Valentina
La mansión, iluminada por la luz de la luna, se sumerge en un silencio apacible mientras Sofía duerme plácidamente. La cena en el restaurante parece haber marcado un hito en nuestra relación con Gabriel, pero esta noche, el destino tiene otros planes.
Me encuentro en mi habitación, repasando mentalmente los eventos del día, cuando mi teléfono suena con un tono urgente. Al contestar, la voz de Gabriel suena preocupada al otro lado de la línea.
—Valentina, necesito que vengas a mi oficina. Hay algo importante que debemos discutir.
La gravedad en su tono me envuelve en un escalofrío de intriga. Me apresuro a arreglarme y, con Sofía aún profundamente dormida, salgo rumbo a la oficina de Gabriel. Al llegar, encuentro la puerta entreabierta y, al entrar, me encuentro con Gabriel absorto en documentos dispersos sobre su escritorio.
—¿Qué está pasando, Gabriel?
—He descubierto información delicada, Valentina. Secretos políticos que podrían amenazar la estabilidad del país.
Su declaración me deja sin aliento, y mi mente comienza a procesar la gravedad de la situación. Las sombras de la intriga política se ciernen sobre nosotros, desenterrando secretos que podrían tener consecuencias devastadoras.
—¿Cómo has llegado a esto?
—Mis asesores me han entregado informes confidenciales. Parece que algunos miembros del gobierno están involucrados en actividades que van en contra de los intereses del país.
Mientras revisamos los documentos, la magnitud de la situación se hace evidente. Nombres, fechas y detalles oscuros emergen, pintando un panorama sombrío que amenaza con desestabilizar todo lo que conocemos.
—Pero, ¿por qué te involucras directamente?
—Porque soy parte de este país, Valentina. Mi deber va más allá de ser un senador. Necesito abordar esto para proteger a la gente y preservar la integridad de la nación.
A medida que discutimos estrategias y posibles pasos a seguir, me doy cuenta de que nuestra vida cotidiana ha sido repentinamente eclipsada por fuerzas mucho mayores. La delicada danza de secretos políticos se entrelaza con nuestras vidas, llevándonos por caminos que jamás anticipamos.
—¿Qué podemos hacer al respecto?
—Necesito tu ayuda, Valentina. Eres discreta y confío en ti. Juntos, podemos enfrentar esto y asegurarnos de que la verdad salga a la luz.
—Sí, cuenta conmigo.
—Gracias —se acerca a mí lentamente.
El suave roce de los labios de Gabriel despierta una mezcla de sorpresa y deseo en el aire. Un pequeño beso, cargado de emociones aún no exploradas, se cuela entre nosotros. Instintivamente, respondo al gesto, dejando que el momento fluya.
Sin embargo, la intensidad del instante me abruma, y en un arranque de emoción, me alejo rápidamente, casi corriendo hacia mi habitación. Las emociones revuelven mi mente mientras cierro la puerta detrás de mí, dejando que la calma regrese en la privacidad de mis pensamientos.
La chispa de lo inesperado se queda suspendida en el aire, dejando preguntas sin respuesta y un eco de posibilidades que se despliegan en la penumbra de la noche.
El susurro del silencio lucha por apaciguar mis pensamientos mientras me recuesto en la cama, pero la imagen del suave beso de Gabriel persiste, como un eco que se niega a desvanecerse. Mis pensamientos danzan entre la sorpresa y la anticipación, dejando que la magia del instante se filtre en mis sueños.
Cierro los ojos con la esperanza de encontrar el consuelo del sueño, pero la melodía de ese beso sigue resonando en mi mente, tejida con hilos de incertidumbre y un atisbo de deseo. La noche se convierte en un escenario donde los pensamientos danzan en la penumbra, y me sumerjo en un sueño inquieto, habitado por la sombra de ese beso que despierta un sinfín de emociones aún por explorar.
El suave llanto de Sofía rompe el silencio de la noche, y de inmediato me encuentro en alerta. Al acercarme a ella, la familiar rutina maternal se despliega: la cálida conexión al ofrecerle el pecho y el cuidado atento al cambiarle el pañal, marcando un momento íntimo entre madre e hija.
—¿Valentina? —Gabriel toca la puerta —Valentina, necesitamos aclarar lo que sucedió con el beso. ¿Podemos hablar?
Tengo una lucha interna sobre abrir la puerta o no.
La atmósfera en la habitación se vuelve densa cuando asiento ante la propuesta de Gabriel. Juntos nos dirigimos a la cocina, un rincón más íntimo donde las conversaciones suelen fluir con mayor naturalidad. La luz tenue de la noche crea un ambiente sereno, pero la tensión entre nosotros es palpable.
—Valentina, necesito entender lo que pasó con el beso. Fue un momento inesperado y quiero asegurarme de que ambos estemos en la misma página.
—Gabriel, también estoy buscando respuestas. Ese beso... fue algo que no esperaba, pero me hizo cuestionar muchas cosas.
Nos sentamos en la mesa de la cocina, la distancia entre nosotros, un reflejo de la brecha de incertidumbre que se ha abierto. Sofía duerme plácidamente en su habitación, ajena a la conversación que se despliega en la cocina.
—Valentina, sabes que mi posición como senador complica las cosas. No quiero que te sientas presionada o incómoda por lo que pasó.
—Gabriel, entiendo la complejidad de tu situación. Pero ese beso... no puedo negar que despertó algo en mí. No sé qué significa, pero creo que necesitamos aclarar nuestras expectativas —miro por la ventana.
El silencio se posa entre nosotros, como un testigo de las emociones no dichas que flotan en el aire. La luz tenue destaca las sombras en nuestros rostros, reflejo de las dudas que se proyectan en nuestras miradas.
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Editado: 13.03.2024