Una jefa dominante.

Capítulo 3.

 

Sara.

 

Ha pasado una semana. Una semana desde que ese chico ingresó a trabajar aquí, y creo que se ha vuelto mi obsesión.

Sé que es 10 años menor que yo, pero eso no me impide verlo como si fuera un hombre hecho y derecho quien ni siquiera aparenta ser tan joven. Tiene una madurez mental que me impresiona y eso es lo que más me atrae de él, a parte de su físico.

Nunca me había sentido tan atraída por un chico, y nunca pensé que lo haría, pero siempre me ha gustado tener todo lo que quiero, y el no será la excepción. Lo tendré para mí, de todas formas, soy yo quien toma las decisiones y da las ordenes, nadie puede hacerme la contra, porque dependen de mi para seguir aquí, y a juzgar por su necesidad económica, sé que él tampoco se negará a mis peticiones.

Debería sentirme mal por tener esos pensamientos, pero no me importa. Mis padres antes de morir siempre me han enseñado a obtener todo lo que me proponga, cueste lo que cueste, y si ese costo es valerme de la necesidad de ese chico, pues no queda de otra.

—Señorita Sara—dice Anastasio, mientras ingresa a mi oficina.—Necesito hablar con usted.

—¿Qué pasa Anastasio?

—Quiero hablarle sobre Joel—dejo los papeles que tenía en las manos y lo observo con interés cuando escucho el nombre del susodicho.

—¿Qué pasa con él?

—Los funcionarios no están conformes con que él haya ingresado a ese puesto.—se sienta en la silla y me observa con cautela.

—¿Acaso no hace bien su trabajo?—pregunto, alzando una ceja mientras me acomodo en la silla.

—No es eso—se frota la nuca—es solo que muchos aspiraban a ese puesto y bueno él…

—Él está en ese puesto porque yo vi conveniente ponerlo ahí—lo interrumpo.

Se queda en silencio y niega con la cabeza.

—¿Me permites decirte algo como un amigo?

Anastasio ha sido el mejor amigo de mi padre casi toda su vida, pero cuando él murió, no solo quedó como un padre para mí, sino también como un amigo, y no confío en nadie más que en él.

—Dime.

—No dejes que esa obsesión por él te haga tomar malas decisiones Sara.

—No sé de qué hablas—niego.

—Te conozco Sara, desde que eras una niña—afirma—. Sé que si no fuera por que sientes una atracción por él no lo hubieses aceptado.

—Sea como sea, ya lo hice, no hay vuelta atrás—escupo.

—Es menor que tú—me recuerda.

—¿Qué importa?—bufo—. Es mi vida, puedo fijarme en quien se me antoje.

Anastasio traga saliva y baja la cabeza. Me siento culpable por haberle hablado en esa forma, por lo que intento disculparme pero él se levanta de la silla y sale de la oficina sin decir nada. Nunca debí alzarle la voz, pero siempre me ha irritado que alguien se metiera en mi vida, sin importar que esa persona sea familiar mío. Sé qué me conviene, y sé qué no. Este chico no podría servirme para nada más que cumplir mis caprichos.

Espero un momento antes de salir de mi oficina para ir a la sección de recursos humanos, con excusas en mente para charlar con Joel. Estos días me he acercado más a él e intento verme lo más coqueta posible, ya que se me hace un tanto divertido ver como sus ojos se abren de par en par y se pone tenso. Sé que podría pensar que soy mayor para él, pero aun así no deja de verme como una mujer muy atractiva, y eso puedo notarlo.

De todas formas, nadie puede evitarlo siempre me he preocupado por mi aspecto porque de esa forma puedo aprovechar al máximo de mi inteligencia, no solo para los negocios, sino también para jugar con los hombres a mi antojo, y así demostrar que no solo los ellos son capaces de tener a las mujeres en sus manos. Muchas veces, los papeles se invierten. Y no hay nada más divertido que jugar con uno y luego dejarlo confundido.

No ha nacido el hombre que se resista a mis encantos, aunque claro, algunas veces cuesta un poco acercarse. Pero solo es cuestión de analizar a la presa y ver cuál es la mejor manera de acercarse, sin que pueda escapar. Joel no se ve una presa fácil, parece tener muy en cuenta la ética laboral, y no solo eso, también parece tener miedo, y eso me genera un cierto grado de ternura.

En este caso, yo soy la leona y él es el frágil venadillo.

Camino con mucha seguridad y elegancia mientras recorro los pasillos. Sé que muchos me temen, tanto como a Anastasio. Cuando tomé el puesto de mi padre luego de su muerte, todos parecían verme como la burla del edificio por ser mujer. Escuche a muchos decir que no sería capaz de llevar adelante a una empresa tan grande, pero me encargué personalmente de demostrar que no hay nadie más capaz que yo para manejar el imperio que mi padre había creado.

Escucho unos saludos en los pasillos pero los ignoro, tengo un único objetivo.

Llego al fondo del pasillo donde se encuentra la oficina de Joel y me acomodo el vestido, que sé que es lo bastante ceñido como para marcar mi figura perfectamente, antes de ingresar junto a él.




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