«Todos deben morir...»
«Todos morirán...»
— ¿Por qué? —
Dalia abrió sus ojos, asustada, confundida y alterada; había olvidado por un momento donde estaba, alzó la vista desde el asiento trasero donde venía acostada, de repente todo llegó, iba con rumbo desconocido en el auto con su padre, tomó sus manos apretándose buscando calmarse; sus pesadillas tenían tiempo volviéndose cada vez más pesadas en procesar, esa voz en su cabeza cargada de un sentimiento tan fuerte como el odio la envolvía en una tristeza inmensa; desde los dieciocho años empezó a tener sueños que al paso del tiempo se volvieron pesadillas, imágenes que no podía explicar, una voz que no reconocía, ahora con veintitrés años se habían vuelto más continuos y más inexplicables en varias ocasiones despertó con una opresión en su pecho que le impedía respirar con facilidad, para ella el dolor era real, pero para los médicos... no existía. Pasado los años ha tenido que someterse a diferentes estudios, algunos tan invasivos en su cuerpo que la han agotado, sin embargo en todos ellos ningún signo que explicará lo que siente.
Por ello fue remitida al área de psicología, todos con la misma idea ¨Todo está en ti¨, ¨Es algo que debes controla¨, ¨Son nervios¨, ¨Estrés¨, ¨Ansiedad¨... después llegaron los ataques de pánico y una inmensa tristeza ¨depresión¨... ¨Con estas pastillas te sentirás mejor¨, pero solo empeoro todos los síntomas, al caer en un sueño profundo en las noches por las pastillas, sus pesadillas tomaban el control, consternada y por el dolor que sentía... un día despertó con el cuerpo ardiendo, dentro de ella algo le apretaba con fuerza, sin poder respirar escuchando una y otra vez palabras de odio, buscó acabar con el dolor, encontrando en el filo de un cuchillo su paz. Tirada en medio de la cocina su padre la encontró, poco a poco la oscuridad llegó a ella... miles de imágenes sin sentido... sintió un rocío helado cubriendo su cuerpo... gotas de lluvia mojando su rostro, miró una silueta en medio de esa oscuridad que se acercaba a ella... después solamente llegó la luz cegadora del hospital a donde fue remitida con urgencia, los gritos de sus padres, el hablar de los médicos y después nada.
Obligado su padre tomó una decisión, pero ella no sabe que costo tiene, no tiene idea que su vida cambiará en el momento que ella ponga un pie allí, pero eso es algo que está guardado entre mentiras y el pasado, sin embargo Flavio no tiene otra opción.
El camino es engorroso para ella cada vez más, llegaron a una terminal de trenes que desconocía existiera cerda de su ciudad, más que ciudad, parecida a un pueblo pequeño alejado de todo. El viaje en tren la desconcertó, pero cada vez que este avanzaba el paisaje se volvía más boscoso y gris, llegaron a un pueblo donde dormirían para continuar el viaje al día siguiente.
— ¿Cómo te sientes? — su padre la observaba mientras acomodaba las pequeñas maletas en la habitación.
—Bien papá, un poco cansada por el viaje...— dijo sentándose en la cama.
—Bueno esta es tu habitación la mía queda atrás de esta puerta, cualquier cosa que necesites Dalia puedes llamarme sin importar la hora, entendiste — la observó antes de partir a su habitación, ella simplemente asintió.
Miro la cama sin ganas de dormir, busco en su maleta su celular que solo utilizaba para escuchar música lo único que podía mantenerla alejada de sus pesadillas, tal vez en un momento se dormiría, pero así evitaba un ataque de ansiedad por no desear dormir. Pasaron tres horas y el cansancio hizo presa de ella abandonándola en un sueño profundo. Dos horas después su respiración se agitó; se revolvió en la cama buscando cubrir su cuerpo por el frío que calaba su piel colándose hasta los huesos.
«Todos deben morir...»
La opresión en su pecho se volvía cada vez más insoportable intentó abrir sus ojos, sintió caer al vacío, al no poder abrirlos pataleo con fuerza, logró incorporarse en la cama; completamente sudada, miró a la ventana el sol empezaba a aparecer. Decidió que dormir ya no era una opción, se puso de pie entrando al baño para alistarse.
Su padre apareció tocando la puerta dos horas después, entró al escucharla hablar, la miró serio esperando ver algún indicio de mala noche, pero ella lo ocultó bien, había aprendido a hacerlo, a fingir que estaba bien para no causarles más preocupaciones.
—Retomemos el viaje, iremos en automóvil han llegado por nosotros — dijo él sonriendo, Dalia se preguntó ¿Quién?, al salir observó a un hombre entrado en años esperándolos en el auto, sin decir nada se subió siguiendo a su padre.
El camino se volvió fastidioso y eterno todo era los mismos árboles y más árboles, pero en un momento el paisaje cambió a un tono gris que daba escalofríos el ver, «¿cómo las hojas podían verse tan oscuras?» pensó Dalia, el hombre no había dicho nada en todo el camino y el silencio de su padre la preocupaba, el carro se detuvo en el camino que se dividía en dos fue hasta entonces que el hombre habló.
—Como quedamos, hasta aquí llego yo, lo esperaré entonces — dijo bajándose del auto, su padre simplemente asintió y tomó el lugar de piloto.
— ¿Por qué el hombre no nos acompaña? — preguntó Dalia cruzándose al asiento del copiloto brincando entre el asiento.
—Ellos tienen ideas locas de que más adelante inicia el bosque maldito — dijo sonriendo para tranquilizarla «pero esas cosas no existes verdad Dalia»