cabeza. Repito la operación con Jenna, pero ella ni siquiera presta atención a nuestro amigo; es más, creo que se ha quedado dormida parada en su lugar.
El gimnasio en el que entrenamos cuenta con un sistema de pruebas que se divide en niveles que van del uno al cien; cada uno más complejo y largo que el anterior. Según el que se elija, aparecerán distintos monstruos -representados por robots- que combatirán con nosotros, es un buen sistema en caso de un entrenamiento individual.
Cuando completa ese nivel y ve los resultados: 9.9, maldice por lo bajo, arroja el arco con fuerza contra la pared y comienza a correr. Tras un par de vueltas se detiene junto a nosotras para recuperar el aliento y estirar, nos mira casi con desdén y nos pregunta qué es lo que estamos esperando para empezar el calentamiento.
Jamás había visto a Jim así, está muy alterado. Miro a las chicas, quienes asienten y las tres comenzamos a correr. Una vez que finalizamos la entrada en calor, Jenna se dedica a meditar, de esa forma aprende a canalizar su energía, lo que le permite reconocer que proporción de magia debe liberar cuando abre sus portales.
Lun va con sus cartas a crear criaturas, especialmente animales grandes, que actúen como protectores; su objetivo es lograr muchas a la vez sin cansarse.
Jim y yo nos vamos juntos a practicar mis poderes y las flechas de Jim. El equipo que formamos nosotros dos es, en palabras del elfo, especialmente practico: yo me quedo detrás; él, al frente. Mi trabajo, la mayoría de las veces, es proyectar mis poderes en Jim de forma tal que sus flechas tengan efectos mágicos.
Por ejemplo, cuando necesitamos algo de hielo a una distancia considerable, él apunta, lanza y con mi energía, donde sea que la flecha aterrice, un gran bloque de hielo emerge de la tierra. El mismo caso con el fuego y otros elementos. Esto lo logramos gracias a un cristal transmisor que conseguimos hace algunos años.
Si he de ser honesta conmigo misma, odio eso. Detesto la sensación de que soy un simple accesorio, alguien que está allí para ayudarlo a ser el gran héroe, llevarse todo el crédito y la gloria cuando en realidad yo he hecho todo el trabajo.
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Editado: 24.09.2020