—Mami, ¿Él es tu novio? —pregunta mi pequeña luego de observar como el impertinente de Henry me tiene abrazada.
Mis ojos se abren excesivamente. Por años he cuidado que ella no me vea con hombres, no hasta que encuentre al indicado. Pero ahora, este pelmazo arruinó todo.
Doy un vistazo a mi alrededor, y como supuse, las entrometidas me ven con recelo. ¿Qué culpa tengo yo?, si ni siquiera sé qué bicho le pico a este hombre para tenerme abrazada, y por más que intento alejarme, me sostiene contra su cuerpo de tal manera que no puedo moverme ni un centímetro.
—!Oh no!, es solo un amigo —trato de sonreír, más en su lugar una mueca rara se forma en mis labios.
—Papá, es muy bonita —su hijo me mira de pies a cabeza sonriente.
—¿Verdad que sí?, Es hermosa —Henry lo dice mientras me ve fijamente.
Mentiría si digo que no me pone nerviosa. Porque el condenado es muy atractivo, ya no solo me parecen hermosos sus ojos, si no que él, por completo.
Aclaro mi garganta, y sonrío —. Es hora de irnos…Niños, iremos a mi casa, ¿Está bien?
Los peques saltan y gritan jubilosos.
¿Me estoy perdiendo de algo? ¿Por qué mi hija no pregunta el motivo de ir todos juntos? ¿Por qué se ve tan tan feliz?
—¡Siii!, Gracias papá —Daniel se abalanza sobre él para rodear sus piernas con sus bracitos, lo que ocasiona que me suelte. No espero más y me alejo rápidamente.
—Entonces ya vamos. ¡Hoy es viernes y aprovecharemos este día al máximo! —le doy la mano a Emilia —. Henry, síguenos.
Él asiente.
Nos movemos al espacio donde tengo aparcado el auto, acomodo a mi niña en su sillita, enciendo el auto, y parto rumbo a la casa.
Cada ciertos segundos veo por el espejo retrovisor asegurándome de que me esté siguiendo y no se ha perdido detrás de otro coche.
Al llegar a mi hogar —un lindo inmueble de dos pisos, ni grande ni pequeño, perfecto para nosotras dos —espero la llegada de nuestros invitados, por fortuna un minuto después estaciona en la acera frente a la vivienda.
—¡Daniel! ¡Daniel! —grita mi hija —. Apúrate, te enseñaré mis juguetes.
El pequeño rubio no pierde cuidado, le entrega la mochila a su padre y corre con una enorme sonrisa tirando de sus labios.
Veo como entran por el costado, por el portón que da al jardín trasero.
Sigo sus pasos tranquilamente hasta que una voz ronca habla: —. Emilia es muy linda, se parece mucho a ti.
Lo sé, gracias a Dios es mi copia en miniatura. No tiene nada nada de su progenitor.
—Daniel también es muy bonito.
—En eso salió a mi, soy extremadamente atractivo.
—¡Uy qué egocéntrico!
—Alguien me dijo que yo lo era, simplemente confirmo sus palabras.
Elevo ambas cejas, ahora usa mis dichos a su favor. No le respondo ya que llegamos a la puerta que da al living—comedor.
—Pasa, bienvenido. Siéntete cómodo.
Con las manos en los bolsillos y una sonrisa comienza a mirar cada espacio de la estancia.
No es una mansión, pero me he esmerado en decorarla para que sea nuestro pequeño castillo.
—Me gusta, es hogareño y encantador. Se nota el toque femenino.
Voltea a verme.
—Si vieras la mía, te parecería insípida y aburrida.
—Bueno, eso no lo sabré hasta que lo vea.
—¿Si?, Entonces es una invitación. La próxima vez cenaremos en mi casa.
—¡¿Qué?!, ¡Espera!, yo no dije eso…
Repentinamente observa su reloj de mano —. !Violet, es muy tarde! los niños deben estar hambrientos, ¿Dónde está la cocina?, te ayudaré a preparar la comida.
Nuevamente me tomó de los hombros y caminó a mi lado. Las pisadas son hasta la cocina.
—Tú siéntate, yo cocino —le digo mientras camino al refrigerador y saco unas verduras.
No me responde, sin embargo no pretendo voltear a verlo, ya estoy demasiado nerviosa como para hacerlo.
Cada vez que me toma de los hombros mis piernas tiemblan como gelatina, y no es que su aspecto me ponga así, mis conquistas han sido hombres muy guapos, pero él, no sé porque motivo me produce eso.
Lo mejor es planear la obra de teatro y ya está. No volver a cruzarnos más.
—Estoy listo.
Inevitablemente mi cuerpo se giró en su dirección. Trago saliva con fuerza al verlo.
Su pelo está húmedo y revuelto como si se lo hubiese mojado. Los tres primeros botones de su camisa están abiertos. Unas gotas de agua caen de su cabello sobre sus marcados pectorales. Se nota que hace ejercicio y mucho.
Las mangas están arremangadas hasta sus antebrazos.
¡Dios mío ¡¿Qué es lo que pretende este hombre?! ¿Quiere matarme de un infarto? ¿O simplemente disfruta mostrar sus atributos?
—¿En qué te ayudo?
—Ahhh, ehhh —intento concentrarme en algo que no sea él —. Ayúdame a picar las zanahorias, las papas, la cebolla, yo pico el resto. Quiero hacer sopa de verduras, ¿Te parece bien?
—Sí claro.
Asiento y comienzo a lavar y picar. No quiero desviar mi atención nuevamente.
Muy guapo y todo, pero está aquí por un propósito y no debo olvidarlo.
Media hora después ya tenemos la sopa lista, además de un par de ensaladas y de postre me queda helado con salsa de chocolate.
Henry se ofrece a poner los platos y servicios en la mesa. Es un hombre muy amable y servicial. Se ha ocupado de lavar cada cosa que queda sucia sobre el mesón de la cocina.
—Niños, a comer —grito a los pies de la escalera.
Velozmente ambos bajan, y cada uno lleva un juguete en la mano, específicamente un animalito.
Sonrío cuando los veo pasar como un rayo a la mesa. Si que tienen hambre.
Le pido a Henry que se siente para yo servir los platos, a regañadientes él acepta ya que quería ayudarme, pero en su lugar le pido que llene los vasos de jugo.
Pongo el plato frente a Daniel.
—Muchas gracias.
—De nada Danielito —sus ojitos me miran con mucha alegría, es un niño encantador y muy bonito. Mi mano va a su cabeza donde le acarició revolviendo su cabello.